La venganza tecnológica
Área 51 fue uno de lo primeros colectivos de los estados en buscar la manera de hacer teatro en tiempos de Pandemia, es decir, por un medio electrónico. El núcleo de actrices que componen la agrupación xalapeña contó historias propias y ajenas con solvencia dramática e insolvencia audiovisual por la limitación tecnológica. Fueron episodios unipersonales en los que el medio no era el mensaje sino el recurso para no bajar el telón del teatro. Con ese impulso ensayaron su primer esfuerzo colectivo: La venganza de Troya, una mirada feminista a una de las narraciones madre de la literatura occidental, en la que las mujeres tomaron el protagonismo que tuvieron Agamenón y sus aqueos en la leyenda clásica. Recuerdo que el esfuerzo de producción era tan notable como la confusión de la trama y el argumento, que como enseña el maestro de Coatepec, son dos cosas distintas.
Entiendo que Alejandra Serrano modificó su primer texto para dar una breve temporada presencial en la sede del grupo, y que Karina Eguía recompuso la dirección de la obra para tal fin. El motivo central de esos cambios fue dirigir el espectáculo al público adolescente. Hace unos días la grabación del montaje se pasó por Zoom, dentro del 2º ANTIFESTIVAL, y es de su función en pantalla que desprendo estas consideraciones. La primera: meterse con los griegos es aceptar que siempre estaremos por abajo de su paradigma, como demostró David Gaytán con su aclamada adaptación de Antígona, con la que igual enseñó la eficacia de la didáctica para meter a los jóvenes en los orígenes de la tragedia.
Gaytán tuvo el tino de seguir el guion Sófocles y tratarlo como tal, como una historia editada en la actualidad. Alejandra Serrano tuvo la dificultad de darles a las mujeres de la Ilíada su propia personalidad, porque en el canto homérico son las víctimas o las causantes del desastre masculino, y sólo tienen voz propia para acentuar su sometimiento al orden establecido, incluso en su rebelión. Como videonauta estaba pendiente de qué manera lograría la dramaturga hacer hablar a griegas y troyanas del siglo VIII de la era antigua como mujeres emancipadas, cuando comenzó el desastre histriónico y tecnológico. Las actrices comenzaron a gritar, los micrófonos a popear y la cámara a deambular sin establecer el motivo de su toma, la prioridad visual, lo que quiere la directora que yo vea, lo que es importante para lo que estoy contando. Porque ya no es teatro, ni cine; es video, y si no utilizo ese lenguaje estoy perdido. ¿Para qué los gritos en los que se pierde el sentido del parlamento, si puedo tener un Close up que me permita ver la intención del personaje y escuchar en media voz los matices de su discurso? Porque en los momentos en que el texto se escuchaba bien, quedaba claro que no había síntesis de lenguaje ni orientación didáctica del conflicto, sino discurso, construcción verbal del argumento que no adelanta sino dilata la acción. En una historia tan basta y enredada como la Guerra de Troya, es muy fácil perderse si no vas con todo en una misma dirección.
Por lo dicho, supongo que se pasó en Zoom la grabación de una sola función de teatro, porque si fueron varias si tienen pertinencia mis observaciones, que hago sin placer, por cierto, porque me habría encantado enterarme que quisieron decir estas mujeres hoy, hablando de tantos siglos atrás, como aconsejaba Brecht hablar del presente. Bueno, él tenía sus motivos; estaba Hitler. En la era de Acuario las mujeres de clase media urbana tienen la libertad de expresarse con entera libertad sobre las Vengadoras de la Vagina, como tuve el atrevimiento de llamar a un par de programas virtuales que justificaban la brutal castración de dos heroínas contra sus violadores. Espero que las Bacantes de Área 51 no lleguen a esos extremos, pero me quedé en babia respecto a la intención, el mensaje, la didáctica femenina de éste discurso y éste montaje. Como el Internet de mi pueblo no es confiable, les comenté a dos camaradas que vieron la obra hasta el final mi experiencia y la confirmaron punto por punto. Como uno de ellos nació en Tebas se quejó de lo básico de las referencias homéricas, objeción que no comparto pensando en el público al que va dirigido. Me preocupa más que un colectivo pionero en la trasmisión de su teatro por Internet no encuentre aun la conciliación de dos lenguajes que buscando lo mismo lo hacen por caminos distintos.
Hay un enigma en el futuro del teatro. ¿Volver a la vieja práctica como si nada hubiera sucedido, o entender que si el mundo ya no es el mismo el teatro tampoco puede serlo? Me parece que La Venganza de Troya intenta responder la interrogación. Si se comportan como deportistas del teatro, el equipo entero podrá ver en el Video las fallas del texto, la dirección, las actuaciones, el vestuario, la música, el atrezo, si las hay. Sin duda hay aciertos individuales y de conjunto, pero menciono al deporte porque al contrario del teatro, la autocrítica va dirigida a ver los errores cometidos, pero sobre todo, lo que tienen que hacer para no repetirlos. No es la derrota lo que celebran, dolidos por la golpiza; es la Victoria.