El placer del morbo
Rafael Volta
Hedonismo
No conoces una ciudad o un cuerpo sino sabes en qué áreas obtener el placer. En Querétaro, bien puede encontrarse en la zona roja, alrededor de la Alameda Central donde se ejerce la prostitución y la venta de drogas; o en el circuito de cantinas y bares en el Centro Histórico para beber mezcal, cerveza y escuchar rock en vivo; o en las iglesias para salir purificado después de una larga confesión y comer el cuerpo de Dios en la eucarístía.
El placer espiritual, intelectual y corporal es un derecho a la que toda persona tendría acceso. Se dice que las sesiones de masturbación y el sexo se han incrementado durante el encierro, como lo desmuestra el elevado número de embarazos durante la pandemia. Tal parece que el confinamiento es el detonador para explorar lo prohibido. Si el espacio físico o el status quo restringen el placer individual y colectivo estamos ante el preámbulo de un incendio o revolución.
Desierto nocturno
Martes por la noche. Aire frío y calles semi-desiertas en la queretanidad. Ese extraño territorio conservador, cuna de la independencia, imán de exorcismos y donde a veces se guardan las buenas costumbres. Todo el mundo parece estar en casa cenando tamales o viendo teleseries. Solamente los atrevidos salimos a ver teatro a las nueve de la noche en un Museo de la Ciudad renovado, tranquilo y misterioso. Once personas esperamos en las bancas para asistir a la función de hoy. De lejos escucho las conversaciones sobre el supuesto embarazo de Lyn May: la charla y el chisme son un gran placer entre amigos. Yo por mi parte stalkeo desde mi celular abandonándome al gozo de los solitarios. La cantera de las paredes guarda secretos inconfesables en cada uno de los poros de la piedra. Todos llevamos mascarillas. Humanos viviendo la distopía y nostálgicos de un género fundado hace 2,500 años. El teatro se ha vuelto tan marginal en la pandemia que solamente quince personas son permitidas para esta función en la nueva normalidad.
Antes de iniciar, Luis Santillán, autor y director de Los Placeres del Convento, da las instrucciones sanitarias y logísticas para los espectadores. Nos presta una lámpara y recalca que está estrictamente prohibido tomar fotos. Aumenta la expectativa y el morbo. Es bien sabido que la dramaturgia de Luis se caracteriza por tener siempre personajes femeninos y explorar el desnudo artístico.
El espacio
Atrás del patio morisco del Museo de la Ciudad se encuentra otro pequeño patio secreto en cuya esquina hay una encantadora pileta de cantera. Las paredes son altísimas y gruesas; favorecen la mirada hacia las estrellas nocturnas. Dan idea de la inmensidad y de un delicado encierro. El espacio escénico es sencillo y majestuoso. Barras de leds rosas y moradas son suficientes para crear una atmósfera oscura y femenina. La obra avanza por bloques. En cada uno, va sumándose un personaje femenino. Se inicia con monólogo en forma de oración hacia la divinidad para terminar con tres jovenes monjas dialogando ágilmente acerca de la espiritualidad y el deseo sexual. Aparece otra monja en discordia que no tiene pudor por hacerles saber que el placer y Dios no necesariamente están en conflicto con las creencias católicas. Las invita a explorar. La tentación está servida.
A través de diálogos breves se plantea de inmediato el ethos de cada personaje. El primer bloque reprimido de monjas está interpretado por Dadá Salas, Manya Loria y Gemma S. Granados. La monja liberal es interpretada por Roja Ibarra y después de que aparece en escena, la estructura de la obra abandona el diálogo para confrontar personajes y lo sustituye por tareas escénicas grupales e individuales orientadas a que las monjas experimenten su cuerpo y el cuerpo de la otra. Manos ajenas. Otras pieles.
Hasta ese momento la atención se concentraba en adivinar cuál de las cuatro monjas terminaría destruida, como suele ser la tendencia en la dramaturgia de Santillán. Esperar a que el entramado llevara a la primera monja, interpretada por Dadá Salas, a convertirse en una mujer que finalmente probó la carne varonil de la divinidad o a que la última monja liberal, interpretada por Roja Ibarra, fuera llevada a la esclavitud corporal. Entramar para que el arco de cada personaje termine en su opuesto. La obra toma otro derrotero que la aleja del teatro tradicional para ir hacia el performance y a querer venderse como una expericiencia escénica. Las palabras se reducen al mínimo y los cuatro personajes expanden el escenario hacia una galería y baños en las cuales las monjas se arrepienten, rezan, y tratan de apagar su fuego toquete-torturándose a sí mismas.
