El teatro sin telones ni intermedios
Mauricio Orozco
En algunas ocasiones uno se enfrenta a situaciones ajenas a su conocimiento, pero es a partir de ese desconocimiento que uno puede intentar comprender y con mucha suerte configurar lecturas para crear hipótesis y conectar con lo ajeno.
Antes de continuar con este comentario, me siento con el compromiso de externar públicamente mi poco conocimiento teatral, ya que no es mi formación base, y no lo hago para justificar, sino para exponer que quizás mi lista de referentes, aun en desarrollo, me permitan hablar desde un asombro desmedido. Sin embargo, y bajo este entendido, quiero decir que mi experiencia con las diferentes muestras artísticas y los acercamientos culturales que he tenido la oportunidad de vivir, me han otorgado una intensa sensibilidad que me ha ayudado a comprender un poco la manera en que veo las cosas.
Hace un par de días dentro del marco de la Muestra Estatal de Teatro Jalisco 2015 tuve la dicha de asistir a la función de Mamá Patria; una pieza teatral creada y ejecutada por el español Anto Rodríguez. Debo decir que mis expectativas eran bajas y por consiguiente lo eran mis predisposiciones, apenas sabía que no vería una obra de teatro convencional.
Sobre la construcción de la pieza no me gustaría ahondar debido a que considero que el enlistado de elementos puedo llegar a desdibujar la experiencia que su apreciación total significa, por lo que solamente me limitaré a mencionar que está confeccionada a partir de las acciones tanto de Anto Rodriguez como de Cristina Arias, quienes por medio de una labor performativa articulan un discurso que aprovecha el espacio para otorgar al espectador una gran carga de elementos visuales, auditivos y de referentes culturales relacionados entre sí, en mayor o menor medida, para establecer una memoria personal a partir de una visión colectiva.
Por lo que, con base en lo anterior, considero que logra correctamente proponer una pieza muy subjetiva que invita al espectador a tomar una o varias de las aristas que surgen de la relación de los elementos para cuestionarse y desarrollar la interpretación y lectura de cada quien, como complemento de la puesta en escena.
Desde luego que no es una pieza escénica que agrada a todos los públicos, al contrario, muchos de los asistentes se sintieron agobiados, frustrados o en el peor de los casos no pudieron resistir el impulso de salir de la sala, ya que la obra experimenta con largos desarrollos llenos de una gran carga intelectual, y por consiguiente, precisa una gran atención. Volviéndose para el espectador una pieza exigente en todo sentido.
Su base discursiva es poco convencional, llegó a saturar a uno que otro, no porque fuera compleja, sino por el intenso bombardeo de información que se recibía a través de los sentidos. Sin embargo, aquellos que logramos comprender, o por lo menos, conectar con esta interesante idea que sigue una línea de experimentación creativa del autor, salimos con un muy buen sabor de boca, y con una gran cantidad de cuestionamientos y reflexiones.
Es muy grato ver que, a partir de estas muestras posdramáticas, la tendencia teatral ha ido a buscar desde una lectura de vida personal, el conecte y la subjetividad colectiva, inclusive cuando los contextos pueden ser muy diferentes. Para su servidor, esto es una evolución que se está dando en la mayoría de las artes y que viene a jugar con una experimentación que incluye al espectador como un ente activo para complementar el discurso artístico, por lo cual no me queda más que agradecer a Anto y a la MET por tan grata experiencia, que no es la primera pero sí una muy intensa, que le ofreció una visión diversa a mis sentidos,