Un rumor de bestia
Rafael Volta
Unidos a ese animal informe, en un triste orgasmo,
el estómago se convierte en una piedra compuesta
de amor y asco.
No obstante, pronto, el tren se detiene,
las puertas se abren y algunos salimos,
miembros de la mutua estafa de hacernos creer
que la realidad tiene sentido.
Ricardo Castillo, Nicolás el camaleón
La locomotora se acerca a la antigua estación del ferrocarril. Una máquina sin pasajeros brama a través de la oscuridad y el viento frío del otoño. La fricción de sus ruedas de metal contra las vías propicia el ruido perfecto para que arranque Fritzl agonista: un laboratorio del horror en la mente y en el cuerpo.
Dos jóvenes actrices, vestidas igual, con blusa blanca y falda gris hasta los tobillos, preparan discos para pizza sobre una mesa rectangular e impecablemente blanca. El escenario da la apariencia de un cubo tapizado en patrones blanco con rojo y delimitados por tubos blancos de leds. Estamos ante una cotidianidad atemporal. No sabemos si estamos encerrados en el presente, varios siglos atrás o hacia adelante en una nave espacial. Tampoco ya sabemos qué hay afuera. Podemos estar en Europa, Tokyo, o un barrio gentrificado de Querétaro. Esta sensación se logra gracias a la inquietante escenografía y a la atmósfera sonora y lumínica de la producción influenciadas por The Shining de Stanley Kubrick.
El equilibrio se rompe inesperadamente cuando las actrices jalan un último suspiro de libertad para ser enmascaradas por la masa.
En bioquímica, un agonista es una sustancia que incrementa la actividad de otra, como la levadura en la masa para fermentarla. También es capaz de unirse a un receptor celular y provocar una acción determinada en la célula similar a la producida por otra sustancia fisiológica. Es decir, el agonista es el engaño. Fritzl agonista se basa un hecho real: el monstruo de Ammstetten, Austria. Un arquitecto de la tercera edad quién mantuvo encerrada a su hija en un sótano durante 24 años y con quien tuvo siete hijos. Fritzl pudo mantener su aberración gracias a las mentiras que fabricó.
La obra se construye en paralelo con un discurso doctrinario y conservador en off, dicho por una voz infantil, y con acciones escénicas sostenidas con múltiples recursos corporales y tecnológicos. Estas acciones y este discurso son sumamente reiterativos como si estuviéramos contemplando GIFs que duran, no unos cuantos segundos, sino varios minutos. Las actrices echan mano de danza corporal, agresiones físicas, gritos y gemidos que al ser magnificados, por efectos sonoros logrados a base de micrófonos con delay y reverberación, consiguen en el espectador un estado de shock tras otro. El GIF que compartimos en las redes sociales ha pasado a la escena y se ha vuelto poético por la complejidad de las metáforas que impactan los cinco sentidos a la vez.
Cada cinco minutos se presenta un nuevo loop que satura los sentidos con la intención de encadenar la atención del espectador para conducirlo por una espiral de asco. Se construye complejidad y un arco dramático que va de la rutina casera más inocente hasta la destrucción absoluta del ser. Cada GIF sube en intensidad y se enfoca a lo largo de la obra en un solo sentido, pero sin descuidar los demás. Se inicia con el gusto, para luego explorar el oído, el tacto, la vista, y terminar en el olfato.
La estructura dramática va de la magnificación de un sentido hasta la insensibilidad del mismo. Víctima y victimario pierden metafóricamente, paso a paso, cada uno de los cinco sentidos hasta perder el sexto: el sentido de la realidad. Esto desgarra al espectador. La obra le apuesta a la acumulación de este efecto, el cual en ocasiones corrió el peligro de llevar a la saturación y a que el asco se volviera grotesco, como sucede en la escena de los melones y las mojarras en cubetas metálicas con agua. A pesar de eso, el desempeño de Darling Lucas y Ana Karen Pedraza bajo la dirección de Sixto Castro Santillán son tan precisos como deben serlo. No debe haber la mínima posibilidad de error, dada la manipulación de armas punzocortantes en escena. En cada función arriesgan el cuerpo.
Al terminar la obra, la producción sabiamente abre la puerta. No más tortura. Necesitamos ventilar el alma. El escenario salpicado de agua de pescado huele a semen. Necesitamos escapar de ahí. Han conseguido que salgamos empapados del estado psicológico y corporal de víctima y victimario. Al salir ya no hay locomotora, pero sí una bestia latente. Las vías, en verdad, se intersectan en la oscuridad. Sopla un viento más frío. Muchos espectadores abandonamos la estación en silencio con la sensación de que el horror y la violencia contra la mujer pueden suceder en cualquier casa de esta ciudad.
Un agonista es también es una persona que se halla en la agonía de la muerte. En Fritzl también lo fue el espectador.
Fritzl agonista fue escrita por Emilio García Wehbi y dirigida por Sixto Castro Santillán. Se presentó como la cuarta pieza dentro del ciclo Teatro de una Noche de Otoño 2019, organizada por Catamita y curada por Juan Carlos Franco, el viernes 29 de noviembre, a las 18 hrs. en el Museo de la Ciudad de Querétaro.