Visiones 2021
El 5 de enero del año que suma 5, tuve un momento de silencio interior en el atrio del convento de San Francisco. Simplemente me fundí con el follaje de los árboles que sembraron aquí los frailes hace 200 años para celebrar el fin de la guerra de independencia. Lo extraordinario fue que no recurrí a la meditación ni a los ejercicios chamánicos para lograrlo. Pensé con el cuerpo y la mente tuvo que detener su eterno bullicio. Aunque tampoco esto lo hice premeditadamente. Sucedió por el encanto del follaje que se mecía apaciblemente con el viento esa clara mañana de invierno. Quedé hipnotizado, bailando con las ramas de los encinos a 10 metros de altura. Es una delicia perder la forma humana para sentir por un instante el corazón de un árbol, quiero decir, su estar hundido en la tierra y crecer como una flecha buscando el sol.
Son Momento mori en los que la conciencia de la muerte nos permite vivir el fulgor del instante. Sin literatura. Como una experiencia fugaz porque si durara otro parpadeo estarías muerto. Hasta hoy yo había vivido esos fulgores con ansiedad, a veces impulsado por la Dietilamida del hongo mágico, otras por tronar un poper en la nariz a la hora del orgasmo; algunas en el terror de la Sierra y la alta montaña donde los dioses antiguos aún se manifiestan como los amos de la naturaleza, la del mundo y la nuestra. Pero hoy fue la primera vez que me disolví de mí mismo sin miedo, sin el impulso de muerte que hace del deseo un sobresalto sobrehumano; el de los asesinos y los santos. Pasé a ser una hoja al viento en el momento de Gracia en el que vas más allá del “sin saber comprendo” del poema, porque ya no tienes que saberlo ni entenderlo ni decirlo; ni siquiera hacerlo, sólo estarlo, porque acaso tu vida, tan imperfecta como es, fue para eso, para decir, gracias mundo por permitirme ser, por un instante, un fulgor vivo.
Pensar en la Muerte es inevitable si se contempla la cantidad de ciencia y arte que han generado tres palabras: todos somos mortales. Todas las religiones le deben a la mortalidad de la raza humana sus dioses y sus templos. Aunque las estadísticas sostienen que el 69 por ciento de los mortales evita pensar y sobre todo sentir que inevitablemente se los cargará la chingada. La Peste, como emblema de nuestra mortalidad ha estado presente en toda la etapa histórica del ser humano, aunque hasta hoy que la Pandemia viaja por Internet y en aeroplano la sabemos Universal. Lo notable es que nunca antes tuvimos un recuento diario de las muertes que ocasiona la enfermedad y aun así, con los hospitales de los grandes centros urbanos saturados, con las colas que todos vemos en los crematorios, con escases de cajas de muerto hay muchedumbres en las calles y las playas, desoyendo las suplicas del personal de salud que están a punto del desfallecimiento.
Luego está el despropósito de la Secretaría de Cultura Federal que da tumbos a diestra y siniestra amparada en el total desinterés que tiene el presidente López Obrador por la cultura, Al menos en el PRIPANATO las denuncias públicas servían para atender el problema y en varias ocasiones les costó el puesto a los responsables. Si el reclamo de la parte actuante de la comunidad cultural llegara a una Mañanera, sin duda el habitante de Palacio dirá que es grilla preelectoral y que la Fraustro es una funcionaria ejemplar. La ineptitud y el desproporcionado e inmoral manejo del escaso presupuesto para cultura están llevando a la ruina al aparato cultural que costó tantos años levantar. Ciertamente los mandarines transexenales se beneficiaron con aquel sistema patrimonialista y discrecional, pero por dos intelectuales, por dos grupos, por dos revistas que el presidente enarbola como emblema de la corrupción en el campo de las ideas y la invención artística, hay cientos, miles de obreros de las bellas artes que se quedaron sin ventanilla para sus proyectos, que sólo como excepción les permiten vivir holgadamente, aunque constituyen el sentido de su quehacer, su anhelo profesional y su esperanza de vida. Si al menos el desmantelamiento de fideicomisos y programas neoliberales estuviera produciendo una auténtica cultura popular y comunitaria, surgida de la entraña de los barrios y las rancherías. Pero no. Tuvieron que mandar brigadas de “artistas sociales” para mostrar lo imbéciles que son los citadinos que pretenden hacerle venas al chile. Los funcionarios de la 4ª ni siquiera tomaron en consideración la experiencia que se viene acumulando desde 1970 en el terreno de la antropología cultural para no cometer el error de imponer una práctica artística ajena a la historia y las condiciones de vida de barrios y comunidades. Confundir el folclor con el alma del pueblo es pensar que el marco de un cuadro es lo que importa de la pintura. De ahí el desastre que fue y es el programa estrella de la oficina de Arenal. Porque la Secretaria no despacha en Tlaxcala sino en la oficina cultural más fifí del país.
De incongruencia en incongruencia, de fingimiento en fingimiento, de mentira en mentira, de error en error el aparato oficial de la cultura es una parodia de sí mismo. Gente tan capaz como Lucina Jiménez que por fuera del Aparato tuvo logros notables, dentro de él ya no se sabe si dirige al paquidermo o es la Bestia quien la dirige a ella. Por lo pronto se tardó dos años en darse cuenta que Marisa Giménez Cacho, a quien aprecio personalmente, no era la persona indicada para dirigir la Coordinación de Teatro. Por fin pusieron a un gestor cultural “de las afueras”, a un bato que se hizo desde la tarima, batallando por el teatro independiente de Ciudad Juárez, no ajeno a la función pública. Daniel Miranda Cano sabrá muy pronto que para mover un telar en ese castillo de Kafka que es el INBAL, se requiere más que juventud, más que voluntad, más que condiciones para el puesto. Hace falta arrasar el Aparato desde sus cimientos y comenzar de nuevo. Mientras tanto, no importa lo valiosa que sea la persona que esté al frente de la Coordinación porque lo que está irremediablemente descompuesto es el funcionamiento del Sistema.
Por ello, al FIC le vino de perlas la Pandemia pues después de la feria de rancho en que se convirtió durante el primer año de la 4ª, el segundo pintaba peor. La malsana distancia le permitió a Mariana Aymerich publicitar al Cervantino como si fuera no sólo la fiesta del espíritu sino el espectáculo tecnológico del siglo. Y pase usted a ver. Con máximo respeto por los solistas y colectivos que sirvieron de comparsas lo que vimos en pantalla fue lo que está haciendo el gobierno de López Obrador con la cultura: minimizarla, empobrecerla no a la Grotowski sino a la manera de un presidente para quien sólo el béisbol es digno de apoyarse en tiempos de emergencia. Pobre México, tan lejos de su fulgor cultural y tan cerca del populismo.