¿Qué es una Muestra Estatal?
Teófilo Guerrero
Otra vez la Muestra. Uno de los pasatiempos favoritos de la comunidad que hace teatro en la ciudad (no en el estado) es tomar al evento como espacio catártico para enfilar las baterías contra algo o alguien y pegarle en montón, o desatar una polémica de resolución circular, o levantar las voces que no se levantan el resto del año, o para activar las opiniones debajo de la mesa y los pasillos, hacer leña del árbol caído, o hacerse fotos para la siguiente memoria a criterio del grupo de interés involucrado.
Este año la polémica son los jóvenes estudiantes de teatro: Bienvenidos a la comunidad teatral de la ciudad, estos son nuestros usos y costumbres.
La Muestra estatal de teatro es y ha sido un espacio de legitimación, que no de legitimidad, durante más de veinticinco años, unos dirán más, otros dirán menos, depende del sector y de su experiencia, pero lo que si es cierto es que es el escaparate ideal para mostrarse frente a los pares y exhibir en pasarela la creación en turno y exponerla al comentario ajeno, se trata pues de un festival que legitima y valida los productos, no las prácticas, no los procesos, porque la obra pudo haber sido hecha con especial uso de violencia (de cualquier tipo) y no pasa nada, lo que importa es el producto, y seguimos, tal vez, reproduciendo prácticas y usos de hace treinta años o más.
Los criterios para entrar a una muestra varían según el sello de la administración en turno, desde la exclusión del circo, el clown y el cabaret, porque «no son teatro», hasta la evidente, pero no por eso menos burda censura disfrazada, de una administración como la de Alejandro Cravioto, pasando por algunos aciertos en los criterios curatoriales, o en la selección del jurado. Lo cierto es que desde la administración pública no existe un manual o un criterio administrativo y técnico para establecer a «la muestra» como un producto de política pública.
Este año son los jóvenes estudiantes de teatro, excluidos a priori desde la convocatoria. Evidentemente hay polémica, y parte desde una pregunta ¿Deben estar los jóvenes estudiantes en la muestra? La pregunta es el diagnóstico de una comunidad que no se asume ni se ejerce como comunidad. Los espacios se ganan, y como docente de muchos de esos jóvenes doy fe que el espacio se lo han ganado paulatinamente: siendo colaboradores, voluntarios, participantes, público, y sobre todo, por encima de cualquier cosa, garantes de continuidad del movimiento teatral en la localidad.
En un país en el que el reclutamiento de menores en el narco ha crecido 153%, en el que la matrícula al bachillerato y a las facultades es limitado, donde las detenciones para revisión de rutina de las policías los tienen como objetivo principal, en el que son golpeados y detenidos si protestan, donde son desaparecidos y víctimas, y donde las cifras del desempleo nos dicen que 6 de cada 10 jóvenes no tienen empleo. Un país que centrado en el presente adultocéntrico ha desgastado y depredado el medio ambiente, y por lo tanto el
futuro de esas generaciones y de las de sus hijos. En este país ellos son el presente que construye futuro en condiciones muy adversas.
¿Qué van a hacer esos jóvenes cuando egresen de su carrera? ¿A qué se van a dedicar en una ciudad que no consume teatro, y cuyas características de formación los preparan para un medio y un contexto que no existe? Esas son las preguntas fundamentales para quienes ejercemos la docencia en las escuelas de teatro, y son preguntas que tienen implícita la responsabilidad. La muestra tendría que ser un espacio de experiencia, práctica y elaboración de diagnósticos y bitácora de vuelo para muchos de estos estudiantes, sin embargo sólo son admitidos si se presentan como voluntarios (práctica de precariedad temprana), o son asistentes o subordinados en algún montaje. Es decir, si puedes estar, pero subordinado.
En este caso en particular, no importa si debieron impugnar la convocatoria (sorpresa, sí se puede impugnar), ni siquiera importa la cuestionable denominación de profesional o no profesional, lo que importa son sus voces, los argumentos, el hecho de reclamar y exigir, lo que el debate nos puede dejar, eso es lo que realmente importa. A muchos de estos jóvenes les hemos dicho en las aulas lo importante que es levantar la voz, así que no les digamos ahora que no se puede, o que está mal, o que debieron hacer tal o cual cosa, eso es adultocéntrismo puro. Si se van a equivocar, que lo hagan, tienen el derecho y la obligación de hacerlo, es parte de la experiencia.
Lo que está de fondo son varios puntos importantes:
¿Qué es una muestra?
¿Para qué sirve?
¿Quiénes deben estar y por qué?
¿Quién establece los criterios?
¿Que función tienen los criterios de exclusión?
En esta serie de cuestionamientos es importante pensar en los principios que animan la congregación y convivencia del gremio, y que dicha congregación pueda ir más allá y convertirse en un esquema de diálogo y colaboración para establecer puntos en común desde la diversidad. Por lo tanto es importante involucrar a todos los sectores posibles, sin criterios de exclusión arbitraria, o segregando por motivos de territorio: interior y centro, en el que el centro es lo hegemónico y el Interior son los márgenes. Es decir, pensar a la muestra como producto de política pública, no como un festival más.
Concluyo con la idea de que en este caso la administración pública solo debe ser un mediador entre lo que desea construir el gremio teatral y los recursos existentes, que el gremio como sujeto debe convertirse en un agente más activo, y dentro de ese gremio la voz de los jóvenes estudiantes es vital, y no sólo para preguntar al Creador superlegitimado cuántas cucharadas de azúcar quiere en su café. La dignidad con la que tratamos a los jóvenes es parte de la dignidad que tenemos como gremio, como sociedad y como país.