Tecnoteatro
Por fin vi en mi IPad un relato en Instagram hecho con mensajes de texto y mensajes de voz en tiempo real intrincados literalmente con fotos fijas y videos pregrabados sobre El Misterio del amor entre varones, una producción de Teatro del Incendio de la inefable ciudad de Tijuana. La experiencia me permitió saber en cuerpo lo que es el tecnoteatro que propicia el tecnovivio, esto es, la reunión de los seres vivos en la paradójica distancia del Internet, donde estando tan cerca estamos tan lejos. Gracias a los textos que Fernanda del Monte prodiga en la red me había formado una idea del futuro presente del teatro aunque las obras que había visto no cumplían con los postulados del tecnovivio, entre otras cosas por la incertidumbre del Zoom, el Streaming y demás plataformas sujetas a las fallas de la señal, la interferencia del clima y demás imprevistos de la cibernética. El tecnoteatro que vi ayer duró 74 minutos y corrió en pantalla impecablemente.
En nuestra cultura machista el amor entre varones pasa por la mariconera, esa parodia del amor viril a la que los supremacistas heterosexuales reducen la pasión entre dos hombres. Las mujercitas con pene son la parte gaya del gremio y los hombres que hacen gala de su homosexualidad la punta de lanza del derecho a ser lo que se es. La dramaturgia y dirección de Gilberto Corrales, la coreografía de Briselda López y las actuaciones de Daniel Piñeiro y Carlos Valdés nos muestran la parte varonil del amor entre dos jóvenes, su parte griega por llamarle así al ardor entre pares donde los amantes no tienen un rol pasivo o activo sino el mismo derecho a estar delante o atrás de su pareja. Porque primero se trata del amor luego de sexo, en un ámbito donde la ecuación suele ser al contrario, al menos en la percepción que los heterosexuales tenemos de la homosexualidad.
En un teatro convencional la producción de Teatro en el Incendio sería un melodrama difícil de sostener, pero con la fragmentación del discurso sentimental en mensajes de texto y de voz que se deben seguir para conectarse con el link de la imagen fija de los protagonistas y con las coreografías que no ilustran el texto sino sobreponen a él otro lenguaje, el del cuerpo, el drama emocional tiene otro efecto en el espectador virtual, porque es él quien tiene que conjuntar esos fragmentos y en esa tarea hacer su propia hermenéutica del misterio del amor entre varones. Eso hacemos también en el teatro presencial aunque el hecho de estar ahí de cuerpo entero ante otros cuerpos vivos y actuantes determina en sentido del mensaje porque la energía del actor domina generalmente al espectador y lo lleva al clímax previsto por la trama y su montaje.
El hecho de seguir el relato en el formato donde chateamos tantas trivialidades le quita y le da algo al drama convencional. Le da inmediatez y le quita trascendencia. El sufrimiento de Daniel por Carlos está sucediendo ahora en la pantalla de mi celular, y como tantas tragedias cotidianas que desfilan por la red, su realidad es ficticia porque sólo puedo ver lo que se grabó de ella y no es lo mismo estar en el lugar del disparo que ver el crimen por el celular. Conceptualmente esta confesión amorosa está ocurriendo ahora, en presente y pasado. En el teatro presencial el pasado se hace narrándolo o si se representa, es una escena de ayer en el hoy. El Internet permite que esté recibiendo el mensaje amoroso de Daniel en el mismo momento que se escribe y que una liga me lleve al pasado de Carlos donde un enfermo y amoroso padre es la clave del conflicto. La referencia del padre me conmovió personalmente porque así de juguetón era mi hijo que me hacía el día con sus desfiguros infantiles.
La sobriedad con la que se presenta la soledad y el encuentro y desencuentro de los amantes es un acierto coreográfico porque los actores no son bailarines pero sí cuerpos jóvenes y entrenados que pueden hablar con el cuerpo para deletrear su estado anímico. Como los videos de Siqueiros Studio y las fotografías de Leo Aldair y Gilberto Corrales son buenas y están bien editadas la historia visual deja ver la guapura viril de los actores, su concentración, su horizonte dramático. Algunas tomas como la de la bicicleta se alarga demás y una edición más compacta le daría más peso a la imagen. Lo mismo pasa con los diálogos breves, concisos, sentimentales, que funcionan bien en principio aunque la repetición del formato twitter va agotando su eficacia, entre otras cosas porque la dramaturgia es una repetición constante del supuesto misterio del amor que no le permite a Carlos la entrega total.
Esta es una producción del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales del Fonca (que ya no es Fonca). Con la Pandemia se reveló la poca voluntad de las instancias oficiales de la cultura para enfrentar la precariedad laboral del gremio, pero también el agandalle y la poca imaginación de muchos beneficiados porque simplemente salieron del paso. Por el contrario, El misterio del amor entre varones es una producción que permite ver el aprovechamiento del apoyo de manera creativa, propositiva, sin alinearse a los temas sociales que propaga el populismo de la 4t. Por eso y por permitirme disfrutar cabalmente del tecnovivio, gracias tijuanos.