El Teatro del Placer. Primera Parte
Álvaro Valerdi practicó el Tao del Amor en los burdeles de los Llanos de Apan* entre el verano de 1937 y el invierno de 1943. Lo hizo de tal manera que aquellos bacanales campiranos fueron, en rigor, representaciones teatrales de una naturaleza obsesionada por el sexo femenino. El doctor Valerdi convirtió el cuerpo de la mujer en el escenario de su vida; era partero y frecuentaba todas las mancebías de la región. Sólo la muerte lo apartó de su vicio a la temprana edad de los 45 años y pico.
En respuesta anticipada al escándalo que provocó su muerte entre las viejas y las nuevas familias de hacendados, los viejos y los nuevos dueños de los llanos; Álvaro Valerdi escribió de una manera suelta la historia de sus últimos cinco años de vida, donde dice, a la letra, que no fueron las ninfas la causa de su muerte sino la culpa y la soledad que arrojaron a sus espaldas sus contemporáneos, quienes lejos de comprender aquella obsesión sexual como una forma de descifrar el misterio de la existencia, insistieron en catalogarla como una enfermedad de la mente.
El doctor Valerdi se propuso como una meta sagrada educar a su primera y única hija para llevar a cabo una extraordinaria y única vez “el altísimo sacramento del incesto; la unión perfecta del Bien y el Mal”, para usar su expresión preferida. Este urgente deseo de la carne por palpitar dentro de su propia sangre llevó al doctor Valerdi a la frontera de los desconocido, fue la causa del suicidio de su tercera esposa, motivó la ruina para su descendencia y, así haya sido de una manera alegórica, la señal que marcó el fin de una época en la región pulquera del estado de Hidalgo.
Hacia 1937, las haciendas pulqueras de los Llanos de Apan ya no eran los inmensos latifundios del porfiriato donde reinó la tienda de raya. El pulque no era más la bebida primordial de los pueblos asentados en el gran Valle de México y donde hubo magueyes sin fin comenzó a sembrarse la semilla dorada del nuevo elixir popular: la cebada. En esos años de agitación campesina las haciendas de Chimalpa, Zotoluca y San Lorenzo formaban un triángulo geográfico, económico y familiar que ejercía una influencia determinante en los modos de vida de los llanos. Porque había varios. Los herederos de las ricas haciendas pulqueras y los hijos de la Revolución que se quedaron con la tierra que le habían prometido a los peones, llegaban a las fiestas en avionetas de dos plazas y 200 caballos de fuerza, viajaban a Europa una vez al año y bebían jerez helado en copas de Murano.
Cuando Valerdi murió se dijo que él trajo del lejano oriente la costumbre de fumar opio en las reuniones familiares, aunque en los papeles del doctor se lee claramente que esa era una vieja práctica de los Valerdi, tan remota que llegaba a su tatarabuelo. Si algo han dicho de los Valerdi desde entonces es que tienen ojos soñadores, y que fue en ese entresueño de las horas y los días donde Álvaro Valerdi tuvo la idea de que el hombre solo puede salvarse si explora hasta sus últimas consecuencias los orígenes del deseo; la fuente secreta de sus palpitaciones sexuales; el misterio de la sangre.
El Tao del Amor enseña que el hombre y la mujer pueden llegar a la iluminación total por medio del placer mutuo, aquel que se da y se recibe sin el menor egoísmo, con la voluntad puesta en saciar al otro como el mejor camino para hallar la satisfacción propia. En el Tao hay 117 maneras de gozar sin medida los dedos, las articulaciones, los ojos, los labios, la vulva, el pelo y el culo de las mujeres, sin necesidad de amarlas. Por eso el Tao es el camino de la perfección amorosa: porque en sus orgasmos no hay ni una gota de sentimentalismo. Nada más cursi para el Tao que el disimulo o encubrimiento del deseo. Un taoísta le dice directamente a su dulce esposa cómo quiere que se empine para gozarla, y aquella buena mujer no tiene empacho en pedirle a su marido el dedo gordo del pie para frotarlo en su “puerta oscura”. Desde este punto de vista se puede comprender cuanto sufrió el doctor Valerdi en un medio donde nadie tenía ni la más remota noticia de Lao Tsé y el libro de cinco mil palabras que escribió hacia el siglo VI antes de Cristo al que llamó Tao te-king, donde se dice que el Tao es la fuerza infinita de la naturaleza.
Álvaro Valerdi se hizo taoísta en un salón de masajes de la ciudad de México en el que tuvo la suerte de encontrar a Yu-Hsiang (perfume de jade), joven de origen chino que ahí ejercía con el sobrenombre de Manitas de oro, por la pequeñez de sus dedos y la maestría con que daba sus masajes. Ella le enseñó que el principio fundamental de la dicha amorosa era que el hombre dominara a voluntad el flujo de su simiente. En el Tao el hombre y la mujer se preparan para tener un orgasmo continuo, felizmente circular, como el efecto del cohete que una vez puesto en la órbita adecuada puede quedarse girando hasta que su cuerpo se disuelve en la perpetua irradiación del universo. Álvaro Valerdi puso, en efecto, el Tao del Amor en un tiempo y lugar inadecuados, causando desolación y muerte en el seno de su propia casa. Sólo hay que considerar que este fue un error de Valerdi, no del Tao.
*Durante el porfiriato la población más importante de los llanos se llamó Apam, con eme de muerte, de miedo y de mierda, si nos atenemos a los papeles del doctor Valerdi. Fue hasta 1935 que el nombre del pueblo aparece como Apan, con ene, en los registros municipales.