Una nube de pensamientos
Gerardo Gutiérrez Beraud
Alguna vez vi algo parecido, en el sótano de un teatro en Guadalajara. Así, complejo y visualmente muy abrumador. ¿Quién fue Artaud? Lo pregunto porque sus letras no tienen ninguna facilidad de abordaje. Cada frase, cada expresión, contiene una idea que la mente propia no puede dejar de repetirse. Como un recuerdo, sí. Y así sucede, una tras otra, frase tras frase, la complejidad va en aumento y se sucede lo que se podía haber adivinado en el comienzo: algo sucedía en la mente de este tal Artaud.
Artaud, ¿o cuánto pesa una nube?, es una obra que se presentó de manera virtual en el Festival de Unipersonales de Xalapa. Eso, el unipersonal era completamente desconocido para mí. Debí acudir a la búsqueda de la definición, porque a simple vista es un monólogo, pero tiene su diferencia y es muy distante. No sobra para nada decir que, para alguien como yo, con un primer acercamiento a este tipo de teatro, la actriz dejó una marca importante. Sigo abrumado, de hecho.
El evento lo apropié como un recuerdo, como un sueño que sigue construyéndose. Artaud, según la sucesión de personajes e historias, está en búsqueda de su espíritu. No es nada sencillo para quien se encuentra recluido en una situación psiquiátrica. Su mente y su cuerpo parecen pelear en todo momento. Sus cartas y sus expresiones dejan saber la cantidad de pensamientos que tenía al respecto y que, al mismo tiempo, le venían hundiendo más en tal condición .
Si esto en sí mismo ya es complejo, ver teatro virtualmente lo vuelve un poco más. Una cámara frontal, que sigue a la actriz, se acerca a ella, se acerca a sus ojos, se aleja, se retira, la sigue de nuevo –siempre en blanco y negro–; otra cámara lateral que toma un perfil del personaje y mete a la escena al resto de la producción, siempre a color. Desde el comienzo se siente uno en medio de una persecución. El asunto es encontrar quién o qué es el perseguidor.
Entonces, Artaud, en voz y piel de Clarissa Malheiros, es un individuo complejo que no quiere dejar de serlo. Por el contrario, se adentra más en sus pensamientos, en sus ideas, para continuar ese desprendimiento de su propio cuerpo. Porque ésa es una de las sensaciones que provoca este texto, el límite impuesto.
Por momentos parece que la cámara se mueve demasiado, pero ningún recuerdo, ningún pensamiento, ningún sueño es estático.