Quién apaga la luz
EL FINANCIERO
Fernando de Ita
El recorte presupuestal para el sector cultural es tan drástico que solo falta saber quién apaga la luz. Ante una emergencia tan grave resulta nefasto que los funcionarios del ramo, en lugar de informar puntualmente de la situación a la comunidad artística, se comporten como el avestruz. Un problema tan serio no se oculta, se comparte con los afectados para buscar una solución conjunta.
En el diario Reforma Lázaro Azar ha dejado en claro hasta qué punto los nuevos funcionarios de diversas áreas del CONACULTA están apagando el fuego con gasolina, y cómo aún hay servidores públicos con sentido de la responsabilidad, como María Teresa Frenk, quien renunció a la Coordinación Nacional de Música y Ópera para no ser ella quien apague la luz de su sector.
En tiempos difíciles se requiere de gente capaz de batallar en contra de la adversidad, de funcionarios que generen consenso no disenso, de servidores públicos que trabajen de cara a la sociedad, aunque esto los ponga eventualmente de espaldas al gobierno. Me pregunto si Consuelo Saizar nombraría a la misma gente que ha nombrado, ya ha sabiendas de la espesa noche que deberá cruzar para hallar alguna luz.
Por lo pronto, los nombrados deberían mostrar prudencia, y no prescindir, como ha hecho la doctora Lidia Camacho, directora del FIC, de gente clave para llevar a buen puerto su función, como Ángel Ancóna, director técnico del Cervantino en los últimos 8 años. Para cometer tal error hace falta ignorar la importancia y la complejidad que tiene la cuestión técnica en un Festival de la dimensión internacional del de Guanajuato, hace falta desconocer la capacidad de Ancona no solo para manejar su área y estar al día en las innovaciones tecnológicas, sino para saber ensamblar y manejar a un equipo tan fregón y tan intrincado como el de los técnicos mexicanos. Tal vez en otras áreas del FIC se puede correr ése riesgo sin poner en peligro la realización del Festival, pero no en una función en la que resulta fatal improvisar a la gente, más al cerebro de ese entramado de músculo, conocimiento, experiencia y tecnología, y al cuarto para las doce. A ver quien es el guapo que llena los zapatos de Ancona.
La directora del INBA, Teresa Vicencio, tuvo la oportunidad de convocar a la comunidad a la que sirve para enfrentar la emergencia presupuestal. En su primera aparición formal ante los medios pudo decir la verdad; decir que está en riesgo la función del Instituto, que es la producir bienes y servicios culturales para la gente, no nadar de muertito. En cambio, presentó un programa sin ambición de futuro, sin aliento de cambio, de transformación, de innovación, de incidencia ante la crisis Dijo que deseaba darle a Bellas Artes su dimensión nacional, pero no explicó cómo lo haría sin los recursos para que el INBA cumpla, al menos, con los compromisos adquiridos. Evitó, además, el contacto con los medios, las preguntas que debe responder todo funcionario público. Solo alguien que no tiene clara su función, que no sabe cómo defender sus decisiones, que desconoce la manera en que enfrentará los problemas que conlleva su cargo, impide el diálogo con el público.
Si los responsables de la administración cultural no están al servicio de la sociedad sino del gobierno que los llevó al cargo, alguien tiene que alzar la voz para preguntar dónde está el dinero que la Cámara de Diputados le asignó a la cultura. Porque no se trata únicamente de un problema administrativo sino político. ¿Por qué no se dijo antes de las elecciones que se tendría que recortar el presupuesto, y por qué no se obró en consecuencia con la fortuna otorgada a los partidos y al proceso electoral? ¿Por qué en beneficio de tan pocos se tiene que joder a tantos?
La cultura es prescindible para quien ignora el valor del pensamiento, la intuición, la virtud, el talento, es decir; para nuestra clase política. A los ciegos les da igual que el escenario esté a oscuras. ¿Pero que harás tú, amante de las ideas y las formas para que esa luz siga prendida?