En un festival de dramaturgia lo que debe privilegiarse es el texto
Karla Ibarra
Esta es la frase recurrente que suelo escuchar desde hace tres años que vengo al Festival, ya sea en las mesas de reflexión en los distintos formatos que he visto: cuando terminaban las funciones y las lecturas dramatizadas o cuando los autores hacían preguntas con cierta “maña” a algunos colegas espectadores después de las lecturas o puestas en escena de sus textos. Esto es un tema que desata discusión y del que inevitablemente volvemos a hablar una y otra vez.
En las lecturas dramatizadas hay claramente dos visiones de trabajar el texto por parte de los encargados de las mismas: una que privilegia el texto y la neutralidad en los actores, sin tanta escenografía y que es más efectiva, desde mi punto de vista, claro está; y la otra, que es todo lo contrario (escenografía que no propone al texto o que sobra, actuaciones que no concuerdan con lo que propone el autor con su obra y acciones o signos que ensucian la escena en lugar de ayudarla). Es de lo que se habla en las mesas de reflexión que se hacen después de los talleres, de lo que he escuchado que se comenta después de las puestas en escena y con lo que concuerdo. Soy de la creencia que lo más sencillo es lo más efectivo. La parafernalia me resulta innecesaria cuando de lo que se habla está al alcance de la mano y le podemos sacar mucho jugo, tomando en cuenta siempre al público, que es al que debemos nuestro trabajo.
Habría que tomar en cuenta la propuesta de la que se habló ayer en la mesa de reflexión de hacer encuestas con el público o retomar la idea de hace un año —que me parecía maravillosa— en la que el público daba su opinión al finalizar las puestas en escena. ¡A seguirle!