¿Es posible el teatro en tiempos de pandemia y confinamiento?
Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas,
cambiaron todas las preguntas
Benedetti
Edwin Sarabia
Es verdad que las herramientas tecnológicas actuales nos presentan un panorama distinto a otros momentos históricos cuando la humanidad se ha puesto en pausa. El uso del internet parece estar siendo la panacea para el trabajo y otro tipo labores en este desastre global en el que nos encontramos.
Aquí surgen las preguntas ¿y qué hacemos con el teatro en este encierro? ¿Será que es momento de ponerlo en pausa, al no ser una actividad esencial para la supervivencia mundial dentro de este apocalipsis pandémico? El debate respecto a lo que es o no es teatro se ha vuelto aún más fecundo en los últimos meses. Tenemos mucho tiempo para pensarlo y ninguna posibilidad del convivio teatral de cuerpo presente.
Surge la pregunta del millón ¿entonces es posible tener teatro a distancia, grabado, en vivo, a modo de tutoriales?; ¿eso es teatro, cumple con los requisitos mínimos, es tiempo re reinventarnos ante el contexto que se despliega aciago?
Por invitación de Alejandra Serrano de teatromexicano.com y Área 51 Foro Teatral fuimos invitados a un ejercicio de teatro en vivo vía remota. Nos conectamos por la herramienta tecnológica ZOOM un puñado de espectadores a nivel nacional: creadores, directores y críticos teatrales a presenciar el monólogo La Maribárbola original de Mariana Hartasánchez e interpretada por Karina Meneses.
Me sentía nervioso y ansioso, era como volver al teatro luego de meses de ausencia. La cita, previa invitación, fue a las 6 de la tarde. A las 5:50 estaba listo frente a monitor de la computadora armado de mis mejores audífonos y recién bañado. En la conexión me topé con personas que admiro un montonal: Juan Carlos Araujo, Said Soberanis y Fernando de Ita, entre otros.
Sin ser injustos, ya que tengo pocos parámetros para reflexionar sobre una práctica hecha de esta manera, me aventuro a elaborar algunas impresiones del trabajo: la actriz se aprecia incómoda, con la energía a tope, gritando a todo momento y dando poca posibilidad para las tonalidades vocales; es notorio que actuar frente a la cámara de un dispositivo móvil no permite la interlocución con el público y de esa manera manejar el timming, tono y ritmo suele ser problemático. La actriz bebió una taza interminable de expreso, detalle para la verosimilitud, mientras soltaba los textos con los que no logré conectar en ningún momento. No dudo de la calidad de la dramaturgia, pero sentí un relato forzado, carente de progresión y escasez en la varianza para los matices.
Quisiera abundar sobre la experiencia del hecho escénico: desde hace muchos años me considero progresista, pero en este hecho debo aceptarme como conservador; puesto que lo vivido dista mucho del teatro como lo concibo. Huérfanos, desérticos y desamparados del convivio al que somos adictos. En este punto comparto la visión del teatrólogo argentino Jorge Dubatti, quien lo define como un acontecimiento de cuerpo presente a partir de la multiplicación de la relación entre convivio, poiesis corporal y expectación.
Y en este ejercicio no hubo convivio, ni poiesis corporal; fuimos espectadores complacientes donde todos estábamos mediados por una pantalla. Es cierto que aplaudimos con gesto celebratorio la propuesta ante la orfandad en la que nos hallamos. Al finalizar el monólogo, tuve una sensación profundamente desoladora. Pensar que este sea el destino inmediato del teatro, al menos hasta que se encuentre una vacuna al COVID19, me causa terror. Claro que tendremos que poner nuestra resiliencia al servicio del arte que tanto amamos, pero creer que serán sólo las bondades tecnológicas el paliativo es poner los toda la carne en un mismo asador. De ser así, me declaro en huelga o exilio.
Este hecho es urgente pensarlo, pues existe un consenso a nivel mundial que las actividades lúdicas y recreativas serán las últimas en ser reanudadas, por lo que nos espera un largo trecho que recorrer aun de estos tiempos de pandemia.