Ahí te va la Ítaca de Don Aurelio
Isaac Sainz
Los primeros minutos siempre me cuestan mucho trabajo. Se me hace como pura plática, como cuando alguien te está diciendo algo y por más que te esfuerzas no logras entender lo que dice. En la primera transmisión que miré, la de Angelina, fue igual. Por eso esta vez decidí tomar apuntes. Por lo menos pa’ cuando llegara el momento en el que ya pudiera concentrarme saber de qué va la cosa.
Se trataba de Don Aurelio, el papá de Ana Lucía, la actriz. Está cabrón porque de morrito se notaba que el señor era bien traviesillo. Y más allá en el pueblo, en Acatlán, ya ves que en los pueblos hay un chingo de cosas qué hacer. Y luego en aquellos tiempos, por allá de 1947 a 1957, cuando todavía no andábamos todos pegados a la computadora o el celular.
Pero bueno, cuando estaba morrito el mentado Don Aurelio quería un chorro a su abuelita, a Mamá Chica. Y ¿ya ves que en este país la gente del pueblo y también la gente de ciudad siempre se termina yendo? Pues Don Aurelio ni madres se iba a ir si no se iba Mamá Chica con él. ¡Y cómo no! si era la única familia que tenía, porque a sus papás casi no los veía.
No me acuerdo, la neta, si era su padre, Don Calletano, el que un día llegó y le dijo que se lo iba a llevar a Xalapa. Te digo que se me hace medio difícil seguir el hilo de la historia. Es que es nomás estar pegado ahí a la pantalla escuchando, y de vez en cuando se traba un segundo o dos y ya valió madre, sientes que te perdiste un chingo de cosas. Para variar se me olvidó seguir tomando apuntes.
Pero te decía, creo que era Don Calletano el que se lo iba a llevar a Xalapa, y aunque él sí se quería ir, como medio mundo en Acatlán, pues ¡tómala! que no se dejó, porque Don Calletano no pensaba llevarse a la Mamá Chica con ellos, y pues Don Aurelio no se iba sin su abuelita. Está bien cabrón, tenemos la idea romántica de que migrar es dejarlo todo nomás, pero no todos están dispuestos a eso. Menos un niño que no sabe esos rollos económicos, laborales o académicos. ¿Y por qué tendría que saberlo si todavía no forman parte de su mundo? Él nomás ve que todos se van y ya. Por eso te digo que bien valiente salió el chamaco pa’ ponérsele al tú por tú a su papá. Qué papá ni qué nada, si casi no lo veía. Pero bueno, se salió con la suya, porque se terminaron llevando a Mamá Chica con él. Así pos sí.
Esta historia Ana Lucía nos la va interpretando. Haz de cuenta que usa fotos y otras cosas para hacerla de Don Aurelio. ¿Te has imaginado actuar a tu papá? Ha de ser interesante, ¿no? Y agrégale que algunas de esas cosas realmente le pertenecieron a su padre. Como el sombrero, que, no manches, al principio o al final -ya ni me acuerdo- nos contó que lo había lavado y lo puso a secar -no recuerdo bien donde- y su perro lo alcanzó y se lo madreó, ¿lo puedes creer? Al dichoso sombrero con aires de reliquia familiar se lo madrea un perro. Pinches perros, no se puede contar una historia sin que metan sus narices. No se puede comer un taco uno sin tener que espantar al perro.
Y hablando de perros, me acordé de ese pasaje de la Odisea –ya que estamos en este pedo- cuando Ulises llega a Ítaca, y creo que es Atenea la que lo convierte en viejito pa’que no lo reconozcan, y resulta que el único que se dio cuenta de quién era realmente ese viejito fue su perro. No todo son quejas con los perros, si por algo son el mejor amigo del ser humano.
Pero volviendo al tema, las fotos que usa la verdad sí dan un chorro de imágenes de ese tiempo y de esas vivencias de Don Aurelio. Y a mí me dan melancolía porque ¡qué bonitos tiempos han de haber sido aquellos! Y luego haz de cuenta que, como la actriz acondicionó su casa para darnos diferentes espacios, pues sí te vas imaginando la vida de Don Aurelio, a veces en la cocina chingándose unos frijolitos de la olla, o en el patio, o dentro de la casa. Es como ver a una niña jugando, pero mucho más estructurado el juego. Y en lugar de jugar para sí misma, juega para nosotros que estamos del otro lado de la pantalla. Puso la cámara, te digo, en medio como de una barra y cada que se movía, pos nomás la apuntaba pa’l el otro lado y ya nos daba otra perspectiva de tiempo y espacio. No, no es tanto como en el cine, a lo mejor si fuera videoteatro sí, pero en este caso no, porque en el cine ya está construido todo. Acá nosotros vamos construyendo junto a la actriz, resignificando las cosas.
Hubo algunas escenas bien logradas, aprovechando un poco más la quebrada que te da la cámara para decir las cosas. Y aquí sí piensa uno más en cine, pa’que veas, cuando hablamos solo de la cámara. Como esa en la que no me acuerdo cómo rayos terminamos viendo la evocación de Huitzilopochtli saliendo de Aztlán, emprendiendo ese camino que acabaría en la fundación de Tenochtitlan. Dicho viaje fue representado en un close up de sus pies caminando sobre el jorongo de su padre, construyendo una tierna metáfora de la migración, vista como un fenómeno identitario, pero sin perder de vista la parte individual.
Imagínate, el camino de Don Aurelio saliendo de Acatlán como una analogía del gran Huitzilopochtli yéndose de Aztlán a buscar una vida mejor. ¿Tú de dónde eres? ¿Eres migrante? Ah, pos ahí’sta, ese es tu Tenochtitlan, ese viaje que te aventaste es tu Tenochtitlan.
El cierre también es digno de mención. No lo voy a describir pa’no cagarla, por si acaso llegas a ver ese trabajo. Solo diré que te deja re-sentir en cosa de un minuto la belleza y la fugacidad de una vida como la de Don Aurelio. Y a mí personalmente me deja la sensación de que la vida es un viaje, una Ítaca. Cosa que ya todos sabemos porque las reflexiones cursis están a la orden del día, sobre todo en estos tiempos macuarros. Pero cuando dichas reflexiones te agarran en un estado de verdadera lucidez… pos es diferente.
Más o menos así es la cosa. Te recomiendo verla, se llama Ítaca, bitácora de viaje. La escribió Saúl Enríquez, partiendo de la genealogía misma de las actrices. Dice Ana que ella viajó a Acatlán a investigar, allí le dieron las cosas como el sombrero y el jorongo.
No, tú no te awites por eso. Medio mundo dice esas cosas pero no les hagas caso. Te apuesto que primero la misma tecnología transita a otra cosa que el teatro a la pantalla. Todos estos aparatos son chatarra y su tiempo va a pasar. Tendremos que tirar nuestras compus y nuestros celulares, y todo. ¿Y qué crees que va a pasar entonces con las artes escénicas? Exacto. Vamos a volver si es que no volvimos acabandito esta contingencia, tarde o temprano, por lo pronto tu échale chingazos y disfruta de estas nuevas experiencias.