Nuestras malditas manías
Rodolfo Obregón
La necesaria contingencia en que vivimos hace un par de meses ha servido al menos para desnudar (ya que escribo a partir de las reflexiones de Fernando de Ita que no pierden oportunidad) nuestras malditas manías.
Hace muchos años que Rubén Ortiz, con su manía anarquista, pedía “una tregua nacional de teatro” (https://laisladeprospero.blogspot.com/search?q=tregua ). Y ahora que se nos impone por la fuerza, aparece la maldita manía de hacer teatro sin detenerse a reflexionar mínimamente para qué y cómo. Los teatreros se lanzan gozosos a hacer exactamente lo mismo que hacían: un texto, interpretado por un actor (o varios), etcétera… ¿necesito aclararlo?, sin percatarse siquiera que si el devenir del mundo se modifica radicalmente, la única manera de hacer teatro es modificando los conceptos que se tienen sobre él.
En estas mismas páginas virtuales (por qué nadie pregunta, ¿esto es literatura?, ¿y dónde quedan los periódicos y los libros?), Edwin Sarabia plantea todas las interrogantes pertinentes, pero las plantea exactamente al revés: ¿cómo se ajusta esto a mi concepto de teatro? En lugar de preguntarse ¿cómo ajusto mis conceptos de teatro a estas circunstancias? El resultado de hacer teatro así es un desastre previsible.
No daré una clase de historia del teatro, pero mi maldita manía de educar no me deja pasar por alto al menos algunos detalles: “en el origen, todas las artes eran una”, dice Octavio Paz, y los certámenes atenienses (de donde la mayoría de los teatreros cree que vienen esos conceptos) no eran de teatro sino musicales, y quien concursaba no era autor sino cantor, y la función de la tragedia no era artística sino política (o religiosa, que era lo mismo) y su contexto festivo-comunal y no mercantil, y sus actores no eran profesionales sino ciudadanos, y no había tal “ficción” puesto que el público creía en las furias, y los miembros del coro tenían un pie fuera y otro dentro del escenario y hablaban directo al público, etcétera, etcétera. O sea que en sus conceptos de teatro, la tragedia ateniense no cabría. Mejor entonces, como hicieron en el renacimiento, y luego en los siglos XVIII y XIX ajustar la historia a nuestros conceptos. Y así con “el drama” y con “las bellas artes” y “la puesta en escena” y con todo otro concepto que siendo histórico se pretende siempre atemporal.
Lo que me importa aquí, para volver a las manías, es subrayar lo que comenté en el texto de Fernando: asumir que el teatro no siempre fue el mismo (como creíamos que era gracias al siglo XIX), es aceptar que no siempre tiene por qué ser igual.
De lo contrario, como ya dije, el resultado es un previsible desastre. Mucha copresencia física, pero en realidad el público los verá y preferirá al holograma. Y ahí, con el texto de Fernando entre otros, reaparece la maldita manía de legislar. Decir de una vez por todas qué sí es teatro y qué no es. Sé que su texto no pretendía tanto, pero ya desató a todos los cubre notas del Sol de México a repetir sin argumentos.
Lo que sí creo, es que su argumentación confunde -parafraseando al gran Ibargüengoitia- al teatro con las obras que se montan en él (también con dedicatoria). Y confunde términos. El sexo es algo mucho más amplio que la cópula, exactamente igual que el teatro es mucho más amplio que el actor-espectador. ¿Han visto la pieza para pianos mecánicos de H. Goebbels? O ¿hay copresencia física en un teatro de títeres? ¡Un poco menos de mitificación en ambos campos!
Ya lo dije también en mis comentarios al texto de Fernando, mi argumento no pretende decir qué es preferible (diría Ludwik: “coger, porque ahí se conoce gente”), sino que el empleo de la presencia mediada o la virtualidad expande las posibilidades del teatro en sintonía con la vida de hoy (por cierto, el sexo en línea no sólo es pornografía, hay formas de copresencia). Mientras el otro punto de vista (qué sí es y qué no es) siempre pretende restringirlas.
En su muro de Facebook, Martín Zapata se junta al coro con una frase que no le otorgará el premio Nobel: “el internet no es teatro.” Algo tan obvio como decir “la literatura no es teatro” y sin embargo tan se puede hacer un teatro literario que pasamos – ¡y tantos siguen ahí!- cuatro siglos pensando que el teatro era literatura.
Al pie de su post, le comenté, “eso mismo le dijeron… a Brecht”. En efecto, lo suyo en su momento tampoco era teatro. “Llámenle taetro les contestó” y se fue a darle gusto al cuerpo, como De Ita.
Y a propósito de Brecht, dejo aquí -otra vez la manía- un viejo ejemplo de alguien que pensó el teatro en los tiempos de la comunicación digital (y hasta metateatral resulta): https://www.youtube.com/watch?v=mAjK4PQOh0M
Sé que Fernando participó (¿entonces es ritual y no teatro?) en esa acción?, instalación?, pieza?, realización?, experiencia? Y no le gustó. Está en todo su derecho. Pero no por eso hay que descalificarla quitándole el pasaporte de ciudadanía teatral, sino entenderla y sostener el juicio o modificarlo. ¿No se trata de eso la crítica?
