Muerte, sexo y teatro
¿No es cierto que perder nos levanta
después de que la pérdida nos haya hecho caer?
Didi-Huberman
Prefacio. Pandemia 2020. Cuarentena. Llevo semanas en un limbo de ausencias y angustias. No siento nada, parece, no entiendo nada. En realidad estoy saturada, siento demasiado pero esto no lo sabré hasta semanas después. Mi abuelo muere, no puede haber velorio. Estoy en Xalapa, no puedo abrazar el duelo de mi padre quien vive en Cd. de México. La muerte siempre regresa algo de vida, pienso. Sentir esta tristeza como algo claro, tangible e incluso razonable me regresa un poco a la tierra. El luto pone al mundo en movimiento dice Pierre Fédida.
Preguntas. ¿Es necesario definir ontológicamente al teatro y de ese modo desacreditar las experiencias virtuales, como distorsiones, que se están dando en este momento? ¿Aferrarse a la idea del teatro presencial no es un ejercicio que solo defiende un status quo? o quizá no, quizá por el contrario es un ejercicio de resistencia contra la “nueva normalidad”, para reclamar la presencia, el cuerpo de otro tanto en el teatro como en el sexo. ¿La pérdida de la presencia física es la pérdida del teatro, la pérdida de la identidad —propia y la del teatro—, la pérdida del otro? Quizá son ambas. No tengo respuestas aún, solo realizo gestos sin atreverme a definir una acción.
El gesto. Según Didi-Huberman, los gestos son nuestros propios fósiles vivientes y nunca como ahora me siento un gesto de mí misma, incapacitada más que para ser un vestigio, pues en los otros me construyo. ¿Qué soy en el aislamiento?, peor, qué es el teatro. El teatro me había dado identidad, un lugar y ¿ahora?, ¿qué soy si no soy teatro? Creo que mi gesto de insumisión fue la masturbación —debería platicar sobre esto con Zavel, pienso—, un gesto vital para mantenerme presente, pero también un gesto de pérdida ante el confinamiento y la imposibilidad de reunirme con nadie. La muerte de mi abuelo es un regreso a la vida, la masturbación me trae al presente y acepto la pérdida. Muerte y sexo, sexo y teatro, distorsiones, transgresiones, las experiencias ficcionales virtuales como masturbación ante la imposibilidad del teatro. ¿Pero realmente es insumisión o será justo lo contrario?
El teatro como acto político. Fernando de Ita insiste en que tanto para el sexo como para el teatro se requiere la presencia física del otro, Rodolfo Obregón precisa que eso solo es cierto para la cópula, que el sexo es mucho más amplio, así como el teatro “es mucho más amplio que el actor-espectador”. Lo que más le preocupa a Obregón es la categorización de qué es teatro y qué no, como si el teatro fuera un monolito inamovible y si bien es cierta esta apreciación en cualquier otro momento histórico, hoy es una resistencia de Fernando de Ita a la “nueva normalidad” derivada de la pandemia que dicta la distancia entre los cuerpos.
A mí no me interesa la ontología del teatro sino la sobrevivencia de aquello que me da identidad, agobiada por el aislamiento escribí hace un par de meses; “Más que nunca el teatro será una afirmación de la vida en sociedad, una acción política y quizá también una esperanza” y me preguntaba sobre el regreso al mundo con distancia perpetua y sobre el deseo de reunirnos.
Hay días que pienso que el público nos sorprenderá y habrá más gente asistiendo al teatro, por esta necesidad de juntarnos, veo a la gente cansada, harta. Pero también es cierto que la distancia nos cuida. Yo no puedo vivir con tanto miedo, nadie puede, por eso es que los deseos surgen de los lugares más oscuros y nos levantan.
Cambio en el gesto. Las experiencias virtuales iniciaron como un gesto, una resistencia ante la incapacidad de hacer teatro pero se han convertido en una acción en sí misma provocadora de otras acciones y empiezan a configurar otro panorama posible, otros encuentros posibles. De alguna manera superamos el duelo de la presencia física y algo de vida nos regresa, en lugar de ser un gesto de derrota, de mientras tanto, ahora es un gesto de victoria. Encontramos algo que no estábamos buscando. En una reunión de trabajo con las integrantes de Área 51, grupo con el que colaboro en Xalapa, Ver. decidimos que no suspenderemos la cartelera digital hasta que deje de existir público interesado en ella. Las creadoras quieren seguir explorando estas experiencias y generando contenidos, “lo que nos levanta son nuestros deseos” (Didi-Huberman) y nuestros deseos nos desplazan del lugar que teníamos asignado para el teatro.
Encuentros. En medio de estos encuentros también nos encontramos con los otros a la distancia y por fin se ha dado forma a una idea por mucho acariciada, una Asociación Nacional de Teatros Independientes. La ANTI está viendo la luz en medio de la pandemia, nos encontramos para preguntarnos y buscar caminos que sabemos serán complicados y quizá entre varios podamos vislumbrar posibilidades y por esto me parece significativo que la forma de constituir la ANTI haya sido a través de un festival, un ANTIFESTIVAL, en distancia, con experiencias virtuales (con costo) y muchos encuentros y discusiones, virtuales también. Si bien extraño abrazarlos y tomar una chela después de las mesas para seguir discutiendo, poder estar todos juntos y trabajar, es un gran hallazgo.
Y ya que estamos por aquí y que ha llegado hasta el final de este texto errático, le sugiero se asome a la programación del ANTIFESTVAL que estará del 15 al 30 de junio disponible en todo el mundo