Nuevo modelo y nueva mecánica
Luis Santillán
Soy partidario de que la Muestra Nacional de Teatro continúe bajo un modelo y mecánica diferente.
Considero que es contraproducente abogar por la desaparición de la Muestra en pro de un Circuito, la discusión debería de ser cómo exigir la existencia de Circuitos, como a los que hace alusión Enrique Olmos, y a la par, la existencia de una Muestra.
Tener una Muestra permite una reflexión sobre los sistemas de producción, mecánicas de creación, tendencias de consumo, etc. Pero para que esto sea posible se requiere de asumir responsabilidades y dejar a un lado las simulaciones.
El actual modelo de Dirección Artística es una falacia y un insulto. ¿Cómo es posible que la selección sea —en apariencia— por medio de un video? Un video que se pide a toma abierta sin editar como si sólo hubiera una forma posible de escenificar una obra. ¿Cómo es posible que un integrante de la Dirección Artística pueda cumplir con su apretada agenda y además ver más de 100 videos? Ver una obra de teatro en video puede ser una actividad muy desgastante, ver como debería verlo una persona que va a dictaminar sobre la pertinencia escénica del proyecto para completar una programación que tiene como fundamento… Ese es el otro problema. No hay un fundamento y por lo tanto el criterio de selección parece caprichoso.
Abogo por una Muestra que tenga un conjunto de personas (3 o 5) que funjan como curadores. Curadores que vean en vivo y directo (según algunos la única forma en que puede existir el teatro) las puestas en escena, que dialoguen con los participantes de las mismas para dimensionar en qué consiste el hacer a partir de las circunstancias en que se hace la creación. La presencia directa de los Curadores donde se lleva a cabo la actividad de los realizadores permitirá testificar la complejidad del universo teatral de la entidad. De esta manera se tendrá a un grupo de personas con los elementos requeridos para hacer una selección que no responda a la cantidad económica con la cual se hace la producción sino a su cualidad. Una selección hecha a partir de vivir directamente el fenómeno escénico podría armar una programación que realmente sea un muestrario de lo que ocurre en el teatro del país.
La Curaduría deberá considerar cómo la programación estimula y enriquece la labor escénica del lugar cede, es decir, si la Ciudad que alberga en esa emisión a la Muestra sólo tiene tres teatros, mismos que no son alimentados por la comunidad teatral del lugar, carece de sentido programar obras que sólo pueden escenificarse en esos edificios. La Muestra, por la que abogo, no es un momento de oropel para la exhibición, sino una oportunidad para que el gremio critique y proponga alternativas a las políticas culturales de cada zona en la que se lleve cabo. Esta Muestra, a diferencia de un festival o un circuito, deberá ser el punto de reflexión sobre las condiciones y circunstancias en las que es posible hacer teatro.
La Curaduría deberá armar un programa que integre las puestas en escena, las mesas de reflexión y los talleres considerando que el beneficiado directo sea la población del lugar cede. Si bien no debe tener en cuenta la procedencia de la propuesta a favor ni en contra, sí debe cuidar la pertinencia de lo que implica un evento a realizarse una solo vez al año y evitar realizar acciones que le corresponden a otras instancias. Por ejemplo, este modelo de Muestra por el que abogo nunca debería programar una obra de la Compañía Nacional de Teatro porque esa institución tiene los recursos y la obligación de recorrer el país sin mermar el presupuesto de la Muestra. Quedaría a debate las producciones hechas por Teatro UNAM, la UAM y las que están 100 % cubiertas por la Coordinación Nacional de Teatro, entre otras, ya que estás instituciones tienen los mecanismos para circular sus producciones. (Dirán que no los tienen, pero eso es porque les da pereza. Teatro UNAM podría tener convenio con otras universidades del país para hacer llegar sus producciones fuera de la Ciudad de México, se requiere trabajo para que sea posible, pero la oportunidad existe).
La Curaduría deberá asumir su responsabilidad y hacer un balance de aciertos y errores para tener la oportunidad de mejorar la Muestra, por lo tanto los integrantes deberán estar en la Curaduría por lo menos en tres emisiones para lograr una continuidad y crecimiento.
La Muestra por la que abogo implica tener de 3 a 5 personas comprometida no a beneficiar a grupos sino a poblaciones, personas que asuman ser la voz de un gremio que exige mejores condiciones de trabajo a partir de exhibir deficiencias, incapacidades y aciertos de quienes están a cargo de las políticas culturales del país.
Considero que una Muestra, a diferencia de un festival o circuito, permite cuestionar el teatro que hacemos porque no es un foro de exhibición, sino un espacio para percibir las realidades en las que se hace teatro en México.
La actual Muestra sí es un muestrario, no de lo que se hace en escena, sino de las formas opacas en que se asignan y ejercen presupuesto, se seleccionan proyectos, se emprenden programas que nunca benefician a quienes los pagan.
Hoy más que nunca urge se abran los foros de discusión, es necesario exigir la transparencia y pertinencia en el uso de recursos. La Muestra puede ser un espacio privilegiado para enriquecer el teatro mexicano, por eso abogo por ella.