El amor es un sueño de caballos o de cómo los elefantes aprendieron a jugar a las canicas
Rafael Volta
El público asiste a un teatro en penumbras. Se han colocado, a los costados y a un lado del acceso, hileras de sillas rojas; su disposición, en pasarela, limita el escenario a nivel de piso en un rectángulo cuyo largo parece infinito como un oscuro mar de la calamidad. En la pared del fondo hay tres desniveles a manera de pirámide. Sobre el primero; una mesa de tres patas y una silla, ambas de madera que parece vieja; el segundo, sirve de soporte al último, en cual está una mesa de cuatro patas, una silla y una televisión análoga. No hay color en la escenografía, todo es pardo, el ambiente se respira monótono y pesado, como un corral español a medianoche. De pronto, un cenital alumbra un andamio en una de las esquinas cerca del acceso al teatro y Catalino, vestido de falda verde oscuro, chaleco café, gorro azul con orejeras contra el frío y botas de militar hasta las rodillas, grita vivas a La Capitana Gazpacho, la cual es un hombre con rasgos femeninos artificiales, de blusa, falda y botines rojos, y unos senos a punto de salírseles del pecho. Resalta a primera vista, el pelo rojo neón de La Capitana como una metáfora de su encendida imaginación y forma de percibir el mundo ajeno a la realidad.
Bajan del andamio y La Capitana ordena iniciar la travesía a bordo del “Farfullero” —una balsa decadente con un excusado blanco como asiento— en búsqueda del quersoneso áureo y del más grande ideal: el amor.
Este universo marino, altamente imaginativo y contaminado del Quijote y Sancho Panza entrará en colisión con otros dos universos terrestres y patéticos. El primero está constituido por dos hermanas vírgenes, Circa y Mina Fan obsesionadas respectivamente con la ceremonia inglesa del té y la ficción amorosa en las películas. Y el segundo, el matrimonio formado por Pompeyo y Honorosa envuelto en la dinámica de violencia y sumisión de la mujer ante su macho. En los tres universos, Gazpacho-Catalino, Circa-Mina y Honorosa-Pompeyo, el común denominador es la monotonía y un maltrato sicológico y físico en sus relaciones de pareja.
En la cuarta escena, La Capitana tiene un sueño pacheco y despierta con la epifanía de encontrar a Dulcinea —el amor de su vida— que lleva a la ruptura de la relación entre La Gazpacho y Catalino; pues ella lo considera casi un esclavo y de un espíritu inferior. En la escena siguiente, Mina sostiene un monólogo ante una máquina de escribir en la cual externa su deseo por hacer el guión de una película en la que un antihéroe salga de la pantalla para que ella inmediatamente se enamore de él. Por eso Mina Fan lleva un vestido amarillo y mallas verdes, dado que está contagiada de ficción a partir de su gran anhelo amoroso y sexual. Hay un juego de espejos con La Capitana, pareciera ser el alter-ego de Mina Fan. Mi lectura de la obra me dice que Gerardo Mancebo intentó hacer algo similar a Cervantes y que Paul Auster lo explica claramente en el capítulo X de su novela Ciudad de Cristal [1]. Es decir: Mina es la dramaturga de la obra de la que somos espectadores. Ella decide escribir esta farsa como una válvula de escape a su monotonía. Catalino es quien se sale de la pantalla o del texto para aparecerse ante ella. Mina es Gerardo Mancebo, quien escribe a su Catalino y lo vuelve “realidad”. Recordemos que el dramaturgo queretano interpretó en el estreno de su obra al propio Catalino, tal vez como un guiño para complacerse a sí mismo. No sabemos si Gerardo leyó Ciudad de Cristal, que se publicó en 1985, pero me da escalofríos pensar que sí y mucho más saber que quizá no. Las Tremendas Aventuras de La Capitana Gazpacho tuvo su estreno en 1997.
Durante el primer acto la mala y poca iluminación afecta el desempeño de los actores y la atmósfera de la obra. Es demasiado lúgubre y no permite adentrarnos al universo marino de La Gazpacho porque cuesta trabajo apreciar las facciones de los actores, a pesar de la poca distancia que existe hacia el espectador. Lo mismo sucede con los dos universos terrestres. Pareciera que están colocados demasiado lejos. Otro problema es la mala acústica del lugar pues no permite que se escuche claramente lo que dicen los personajes. Y en una obra tan ágil y tan larga, el espectador se pierde para hilar las secuencias y no se entienden del todo.
