Los Corderos, el juego de las dominaciones
Los corderos, de Daniel Veronese, fue presentada el día de ayer en el FUT, la función de las 6:00 pm fue turbulenta y audaz. A cago de la compañía La rama del teatro, esta pieza nos adentra a la intimidad de cinco personajes reunidos por un secuestro y una excitación de los sentidos que los lleva a planos de demencia y sexualidad más allá de lo común.
Con una escenografía mínima y muy acotada, la obra se centra en el comportamiento de los personajes y las confrontaciones entre ellos, dotando a la trama de un sentimiento de claustrofobia y cautiverio con el espacio reducido y la cercanía entre los actores. Repleta de ironía e ímpetu emocional, la obra parece querer inquietar permanentemente al espectador, entre sobresaltos violentos y momentos cómicos.
A lo largo de la trama, cada personaje se desenvuelve como dominador y dominado en algún momento. Al transitar de un rol a otro con fluidez, se logra que el espectador pueda modificar su percepción de cada uno de ellos. Así, los diálogos —rápidos, superpuestos, a veces sin sentido aparente— obligan al espectador a ir formando una propia idea del sentido y cause del conflicto.
Para mala fortuna del reparto, una falla grave en la escenografía y un descuido con la utilería difícil de ignorar interrumpieron la trama constantemente. Ante esto, salió a relucir la capacidad de resolución y de improvisación de los actores, y la obra terminó recargándose en esos momentos irremediablemente a la comicidad y la ironía. Si bien esto logró una simpatía inmediata por parte del público, afectó la trama en varios momentos, hasta que los actores retomaron el rumbo con naturalidad.
Los corderos es un ir y venir de dominaciones que propone una búsqueda del poder sobre el otro por medio de la violencia física y psicológica, la seducción, la confusión, la intolerancia, el miedo, la irracionalidad, lo socialmente incorrecto… la demencia.