Parkour o el desafío de hacer teatro en línea recta
Eglón Mendoza
Sin duda, estos son tiempos de resistencia y exploración. Quienes hacemos teatro, hemos tenido que enfrentar los desafíos que implica seguir manteniendo viva la expectativa y la convención, pero ahora a través de una pantalla. El pasado martes 8 de diciembre, en el marco del 6° Festival de Unipersonales Xalapa, se presentó Parkour: o un manual para correr en línea recta, del dramaturgo chileno Eduardo Pávez Goye.
Se trata de un monólogo cuya anécdota consiste en un hombre de mediana edad que nos relata una serie de infortunios y frustraciones personales, que lo llevan a concluir que su vida no es lo que esperaba. Durante el cierre, el personaje parece mirar una luz al final del camino, una oportunidad más para enfrentarse a los obstáculos de la vida. De ahí el título mismo de la obra que hace referencia a esta actividad física en la que una persona se traslada de un punto a otro sin importar las barreras que tenga que atravesar.
En esta ocasión, la propuesta de Shakespeare & Cía se enfoca en la exploración a partir de un collage visual, en el que, a través de una saturación de imágenes y efectos sonoros, regalan cierto dinamismo a una escena que resulta deprimente y que en realidad es estática.
Durante 50 minutos el actor Hamlet Ramírez se dirige a un interlocutor desconocido. Sentado en un sillón junto a un televisor antiguo, rodeado de plantas, sobre un tapete de césped mientras bebe alcohol, nos hace saber lo miserable que se siente. A poco más de la mitad del monologo, no es claro a dónde nos quiere llevar el personaje, su tren de pensamiento tiene cambios abruptos que dificultan el entramado de ideas, cuesta trabajo tejer una historia, además de que el exceso de estímulos visuales y sonoros entorpecen la escena.
La escena final es la imagen de un hombre ahogado en su incapacidad para trabajar sus emociones. Un tema que resulta urgente en nuestro contexto actual, en el que los hombres seguimos teniendo la asignatura pendiente de hacernos responsables de nuestras violencias. La propuesta de la compañía logra insertar el dedo en la llaga de una herida colectiva. Hamlet Ramírez encarna el hartazgo y el terror que nos produce tener que reconocer que, tal y como presagia la consigna: ¡No hay futuro!
El sabor de boca es medianamente bueno. Resulta ser un ejercicio comprometido con la búsqueda de nuevos lenguajes teatrales en los que, a través de la prueba y el error, sigamos disfrutando de la oportunidad de hacer teatro… ¿en línea recta?