El laberinto de los discursos hegemónicos
Ayer en el FITCA se presentaron Los músicos viajeros y La difícil e inconclusa historia de Sofía y su voz del DF, dos obras bien realizadas (dentro de diferentes campos de acción), con buenas intenciones, pero que no logran escapar de los discursos hegemónicos mediáticos
En la obra realizada por niñ@s y adolescentes de Ciudad del Carmen, Los músicos viajeros, se observaba el compromiso con la puesta a la vez que se divertían. Era un conjunto amplio de actores y Alexande Paján supo orquestarlo bien, hizo una puesta dinámica y atractiva a través de recursos muy sencillos pero que hacía gala del conjunto actoral. Como no tenían un buen texto y una buena historia se apoyaron en coreografías (de Carlos Daniel Huc) y canciones. Hasta ahí todo bien, sin embargo las referencias de la obra están dentro del laberinto de discursos hegemónicos, en este caso educativos, los que justamente se criticaban en este mismo festival dentro de la obra del El Mosther Gordillo Freak Show. Y aunque no es lo mismo, puesto que el solo hecho de realizar la obra fomenta los impulsos creativos de estos niñ@s y adolescentes, de igual modo se avala un estado de cosas. Ya tienen el compromiso y disciplina de los niños, junto con una forma de trabajo limpia y efectiva, valdría la pena dar el siguiente paso y reflexionar sobre lo que comunica su teatro.
A diferencia de la primera obra, La difícil e inconclusa historia de Sofía y su voz critica abiertamente la televisión y su rol como educador sentimental, solo para caer en el mismo juego. La obra tiene una bella producción, está musicalizada en vivo y cuenta la historia a través de diferentes técnicas de títeres, todos manipulados de manera impecable a la vez que interesante. Sin embargo la historia no está bien articulada, hay demasiados temas no desarrollados al inicio de la obra. La historia toma curso cuando se plantea el abandono de Sofía por sus padres, dejando a la televisión como su única consejera y acompañante. Los spots que se presentan en video con títeres sobre los programas de tv, son una delicia. El problema es cuando el final es exactamente igual que de telenovela. No hace diferencia que su final feliz sea convertirse en cantante de ópera en lugar de casarse con el rico. La suerte y el azar, es decir el destino, siguen siendo el camino rector y sostienen la misma argumentación de las telenovelas, que es aguantar la chinga, sufrir pacientemente en espera de que alguien más te resuelva la vida. La postura crítica del espectáculo se disuelve y termina por dar razón a los discursos hegemónicos, porque para colmo el personaje que “la salva” salió también en la televisión.