El caracol de la memoria
La Pandemia no interrumpió la celebración de La Semana de Teatro para Niños que desde hace 12 años organizan Michel Guerra y Ray Garduño en Baja California, aunque las obras presentadas pagaron el precio de la insana distancia que tiene al teatro confinado en la pantalla. Como “teatro grabado” se presentó la reposición de, Memorias de dos hijos caracol, que Conchi León y Antonio Zúñiga escribieron y representaron para mostrar que pese a todas las diferencias que hay entre el Norte y el Sur del país, los niños que crecen en estos extremos de nuestro territorio pueden carecer de todo, menos de imaginación.
Lo primero que quiero decir es que éste no es un teatro para niños mayores de seis años, como se anunció en la cartelera, porque todos los elementos que forman la estructura de la pieza son los de un relato para gente mayor (*), capaz de apreciar este juego de la memoria basado en dos experiencias de vida opuestas y complementarias. El que los personajes sean un niño y una niña es lo anecdótico porque ambos piensan y se expresan como dos dramaturgos de larga data. En otras palabras, hay que ser adulto para recordar nuestra niñez, y al hacerlo, ni Conchi ni Antonio utilizan el lenguaje físico y verbal de los plebes para contar la historia, como lo hizo Javier Malpica en, Papá está en la Atlántida, para dar una referencia.
Por el contrario, la y el dramaturgo construyen su relato combinando la narraturgia con la dialógica, las didascalias con el diálogo, y sus personajes corporizan la historia como los consumados actores que son su madre y su padre literarios, poniendo el acento en la forma de hablar de su tierra natal, de su terruño, de su Matria. Supongo que fue un agasajo auditivo escuchar a Tono hablando en Chihuahua y a Conchi en yucateco porque ninguno tenía que imitar o fingir la entonación, el ritmo, la intención no sólo literal sino metalingüística de esas expresiones culturales. Pero si el actor (Felipe Tututti), es de Mexicali y la actriz (Sofía Félix), de Tijuana, ahí comienza su carrera de obstáculos.
Lo primero que debo agregar al respecto es que Tututti es el actor de la Baja, no sólo por su larga y exitosa carrera sino por su disposición natural para el espectáculo. Luego, quedé gratamente sorprendido por el crecimiento que ha tenido Sofía Félix, la joven actriz de Emigrantes Teatro, a la vera de Ray Garduño. Ya hay mundo interior, veracidad y solvencia técnica en su forma de abordar el personaje. Aun así, no es fácil transitar por un texto nada infantil por la complejidad del discurso, que va de la descripción de los hechos a la evocación de aquel estado de gracia y angustia, de indefensión y plenitud que es la niñez. Hay cambios de tema, de trama, de argumento, de edad y actitud de los personajes que a veces narran y a veces representan, que se dan en muy distintas atmósferas mentales y físicas pero en el mismo lugar, el teatro, y con la misma escenografía: una mesa o tapanco que es el mundo.
Insisto en que aunque se presentó en pantalla, el montaje respetó su formato teatral. En este sentido es de aplaudir la iluminación de Lupillo Arreola, el Alejandro Luna de la Baja, y la economía de recursos de la escenografía del director de escena, el mismo Ray Garduño. Sin duda en el teatro se podrá apreciar cabalmente el esfuerzo del director y los actores por dejar lo más claro posible la intrincada narración de Toño y Conchi que se tomaron la libertad de soltar cuerda para recordar a las abuelas, las tías, las hermanas, las mujeres que hicieron memorable su niñez, sin preocuparse mayormente por la coherencia dramática. En pantalla, sin embargo, el formato puramente teatral oculta sus virtudes y aumenta sus carencias, sin menoscabo de la grabación de, Spécola, que hizo un trabajo limpio, bien encuadrado, con buen audio y calidad de imagen, pero sin subirse al escenario, es decir, ocupando el lugar de los espectadores, cuando precisamente el lenguaje visual no sólo permite sino exige una articulación muy distinta de la imagen. Dudo que un niño de seis años o un chavo de secundaria se hayan quedado en la computadora o su celular la función completa.
Aunque teatralmente hablando, el problema central es el lenguaje coloquial de los personajes. El actor y la actriz salen bien librados del acento norteño porque viven en la frontera norte, pero ni ellos ni nadie pueden imitar el habla yucateca en dos meses de ensayos. Se puede contar un chiste, una bomba yucateca son cierto decoro, pero conformar un personaje, contar su historia, expresar sus emociones, sus bromas, sus matices sentimentales, es otra cosa. Técnicamente hablando el dilema de Ray era insalvable: si escogías un acento neutro y una entonación dramática, traicionaba la intención primordial de los autores que fue la de hablar su idioma vernáculo. Si apostaba por el acento yucateco lanzaba a sus actores a una batalla perdida, sobre todo a Tututti que hace los entrañables personajes femeninos que tan bien dibuja la León. Cuando el actor narra o dialoga como actor se aprecia la solvencia del intérprete, su estar ahí de cuerpo entero, pero al segundo parlamento en yucateco tiene que emplear los viejos recursos del teatro; la impostación, el fingimiento, el “como sí” de Konstantin, el ruso. Entiendo que los adultos que han visto la función grabada se han volcado en elogios por las emociones que les ha provocado el montaje. Qué suerte para ellos no ser críticos de teatro.
Llevo dos días cavilando si dar mi opinión sobre la partitura musical que es parte orgánica del montaje, porque la hizo el HueyCoyote, un músico ubicado en Tijuana con el que tengo cierto parentesco. Resulta que la obertura de la obras es uno de los momentos más logrados del montaje porque la canción de Ampersan, un grupo que yo desconocía, fue arreglada y cantada por el chavo de tal forma que te engancha desde la primera nota con el profundo y agridulce dolor de estar vivo. Decidí hacerlo porque fue Toño Zúñiga quien me mandó la grabación elogiando al intérprete. Además, es evidente que para el director, las canciones que seleccionó son la parte íntima de su discurso escénico, la síntesis de su memoria emotiva.
Ray Garduño es el Zoon Theatrikon, el animal teatral de la Baja California, como lo fueron en sus días Edward Coward, Virginia Hernández y Ángel Norzagaray, entre otros. Es el defeño más tijuanense que conozco y en los últimos 15 años ha colocado a Emigrantes Teatro en el cuadro de honor de la escena fronteriza. Uno de sus montajes lleva años encantando al público y ha recibido reconocimiento nacional y extranjero. Ray hace teatro como subirse al ring, a dar la pelea por el teatro como una de las formas no de imitar sino de significar la vida. Revisando su biografía laboral veo que ha trabajado mayormente para el público infantil y adolescente. Ray, es hora de jugar en las ligas mayores, y como tus queridos Dodgers, ganar el campeonato.
(*) Estoy aprovechando las lecciones telegráficas que da Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio sobre estructura dramática en, El rinconcito de Legom. Todos los miércoles en YouTube. No se las pierda. Son útiles.
4 noviembre, 2020 @ 11:12 pm
Gracias por la mención, Fernando, voy a poner aquí la liga, a ver si no la borra ya saben quién.
https://www.youtube.com/watch?v=s2ULQO5KOp4&list=PLHVgs4waMWr5rguhwJpr81vWjg6YFb2yq