El futuro del Festival
A la distancia miro el Festival como un lugar de encuentro de grandes amigos, amigos admirados unos a otros, amigos que son ahora grandes dramaturgos, grandes pensadores, una inspiración para los más chicos y miro los momentos tan difíciles en los que nos encontramos, ante la posibilidad de quedarnos sin nada, de que el próximo año, tengamos que reinventarnos o volver a pedir dos salas al museo y entre nosotros hacer las lecturas de los textos como me contaba Luis Enrique. Qué triste y que romántico.
Comienzo a contarme mis recuerdos, siempre me funciona, encuentro momentos de profunda alegría, de emoción y me dan fuerzas para quitarme la tristeza. La primera que vine a Querétaro, Alejandra me decía lo que más le gustaba de la Joven Dramaturgia era organizar los hoteles, cosa que tiene su encanto, pero nunca sería mi parte favorita. Mientras la plática sobre logística tomaba calor y se volvía absolutamente emocionante para ella, me iba contando sobre la primera vez que visitó la Muestra. Luis Santillán, la Tsubame, y ella manejando en carretera para llegar a Querétaro al evento tan esperado y concluye: cuando llegamos no había nadie, solamente nosotros escuchando a Edgar y a Luis Enrique.
Hay palabras que me encanta oír, anécdotas con las que podría estar acompañada por mucho tiempo. Ahora no me queda la claridad de saber cuántas veces escuché la historia de las primeras Muestras de Joven Dramaturgia, en boca de varios, cada uno con su versión, doblados de la risa y con las manos cubriendo su rostro por la vergüenza, por la torpeza que caracteriza el inicio, por no saber hacer algo de manera correcta e ir de equivocación en equivocación.
El mundo está lleno de gente efectiva, gente que hace su trabajo sea cual sea, la mayoría sin cuestionarse por qué o de qué sirve hacerlo. Cuando pienso que algunos nos hemos dado la posibilidad de elegir y cuestionarnos en grandes crisis por qué hacemos esto inevitablemente vuelvo al recuerdo, a las anécdotas de ellos a las palabras de admiración y agradecimiento de profesan hacia sus pares y hacia una figura clave del festival como es Manuel Naredo, a quien no conozco personalmente, ni yo ni muchos de los chicos que fuimos llegando a la Muestra, pero que de igual manera admiramos y agradecemos.
Un día en la inauguración del Festival hace tres o cuatros años llegó Manuel Naredo, se sentó en una esquina, no sé si llego tarde o se iba temprano, en el escenario Luis Enrique, Edgar Chías, Alejandra Serrano, Fernando De Ita. De pronto se corrió la voz desde aquellas sillas de la esquina hasta donde estábamos nosotros y todos decíamos, ahí está, mira él es, cómo sabes porque allá dijeron. No escuche nada del discurso, lo que sí es que aplaudí mucho, con muchas ganas, a ellos y me sentí bien, porque estaban ahí como en el inicio, jóvenes siempre y artistas todos.
Al final pienso en la palabras de Baricco: «De modo que llegados a este punto piensas: el futuro será éste. Será un pesadilla hermosísima.»