Juez y parte: En este país, las evidencias de un delito no sirven para nada

«Lázaro Fernando Rodríguez (segundo izq. a der.), participante de la Muestra, y promotor de la misma, así como representante de la UAS»
A punto del infarto, la Muestra Nacional de Teatro encontró en la parcelación de su nomenclatura el marcapaso que ya el año pasado le dio un respiro, en la ciudad de Aguascalientes, al reconocer que no se puede meter todo el teatro público que se hace en el país en la misma bolsa. La Muestra comenzó una nueva época en donde la diversidad de la dramática y la escénica de la nopalera tienen sus propios nichos.
En la misión de oxigenar a un cuerpo inerte, Antonio Crestani retomó, desde la Dirección de Vinculación Cultural con los Estados, la complicada tarea de organizar las muestras estatales y regionales que fueron en los años 90 el filtro para llegar a la reunión nacional del teatro en México. Como responsable de aquella primera experiencia, sé lo difícil que resulta lograr el concurso de las instituciones culturales de 32 estados para establecer competencias incluyentes, imparciales y trasparentes de los grupos que hacen teatro en sus localidades.
Para los perdedores de cualquier concurso, todo premio está amañando, amafiado, arreglado, comprometido de antemano. Por ello es indispensable que las reglas de estos eventos sean claras, precisas en los puntos clave, y uno de ellos, acaso el más importante, es que quien organice las muestras estatales no puedan, por ningún motivo, participar en ellas.
Por ello causó estupor que el ganador de la Muestra Estatal de Teatro (MET) de Sinaloa fuera Lázaro Fernando Rodríguez Gastelum, uno de los organizadores de la fiesta. En la prensa local se difundió que para sorpresa de todos, los ganadores fueron dos jubilados que tomaron por primera vez en su vida un taller impartido por Lázaro Fernando, en la Escuela Municipal de Teatro, con la obra de Sergio Galindo, Más encima… del cielo, taller que tiene sólo tres años de fundado, mientras en la convocatoria se pide que los participantes tengan al menos cinco años de trabajo.
Quiero anotar que la noticia me pareció estupenda porque la obra del autor sonorense es como un canto, como un quejido —en el sentido gitano del término— contra el gobierno que te quita la tierra donde están enterrados tus muertos y afincada tu vida, en nombre del progreso. Me preció excelente porque tengo a Lázaro como uno de los directores más solventes de su estado y porque a lo lejos consideré que los dos jubilados que se acercaban por primera vez al teatro debieron estar soberbios para ganarles a los actores con recorrido escénico.
No fue así. Enseguida me llegaron comentarios de colegas de los medios y de gente de teatro diciendo que, en principio, Lázaro no debió participar porque fue uno de los organizadores de la MET como representante de la Universidad Autónoma de Sinaloa, y que si bien el montaje de la obra de Galindo y la actuación de los jubilados eran correctos, había por lo menos dos puestas en escena muy por encima en todos los reglones de la producción de un espectáculo, que la obra ganadora. Particularmente, La repatriación de Julia de Antonio Zúñiga, dirigida por Alberto Solían quien es la contraparte —por así decirlo— del TATUAS grupo fundado por Oscar Liera, ahora dirigido por Fito Arriaga, al que pertenece Lázaro. Sin el TATUAS difícilmente Arriaga y Rodríguez habrían alcanzado los puestos y las canonjías que han logrado en la UAS y los gobiernos estatal y municipal.
El caso es que me mandaron los diarios y los videos en donde la errática directora del Instituto Sinaloense de Cultura, la licenciada María Luisa Miranda Monreal, presenta a Lázaro como parte de la organización de la Muestra en su carácter de representante de la UAS. Periódicos y videos en lo que Lázaro presenta a uno de los talleristas de la Muestra como parte de la organización de la misma.
Con estos elementos, cinco directores de teatro y diversos actores que participaron en la convocatoria, mandaron una carta a Vinculación, con copia a Juan Melía, pidiendo que tomaran cartas en el asunto porque se había violado uno de los principios fundamentales de cualquier convocatoria pública: la no participación de sus organizadores.
Me cuentan los protestantes que Melía respondió con prontitud y solicitó de inmediato la información pertinente con la directora del ISIC, la misma que semanas antes había hecho el ridículo diciendo que la cancelación del taller que iba a impartir el dramaturgo Enrique Olmos en Culiacán, se debía a que no presentó la carta de derechos de autor. Entiendo que luego justificó la pifia diciendo que había sido mal informada por sus subalternos, sin vislumbrar que en lugar de componer su desatino lo estaba exhibiendo.
La oficina de Juan Melía preguntó si Lázaro Fernando trabajaba en el ISIC, o si recibió algún pago como organizador de la Muestra, y naturalmente la confundida funcionaria dijo que no. Entonces la Coordinación de teatro del INBA se lavó las manos porque no había motivo para su intervención. En este país, las evidencias textuales, visuales, documentadas de un delito sirven para un carájo. De ahí los Duarte, los Padrés, los Moreira.
Lo funesto del caso es que en el proceso de reclamo circularon video en el que uno de los jurados, Saúl Meléndez, dice en una noche de copas que él influyó en los otros dos dictaminadores para que ganara el montaje de su brother Lázaro, e involucra al dramaturgo sonorense Cutberto López en la trama. Video que según otras fuentes, es un vil montaje. En la trifulca virtual aparecieron caricaturas en las que Fito Corleone regaña a Lázaro por no haber comprado también a los jurados de la Muestra Regional de Teatro que tuvo lugar en la Paz hace unos días, donde el montaje de Lázaro pasó sin pena ni gloria. La desvergüenza política y la palada de mierda en el centro del escenario culiche al que Oscar Liera le dio la dignidad de una tribuna púbica.
Viendo los videos de la obra ganadora y del montaje de Solían no se entiende por qué ganó la primera. Pero el teatro grabado no es teatro. De mí ya larga experiencia como dictaminador concluyo que los jurados del ámbito cultural se pueden equivocar pero no hacer trampa. Pero me queda claro que se violó un punto central de toda convocatoria pública, porque es evidente que Lázaro Fernando fue juez y parte de la Muestra Estatal de Teatro de Sinaloa. Lo que me lleva a pensar que la lección que le dejó Oscar Liera a sus discípulos no fue que se convirtieran en funcionarios de la cultura sino que hicieran todo lo posible para evitarlo.
14 octubre, 2016 @ 6:13 pm
Estrictamente basado en la información por demás puntual de lo que se lee en el artículo, más allá de concursantes, jurados y autoridades locales, a mí me parece que quien convoca, así como tiene la atribución de definir las reglas, tiene la obligación de velar por su cabal cumplimiento y, en su caso, actuar en consecuencia. Por lo tanto, habría que ver qué dicen del asunto no tanto los doblemente involucrados del la MET de Sonora, sino los convocantes que establecieron la realización de METs como paso previo a la MNT. ¿O no?
14 octubre, 2016 @ 6:18 pm
(Errata, más al sur) *Sinaloa