De las victorias perdidas
¿A quién chingados que no haya pasado por alguna escuela de teatro le interesa, hoy, la historia de Agamenón y Clitemnestra? ¿A quién le hablamos desde el “Streaming Theater”, cómo ha bautizado Martín Zapata a los tantos intentos de mantener viva la llama dramática en la lejana cercanía del Internet?
La venganza de Troya, una superproducción de Área 51, dicho sin ironía, que estará en Zoom el fin de semana, merece ser vista por la voluntad de un notable grupo de actrices por insistir su presencia en el mundo virtual que tiene a los hacedores de teatro discutiendo si actuar frente a un celular es un acto vivo, cambiante, inesperado, o una acción definida para siempre, en tanto que esa acción en el teatro siempre será distinta y en la grabación siempre será la misma.
Lamento tanto que esta versión virtual de La Orestiada haya sido radiofónica, porque tiene imágenes poderosas, recicladas o no de Pasolini, pero imaginativas por sí mismas y bien habitadas por las actrices. Mientras veía en Zoom la trama, apunté en mi cuaderno: “Si la historia que nos quieren contar estas amazonas, fuera muda, nos diría más cosas de las que hablan”.
Toda la trama es en audio. Incluso los apartes, como se llaman en teatro los parlamentos que supuestamente no escucha el público pero que van dirigidos a él. Teatro hablado e Ilustrado, por favor, sirenas. Cuando su cara, cuando su Médium Shot habla por sí mismo, para qué tanto verbo. Y díganme una cosa, ¿trivializar el tragedión de los Atridas, hacer pasar como una noticia de Paty Chapoy los atroces crímenes de la familia los hacen más accesibles, más cómicos?
En verdad, vale la pena su despliegue visual, sus imágenes, todas ustedes en silencio, sin la locutora que va contando, eso sí, con gran eficacia vocal y tonal, una tragedia que en México ni siquiera la clase universitaria conoce medianamente. En Alemania las colgarían por evidentes, aquí, las van a criticar por crípticas. Son hijas del teatro, a ojos vista, tratando desesperadamente de divulgar a un clásico, sobrepasado de manera inconmensurable por el número de asesinatos cometidos en un mismo periodo de gobierno. ¿A quién le aterra hoy la muere? A todos, por supuesto, pero sobre todo quien ha tenido que matar para obtener la corona, y a los que pasan por esa calle.
No discuto la valía de su intento, bien planeado, bien resuelto, bien editado, bien producido, considerando, sobre todo, los efectos de la Pandemia. Lo que me ocupa, luego de una larga charla al respecto con el Maestro Zapata (1), es la equivocación de principio; considerar que se puede hacer teatro sin hacerlo. Está claro que en la línea virtual, por llamarle así a la diferencia entre presencia y distancia física, está la clave de un enigma que no hemos descifrado. Ni quien defendemos al cuerpo vivo como la definición del teatro en presencia, ni los hologramistas que prefieren una figuración de la vagina y el pene. a la dura realidad, tenemos la razón. Todo es según lo que te llena. Aun así, se puede decir que, La venganza de Troya es un intento feliz de no estar muerto (para el teatro), pero acaso sí, para los millones de internautas. Cuenten sus likes, y si tiene en este momento 50 mil vistas, me condenan al olvido, pero si solo son 150, seguimos parlando.
(1) Menciono a Martín Zapata como partícipe de mis reflexiones porque de otra manera sería plagio. Esto no quiere decir que Martin este de acuerdo con mi punto de vista. Acaso todo lo contrario. Pero sería un hipócrita si niega su gusto por el mole de Guajolote.
Elka Fediuk
30 junio, 2020 @ 2:02 am
Por mucho respetar tu saber y tu oficio, querido Fernando, no comparto tu juicio acerca del papel que juega esta propuesta con respecto a “educación del pueblo”, o sea, para presentarle como es debido el mito griego de relaciones sanguinarias, unidas a los crímenes de lesa humanidad. Entendí que no se trataba del teatro escolar para “facilitar” las lecturas obligatorias, porque hace al menos siete décadas que la tragedia y las lenguas de la Antigüedad no forman parte de esta lista. Tampoco advierto algún pecado en la reescritura, la versión, con base en, etcétera, o en cambiar el género dramático (¡Oh Zeus, cuánto hace que no hablamos de eso!) por uno mucho más digerible en la situación y la sensibilidad actual. Así pues, la balanza se fue hacia una farsa-trágica, congruente con las poéticas de un nuevo Medievo estético.
Creo que habrá que dejar aparte a Esquilo y a los Artridas para ver el despliegue de recursos dirigidos a atrapar al espectapantalla. Lo que aprecio en este proyecto es la creatividad, aún por ajustar con la tecnología, y la excelsa cooperación del grupo liderado por mujeres talentosas, inteligentes y atrevidas. Incluso tus opiniones lo confirman.
Ni siquiera se podría decir que es una reescritura de Agamemnon (parte I de la Orestiada), lo que percibo es tal vez un deseo que el destino no sea un dictado de los dioses u hombres, sino que se consuma como una forma de justicia. Los novios, maridos o u otros asesinos de mujeres logran evadir la justicia, así como los dictadores, emperadores, gobernantes en fin, evaden la condena por crímenes contra la humanidad.
Esta poética que usa el cómic -narrativa visual con reducciones y recortes- cuenta la historia de cualquier mito (o historia) del poder, pero cambia la perspectiva de observación de lo masculino a lo femenino. (de hecho, hubo reescrituras que defendían las razones de de la mujer de Agamemnon) ¿Serán mejores las mujeres?, juzgando por Clitemnestra, NO, no creo, pero es sintomático que en el final se unen o ¿cobijan? en «la Fuente Ovejuna».
El día del estreno (domingo 28.06.2020) aprecié un ritmo vertiginoso, cambios de locación (fragmentos pregrabados, domicilios convertidos espacios de acción en vivo), También destaco que con las mínimas posibilidades (las tiendas cerradas y ellas confinadas) ofrecieron un diseño plástico a veces rudimentario, pero atractivo.
Espero que Esquilo o las almas de los Aridas no persigan a este equipo porque decidieron poner las coordenadas de su historia familiar sufrida por las víctimas anónimas en un juego futurista que mediante la TVGALAXIA sigue repitiendo las mismas historias sanguinarias.
Luis Enrique
1 julio, 2020 @ 6:14 am
Asumir que unicamente la «gente de teatro» sabe y reconoce la Orestiada, no sólo es soberbio, sino ignorante de tu parte, De Ita. Tu reseña lejos de ayudarles, me parece una clara y franca patada en los ovarios de todas y cada una, aunque entiendo que el cantinfleo es parte de tu escencia. Sobre todo me saca de onda tu reticencia al teatro virtual y tu inmensa necesidad de, al mismo tiempo, dar tu opinión sobre algo que, de principio, no te gusta. ¿Y si mejor invitarás a los demás a opinar sobre un fenómeno que no alcanzas a vislumbrar como teatro y que, sin embargo, lo es?