La dirección de Jean Paul Carstensen ha seguido, casi al pie de la letra, las poéticas acotaciones del texto. Se distingue el propósito de mostrar los tres universos claramente diferenciados y hacerlos colisionar en una costa imaginaria, pero el presupuesto y sobre todo el espacio teatral universitario no son los adecuados para hacer brillar una dramaturgia tan potente. Jean Paul se la jugó al elegir a un hombre para interpretar a la Capitana, con ello logra ampliar las lecturas de violencia de género que el texto nos ofrece y que el autor se dedica a parodiar ejerciendo una postura crítica. La dirección le hace un guiño a la comedia musical al atreverse a musicalizar dos secuencias, una de la Capitana cuando le explica a Catalino el destino de los héroes; y la otra, cuando Mina desea escribir la gran obra que termine con su monotonía. Se agradecería que este recurso se extienda a cada personaje para que no quede en una muy atinada ocurrencia. Jean Paul es un director que no sólo leyó inteligentemente el texto sino que los enriqueció a partir de su buen gusto musical. Tonifican la puesta en escena, las canciones Adiós de La Lupe y Papa Loves Mambo de Perry Como. La música original es de Roberto Ramírez Sayavedra y se basa en guitarras españolas que armonizan con el universo del siglo de oro sobre el cual se construye la obra.
El casting lo conforman José Velasco, como La Capitana Gazpacho, quien dialoga como si leyera poemas, pero su pose corporal se carga demasiado con los hombros hacia atrás y eso afecta su naturalidad y en algunas escenas se preocupa más porque los pechos no se le salgan de lugar. Catalino, el escudero, es interpretado por Carlos Casas quien se destaca más en su papel de remero navegante y menos en el de mal amante de Mina. Circa Mártir es Abigail Contreras, quien parece haber nacido para este papel pero su impostación en la voz llega a ser cansada a los pocos minutos. Lo mismo sucede con Pompeyo, el domador de las esposas, quién en verdad sufre la escena en la acciones de pelea y persecución. Brilla el trabajo de Itzel Sánchez como Honorosa, quien con más oficio y recursos, no cae en la caricaturización de su personaje. Mina Fan, interpretada por Oriana Martínez destaca por su dominio vocal, tiene potencia y gran afinación al cantar y sobre todo es muy simpática cuando baila y ruega por el amor de Catalino.
El trabajo de la compañía Arteatral CUT es bueno, montaron el texto a manera de celebración, después de diez años de haberse graduado, pero necesitan aceitar más la máquina para que este barco llegue a mejores puertos. Ya se van a cumplir veinte años del fallecimiento de Gerardo Mancebo del Castillo y estaría más que padre que se aventaran a representar todas sus obras. Solamente les pediría que no lo hicieran en el Teatro Cámara de la Facultad de Bellas Artes de la UAQ al cual le urge inversión en iluminación, audio, acústica y graderías.
Posdata:
Nunca conocí a Gerardo Mancebo del Castillo. Quizá me lo haya topado de frente, en algún pasillo de la biblioteca Ruiz Obregón mientras yo estudiaba ingeniería electrónica en el Tec de Monterrey Campus Querétaro, allá en el lejano 1995. Gerardo ya se había graduado de su Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Me gusta pensar que mientras yo trataba de resolver problemas de palancas y vectores, él devoraba poesía y dramaturgia del siglo de oro español y que cuando yo le sacaba punta al lápiz, él, en una de las primeras laptops, terminaba su primer borrador de La Capitana Gazpacho. Tal vez nos sentamos en el mismo cubículo y sólo nos dividía la madera del talento y la vocación descubierta a temprana edad.
[1] En el capítulo X de Ciudad de Cristal, novela de Paul Auster, y que forma parte de la Trilogía de Nueva York, el autor plantea una teoría sobre la autoría de El Quijote de la Mancha que textualmente se resume así “Cervantes contratando a Don Quijote para descifrar la historia del propio Don Quijote.” Don Quijote es el moro que contrata Cervantes para traducir la novela del árabe al castellano escrita por Cidete Hamete Benengeli y que para Auster, en realidad son cuatro autores en uno: Sancho quien le cuenta la historia al sacerdote y al barbero, quienes a su vez la escriben en castellano y se la entregan a Sansón Carrasco quien la traduce al árabe y al final Don Quijote la vuelve a traducir del árabe al castellano para dársela a Cervantes quien se presenta como un mero corrector de la traducción.