Yo no tuve la suerte, pero hace años leí una crónica en el Performing Arts Journal de alguien que participó de la experiencia en Nueva York. Y después de describir los intercambios culturales que se había llevado a cabo ahí, y todos los afectos compartidos (entonces ¿hay convivio o no lo hay?), remataba diciendo que al salir sintió que había conocido e intimado con alguien a 15,000 kilómetros de distancia y se percató que no sabía absolutamente nada sobre sus vecinos. ¿Hay algo más cercano al efecto del teatro -perdón, taetro- que planteaba Brecht? Supongo que al llegar a casa, tocó la puerta de al lado y, en una de esas, hasta se le hizo coger.
15 mayo, 2020 @ 6:44 am
Me fascinó su texto, maestro Rodolfo, como todo lo que he leído de su pluma. ¿Me podría indicar en qué libro aparece esa cita de Octavio Paz? Llevo mucho tiempo buscándolo. Gracias y felicidades por su maravillosa episteme y prosa.
15 mayo, 2020 @ 1:21 pm
La maldita manía de expander un texto en beneficio propio. Es evidente que mi texto era una simple reacción a la experiencia de ver un acto teatral por streming. Daba el contexto de un niño que creció en la era previrtual para situar mi postura ante la mutación tecnológica y terminaba ejerciendo el soberano derecho del espectador, no de dictar sentencia sino algo más simple: dar mi punto de vista. Ya en la polémica puedo citar al clásico :si todo es teatro nada es teatro. Es un hecho que la tecnología ha modificado al teatro y que lo seguirá haciendo. Solo rompiendo los límites del teatro el teatro cumple su devenir histórico. Eso no impide que una gente de Teatro prefiera ver teatro en vivo que por Internet. La experiencia de ir a un parque de Berlín para hallar un teléfono que te comunicaba con un call center en Calcuta, que menciona Rodolfo, me pareció tan intrascendente como ponerte a platicar con la voz que te jode las mañanas recordándote tus deudas. Que Rodolfo mencione el testimonio de oídas de un sujeto que descubrió ahí su desolación para legitimar su argumento no es digno de él. Por el contrario, cuando vi en Sarajevo el montaje de Rimini Protokol sobre la sustitución de la voz humana de los pregoneros musulmanes que cantan desde los mineretes la gloria de Alá, por la voz de un famoso cantante egipcio, me conmovi hasta el llanto porque junto a la historia grabada de los pregoneros, lo que estremecía al espectador era la presencia física de esos humildes cantores de la divinidad. Se preguntaba en fb una querida amiga de Monterrey si no había una presencia real en la video llamada que alguien le hace a un ser querido aislado por la pandemia que nos metió en esta discusión. Le respondí que si porque era el último recurso ante la muerte, pero que no dejaba de ser una sustitución del último abrazo al ser amado, magníficada precisamente por el hecho de no poder tocar ese cuerpo que está a punto de morir. Como dice el maestro Zapata incluido aquí por Rodolfo como otro ejemplar de la era del hielo del teatro: que hagan lo que se les dé su chingada gana con sus manías, pero que no le digan teatro. Brecht dixit.
15 mayo, 2020 @ 2:48 pm
El teatro más revolucionario hoy, el más confrontante, será el que simplemente ponga el cuerpo frente al esectador. Todo lo demás es una estrategia de salud. Teatro a pelo, teatro clandestino, teatro como es el teatro, será la incognita a resolver. No como la representación de la representación del tik tok que se anhela. Esta trancisión que vivimos por la pandemia, no es más que eso, una transición. La vida, tenrá que volver, no la normalidad, si el teatro que es teatro, sigue siendo teatro o queremos que siga siendo teatro. Leo por aqui y por allá, a los que ven en el zoom la panacea, la tabla de salvación. Juegan de pronto a inventar el cine, pero este ya se inventó hace más de 120 años. El teatro, ese que ahora parece espectro de otros tiempos, dicen, no se volvera a hacer como se hacía y hay que entenderlo. También se dijo precisamente lo mismo cuando se inventó el cine, cuando se inventó la televisión 50 años después del cine. El teatro igual siguió compartiendo sudor y lágrimas y gotitas de fresco olor a muerte. No va a parar. Como habremos de seguir haciendolo, es la pregunta. La respuesta no será una. Algunos se meteran para siempre en los brazos estereofonicos del teatro en casa a traves del zoom, y tal vez otros, no pocos, se aventuraran a la experiencia de vida o muerte de estar frente a frente con el otro.