Romper el tono
El vestuario es sencillo: consiste en una bata blanca hasta las rodillas. Se da a entender que la ficción ocurre en algun punto del siglo XIX; en concreto en 1859 cuando el recinto se convirtió en un espacio para enclaustrar monjas de verdad. Cuando se ejecuta un aquelarre coreográfico teniendo como fondo Down in Mexico de The Coasters, la obra nos sugiere que nos encontramos en algun punto después de 1960 o en el extraño 2021. Aquí es donde se rompe el tono, y y lo que se creía era un drama histórico post-colonial, ahora es un drama contemporáneo. El baile es un tanto artificial dado que el director se hace notar demasiado pues es quien pone las luces, reproduce la música de fondo y hace sonar una campanita para indicar a los asistentes que es momento de cambiar de espacio. Hubiera sido más transparente y verosímil que las propias actrices pusieran la música y que ellas mismas, sin decir las instrucciones, se hicieran seguir por los espectadores. Daba la impresión de que el director, como si fuera un policía, protegegía la vulnerabilidad de las actrices.
Roja Ibarra, Manya Loria, Gemma S. Granados y Dadá Salas ejecutan las coreografías con soltura y gracia. Las escenas eróticas denotan seguridad y cuando aparecen desnudas parecieran estar en la intimidad de su habitación. Confían en la propuesta estética del dramaturgo. Muestran una gran valentía dado la cercano de los espectadores con su cuerpo y al hecho de que en en varios momentos la iluminación descansa en los propios asistentes, quienes con la lámpara revelan su voyeurismo, ya que pueden iluminar los desnudos completos desde la penumbra. Los mejores momentos suceden en una orgía con vino tinto ya que se dejó un delicioso olor a pecado y alcohol mezclado con cantera rosada del siglo XVII; y cuando las actrices revientan globos blancos llenos de agua como una metáfora de los cientos de orgasmos acumulados.
Arriesgarse al placer
Los Placeres del Convento también es un experimento social donde se puede medir el grado de morbosidad de cada espectador mediante el uso de una lámpara para apuntar hacia el cuerpo de las actrices. Es arriesgado, pero constituye un símil del núcleo duro y conservador de la queretanidad. Señalar a la mujer. Agredirla. Usarla. Victimizarla. Revictimizarla. Limitarla en sus derechos y en la exploración de su sexualidad como se le venga en gana. La luz es aventar la primera piedra por los que están “libres” de pecado. La obra apostó a la resolucion del conflicto de los personajes, no mediante el dialogo y la narración, sino a través de la plena corporalidad. El conflicto interno se soluciona lo externo, es decir experimentar un cuerpo ajeno. El resultado es una obra híbrida, un tanto desbalanceada y con la sensación de haber quedado trunca en su segunda parte.
Nuevas Ideas
Experimentar otras formas de placer sin censuras, ni creencias del siglo XIX es lo que quizá nos hace falta. La pandemia sería más llevadera al abrirnos a misterios gozosos y gloriosos más alla de las bien vistos.
Qué bueno que no me quedé en casa cenando tamales o viendo teleseries.
Viva el teatro mexicano. Está de vuelta.
Los Placeres del Convento. Experiencia Escénica de Recorrido, tuvo una breve temporada en el Museo de la Ciudad del 7 al 13 de Agosto a las 21 hrs. Dramaturgia y Dirección Luis Santillán. Actuaciones de Roja Ibarra, Manya Loria, Gemma S. Granados y Dadá Salas.
Rafael Volta (Querétaro, 1977)
Autor de Principia Mathe-Machina (Poesía) Fondo Editorial de Querétaro (2018); The Q Horses (Dramaturgia) Herring Publishers (2018); Neowise, Confinamiento y Virus. 20 Poemas para Instagram Stories (2020).
Mediador en la Sala de Lectura Edgar Allan Poe, especializada en poesía, ciencia ficción y terror.
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