Tres miradas sobre el amor
Segundo día de Festival, las ausencias se van acomodando mientras reímos juntes. Un intenso día con dos obras presenciales una virtual y una sesión del Aula del espectador conducida por Didanwy Kent. Es inevitable pensarlo todo en relación a la pandemia, todas las reflexiones sobre las obras y la dirección escénica están atravesadas por la distancia, el vivir con cubrebocas, el miedo y la incertidumbre, quizá demasiado, quizá pensar exhaustivamente en eso no nos deja sentir y pensar otras cosas. Las experiencias son distintas, hay quienes han asistido a muy pocos eventos presenciales, quienes hemos tenido que viajar o montar y estrenar estamos más habituadas a continuar la vida con cuidados, confiando en burbujas sociales que, por supuesto, también suponen un riesgo. Lo cierto es que todo conlleva riesgos y se pueden asumir responsablemente procurando cuidados para una y para las demás. El problema, me parece, es cuando no se sopesa el riesgo y simplemente no importa o no se piensa, eso es negligente, pero ya me desvié. Bueno, me desvié y no porque así fueron todas las conversaciones en la 19ª edición del Festival de la Joven Dramaturgia, así las cosas en 2021, estamos agotados del tema pero es imposible evadirlo.
Presenciamos (ahora sí) tres obras completamente diferentes en estrategias, formas dramáticas y búsquedas y en común tienen el tema del encuentro amoroso, también desde perspectivas muy diferentes y que generan un panorama interesante de relaciones y de cómo se entiende el amor en la segunda década del siglo XXI. La primera obra fue una puesta en espacio de La quema de unicornios de Luis Romani, una obra esquizofrénica con mucha acción, personajes delirantes y un ambiente llamativo. En un sentido me recuerda a la Estupidez de Rafael Spregelburd, donde al final las acciones y el complejo entramado no lleva a ningún lado, lamentablemente la dramaturgia de Romani todavía no tiene potencia para hacer funcionar ese delirio, aunque tiene elementos muy afortunados y una visión del mundo cínica donde la única posibilidad de amor —entre dos seres extraños y únicos, como unicornios— queda hecha cenizas. Sin embargo, una relación poco explotada tanto en la dirección como en la resolución final del autor es la amistad entre Tristán y Lady Freud, la única relación real que se presenta. La dirección de Monserrat Peralta asumió el reto completo, en un espacio vacío recreó el ambiente de esta fiesta enloquecida principalmente por la actuación y los vestuarios, no hay crédito para ellos, pero son disfraces muy elaborados en una fiesta de disfraces, que hacen toda la diferencia en el ambiente de los personajes. También asume la antipatía de estos “niños ricos” y sí, a los cinco minutos quieres que todos se mueran, aunque el excesivo acento fresa no estuvo suficientemente dosificado y la actuaciones en muchas ocasiones quedaban falta de matices lo cual resultaba cansado, en una obra de por sí vertiginosa. Con todo, un reto muy bien asumido que el público disfrutó ampliamente.
Terminada La quema de unicornios, cada quien corrió a un espacio distinto donde pudiera tener internet suficiente para la función virtual de El misterio del amor entre varones de Teatro en el Incendio, con la autoría y dirección de Gilberto Corrales. Se trata de una obra multiplataformas, con base principalmente en WhatsApp desde donde se envían links de instagram y videos, que Isaac Sainz describió muy bien en este mismo espacio, con motivo del estreno.
La premisa central es que el espectador es testigo silencioso (nosotres no podemos escribir en el chat) de mensajes de WhatsApp que poco a poco van develando una relación amorosa interrumpida inesperadamente y la búsqueda del amante abandonado por respuestas. La obra anuncia un misterio por develar, el de la relación amorosa entre hombres y el misterio es que no hay tal, que “el amor entre varones” puede ser tan tóxico y tan cursi como cualquier estereotipo de relación heterosexual que hemos consumido en los diferentes medios. Esta pieza se desarrolló y estrenó en medio de la pandemia, cuando la mayoría de los esfuerzos de los creadores escénicos se volcaron a contenidos audiovisuales, ya sea en vivo o en grabaciones, el mayor hallazgo de Corrales en esta pieza es el dispositivo.
Por último asistimos a Voy a reventar los zapatos si no me los saco; memorias migrantes de La Maniobra Colectiva Escénica, escrita, dirigida e interpretada por Leonor Arely Téllez y Bawixtabay Torres. Una pieza donde las creadoras exponen su experiencias personales y su camino por la Facultad de Teatro en Xalapa, su migración de Chihuahua a Xalapa y sobre todo nos dejan ver su amistad, todo de una forma lúdica y con un humor que nos permite burlarnos de nosotros mismos y acompañar nuestros dolores, y los de ellas, con una risa de complicidad. Aquí hay literalmente una pelea contra el amor romántico, un dilema sobre las relaciones de pareja y cómo las afrontamos; problematizadas muy brevemente, pero de forma contundente aunque al final es claro que el amor más fuerte es su amistad y es por esa amistad que pueden contarnos pasajes muy oscuros con gran ligereza. Un juego de lotería intervenido enuncia y denuncia violencias que les atravesaron durante su etapa de estudiantes de teatro y la forma en asumían era el Teatro a partir de dinámicas tóxicas. El recurso escénico de la lotería para describir y exhibir con un tono lúdico cosas que pueden ser muy dolorosas y sí es una característica de las expresiones mexicanas, ahora tengo muy presente con pieza de Sonora Ya viste el agua que está llorando ai, que denuncia el envenenamiento del Río Sonora por el Grupo México.