Violencias de docentes en la UNISON

Foto que acompañaba uno de los testimonios
Un comentario en Facebook desencadenó una serie de recuerdos —o debería decir terrores— de diversas generaciones. No se trata de un solo grupo, historias que se repiten, mismos miedos, mismos abusos y por primera vez se juntan para alzar la voz, probablemente porque la mayoría son egresados y a la distancia y con el conocimiento que tenemos ahora sobre el abuso de poder y las diferentes violencias se dan cuenta lo que han vivido, algunos desde la culpa, otros desde la humillación y el dolor.
He revisado más de veinte testimonios de alumnos y ex alumnos de la Facultad de Teatro de la UNISON, quienes tuvieron la confianza de mandármelos para poder escribir esta nota, a lo largo de ellos es claro que el mayor problema es de la Universidad misma al no atender esta forma negligente de abordar la educación, pues no se trata de un caso aislado, ni de un solo profesor sino que es una práctica común entre los maestrxs la vejación a lxs alumnxs. Al parecer, el problema de la UNISON no es el acoso sexual sino el abuso sádico de poder, si llega a ver acoso sexual es solo como consecuencia de ese juego insano que la Universidad parece tolerar. Son bien conocidos los experimentos sociales sobre el ejercicio de violencias sobre un subordinado, si no existe una contención, se desborda. Si la vigilancia institucional de la UNISON no ha castigado estas prácticas solo las perpetúa.
Si bien se mencionan muchos profesores con diferentes tipos de humillaciones y abusos en diferentes grados y matices, hay dos que se mencionan constantemente: Luis Ricardo Gaitán y Elizabeth Vargas, docentes que no solo humillan y violentan a sus alumnxs, sino que promueven el ambiente violento en clases y entre los mismos compañerxs. Se repiten las mismas anécdotas, los mismos miedos, la culpa de quienes no hicieron nada, de quienes participaron a actos atroces llevados ahí por sus maestros, especialmente refieren a un ejercicio de exploración sobre los 7 pecados capitales, pero no únicamente, parece una tónica común promover la violencia y sumergir en la vulnerabilidad a los alumnxs para desde ahí avergonzarlos o manipularlos. No es posible que los coordinadores académicos correspondientes no estén al tanto y pienso también, ¿cuál es la postura del gremio teatral sonorense?
Las violencias en las escuelas de teatro están tan normalizadas que poco las atendemos fuera de las aulas, esperamos que pasen la mala experiencia para seguir adelante y olvidarlo y si no pueden con eso, no pueden con esta carrera, pero ¿acaso no tenemos una responsabilidad como profesionales del teatro con los jóvenes estudiantes?, aunque no sean nuestrxs alumnxs. ¿Solo son parte del gremio hasta salen de la carrera? ¿No deberíamos, como comunidad, generar más presión en las Universidades para que esto no ocurra?
Si logramos cambiar la forma de enseñar y relacionarnos en el teatro será gracias a esta generación a la que llaman despectivamente de cristal y que con eso buscan minimizar sus experiencias. No es una cosa exclusivamente de Sonora, si nos vamos a la genealogía teatral yo observo que viene de Seki Sano, el maestro de maestros en México y quien era realmente terrible con los actores y a la vez un genio. ¿Tenemos que ser atroces para ser geniales? no será otra de esas leyendas que forjan la narrativa del patriarcado, como esas historias que nos contamos para justificar nuestros actos.
La pregunta no es si podemos cambiar, es cuándo vamos a cambiar y qué tanto nos va a costar.
7 septiembre, 2020 @ 12:57 am
Estas situaciones no solo ocurren en la Universidad de Sonora. En mis tiempos de estudiante en el CUT – UNAM, fui víctima de violencia y todo tipo de acoso por parte de algunos profesores. No todos, subrayoooooo. Sin embargo esta situacion me hizo abandonar y aborrecer el teatro por un momento hasta que encontre a mi entrañable maestra Perla Szuchmacher, con quien le volvi a dar sentido a mi vida en el teatro.