Sueños, libertad y honestidad
Memoria de los hombres sin sombra, es el resultado de un proceso de laboratorio con una dramaturgia colectiva y bajo la dirección de Guadalupe Vega. Tres intérpretes en el escenario narran fragmentos de su vida y partes de monólogos de Segismundo en la La vida es sueño de Calderón de la Barca, una especie de dualidad, entre los sueños y la realidad. La puesta busca sumergirnos en una confrontación entre lo que soñamos, lo que deseamos, la realidad y esa busqueda de la libertad. El hablar de sueños que sueños son contrapuestos a las narraciones de los personajes: el juez, el mexicano y sobre todo el luchador.
De pronto ver cuerpos neutros en movimientos o haciendo movimientos con un algo imaginario me botaban a ratos. Unas pausas dramáticas que más bien parecían lagunas pero con música de fondo, sí, esa era la propuesta, dirán, pero solo hacia evidente una falta de ritmo. Cuando recitaban los fragmentos de Pedro Calderón, la gente se sumergía en su butaca, pero cuando “el luchador” narraba el toparse de frente con el amor, justo ahí, el público se veía más animado e identificado (por lo menos yo).
Es interesante ver un versus entre los sueños y el amor, donde el amor sale ganón. Y es que hablar del amor, es casi seguro, que nos va a tocar fibras sensibles y más cuado se aborda de una manera tan honesta. No puedes evitar espejearte, reír de las tragicomedias amorosas, sí, como aputaron ahí, muy a la Bridget Jones. Siempre se agradece ver un trabajo tan transparente, honesto.