15 mayo, 2020 @ 3:57 pm
Nunca he pensado en obtener el Premio Nobel con mis publicaciones de Face Book; yo lo único que digo es que el teatro virtual no es teatro, sino «video teatro» o algo así, que está por encontrar su nombre. No encuentro nada peyorativo en llamarlo «video teatro»; en la danza se hace «video danza», desde hace muchos años, y es algo muy chingón. Cuando Pina Bausch mezcló el teatro con la danza lo llamó «teatro danza» y es una maravilla. Simplemente es una cuestión semántica; llamar las cosas por su nombre. Y sí, ojalá que el teatro tampoco sea literatura… Un abrazo.
15 mayo, 2020 @ 4:09 pm
Afirmar que algo no es teatro en tiempos de expansión de las artes tiene unas repercusión inevitable en la comunidad teatral que está encerrada en casa y con hambre de nuevas propuestas. Hay más propuestas de teatro virtual que no son simplemente en streaming. El viernes pasado pude asistir a la función de la compañía madrileña Vladimir Tzekov que acoge el Teatro La Abadía. Hoy viernes 15 repiten la experiencia a las 14hrs, hora de México. Les dejo el link por si quieren probar: https://www.teatroabadia.com/es/temporada/613/visita-guiada-a-una-sesion-de-bdsm-no26/
Yo tengo un especial interés en esta compañía, así que puede ser una opinión demasiado atravesada por lo subjetivo (¿qué no lo es?), pero pienso que ellos proponen, en esta pieza, una interacción diferente con el espectador, y consiguen que el espectador interactúe con el dispositivo de una manera particular y tenga una experiencia única e irrepetible, como ocurre en el teatro (y en otras tantas experiencias).
Parece ser una cuestión de gustos y de afinidades… Yo también soy una apasionada del ritual presencial que implica el hecho teatral, pero si se es un hacedor e investigador del teatro, debería interesarnos toda manera de abordar el teatro e imaginar sus posibilidades, aunque no nos pongamos la camiseta.
15 mayo, 2020 @ 5:24 pm
Qué bueno que Fernando traiga a cuento al clásico. Pero no sé a cuál se refiere, porque el auténtico se llama Roland Barthes y la frase dice «si ya todo es teatro, ¿qué espacio queda para el teatro?». El matiz es importante, porque en el rancho sin luz nuestro villano favorito se la fusiló impunemente y la editó para legislar y fortalecer su feudo. Y ese es siempre el peligro del asunto. Y la frase, como se puede entender, no tiene que ver, como piensa Toño Zúñiga, con el descubrimiento de zoom o la pandemia. Es algo que está en la realidad hace ya muchos años. Y la respuesta a la pregunta de Barthes es justamente lo que originó el trabajo de Rimini Protokoll que Fernando describe, como siempre, con maestría. Al revés del pope local que elimina la pregunta y se atrinchera negando la realidad de un mundo donde las diferencias tajantes desaparecieron y las circulaciones entre presencia y mediación, distancia y cercanía, presentación y representación son mucho más complejas. Lo mismo que en el teatro.
15 mayo, 2020 @ 5:27 pm
P.D. Connie: la cita de Paz es de «El arco y la lira».
15 mayo, 2020 @ 6:57 pm
Como me han preguntado si me ofendí por la discrepancia de Rodolo con mi nota, respondo que es un privilegio que una de las inteligencias más preclsras de nuestra escena utilice un texto mío para lucirla. Por supuesto que estoyy de acuerdo con él cunando dice que lo esencial para hacer teatro es preguntarse que teatro y para qué. Cómo no estarlo si llevo 20 años preguntando en mis talleres de crítica : teatro para qué y teatro para quien. Como mi nota no tenía otra pretensión que dar testimonio de una experiencia me parece correcto decir que Rodolfo leyó demás para presentar su argumento. Ser viejo no me impide ver el futuro, así que también concuerdo en que eso que llamamos teatro tendrá varios derivaciones y una de ellas será la virtualidad. Repito lo que comente sobre el estupendo Meme que me dio mis 15 segundos de fama. Yo lo único que afirmó es que es mejor el amor carnal que el virtual. Me alegró el día que me llame Pope de pueblo porque esa es mi aspiración. Acaso para el es una ofensa porque su ambición es más grande: Pope Metropolitano. En cuanto a la frase que le alteró el humor, pensé que había entendido la ironía. Citaba yo a Luis de Tavira. Rodolfo, salud, caro amigo.
15 mayo, 2020 @ 7:31 pm
Pensé que el papa local era yo, porque el saco estaba confeccionado a mi medida.. Por si las moscas, debo decir que, a partir de ahora, aceptaré el pensamiento de avanzada, sin importar que el gato sea liebre y que el sentido común desaparezca. Larga vida al teatro, sea virtual, radiofónico o en fotonovela.
15 mayo, 2020 @ 8:03 pm
Mi queridísimo Fernando (y otra vez de refilón, Martín): lamento ahora arruinarte el día pero obviamente con el Pope me refería también al cacique flaco de Coyoacan. «Todavía hay clases, óigalo bien…» Un abrazote!