Casa: Breviario de una mirada
Isaac Sainz
Sencillez, limpieza y precisión, son aspectos que definen este trabajo. El primer vistazo es un escenario lleno de arena con apenas algunas cañas erguidas a las orillas. Y a un costado el músico sentado ante un piano y rodeado de otros chorro mil instrumentos musicales, con los cuales se lograrán las diferentes atmósferas por las que pasa… no sé si decir que el personaje o el espectador. Y es que la obra Casa: Breviario de una mirada es envolvente, con una fuerte carga poética, no sólo por su composición plástica, si no por su contenido temático y su estética. Yo a los tres minutos estaba bostezando del sueño que tenía, pero de los cinco pa’ delante no podía ni parpadear para no perderme de nada.
Entra una mujer y al compás de un sonido rítmico comienza a realizar una serie de movimientos con una caña de bambú, que denotan el trabajo del día a día. Así se nos presenta un mundo lleno de naturaleza, rico en sonidos, colores e imágenes. La partitura de movimientos y acciones será clave ante la ausencia del habla. Esto, quizá, es lo que permitió poblar de tanto sentido la plástica y presentar a un personaje tan genérico. Que a lo mejor al principio resultaba bastante abstracto… dado que se indagan los sentidos, la conceptualización del agua, la lluvia, la sensualidad y la fertilidad a través del cuerpo, para después ir concretizando hasta llegar a la individualización de este personaje que, una vez conectado con el mundo, comienza a habitarlo.
La progresión se da en términos anecdóticos, pero con una integración de la plástica bien administrada, explotando al máximo la presencia de cada uno de los objetos. Tanto más se va concretizando la historia, más complejidad y forma van tomando los objetos utilizados. Al principio era una caña, una tela, pero después vimos un títere y una máscara. Al principio era una mujer, después era una madre y su hijo, que luego pasó a ser una viejita triste y cansada. Al principio era un área donde sólo había arena y unos cuantos bambúes, después una casa, con arroyuelos y patio.
En esta obra todo habla, aunque no se digan más que unas cinco palabras para presentar una historia que, en pocas palabras, es el ciclo de una mujer que pierde a su hijo. En la sinopsis dice que este trabajo “gira en torno a la muerte del hijo”, pero yo discrepo de la sinopsis en honor a lo que se vio en escena. El hijo no muere: el hijo es robado. La madre lo deja jugando y cuando regresa ya no está. Habrá quien me pueda decir que el niño se cayó al río o al arroyo, pero si así fuera no cabe duda que la madre hubiera nadado hasta la desembocadura del mismo y luego se hubiera ido a las profundidades del mar, y esto se hubiera convertido en otra Odisea, aunque no tan interesante como la de Homero y sí mucho más conmovedora. Como quiera que sea… a partir de los primeros pasos del niño, uno como espectador, pero sobre todo como mexicano, no deja de pensar: “algo le va a pasar” “algo le va a pasar”. Y cuando parece que todo terminó allí, sucede lo que nadie quiere ver: el duelo de la madre. Y así llegamos al momento más denso, donde no deja de sorprendernos el ingenio con que se resuelve el desenlace, respetando el planteamiento que impera a lo largo de toda la obra: sencillez, limpieza y precisión.
Felicitaciones a los responsables de este trabajo, que son: Darinka Ramírez a cargo de la dirección actoral y escénica; Briseida López de expresión corporal y coreografía; Vannia Cárdenas a cargo de la escenografía, vestuario e iluminación; diseño sonoro de Axel Tamayo; idea original, dramaturgia escénica e interpretación de Daimary Sánchez Moreno.
Agrego un fragmento con dedicatoria:
Me encuentro, en persona, al mismísimo coordinador del FUT justo a la entrada del teatro. Y este me comenta que mi crítica de la obra ¿Y por qué yo no? es más una reseña que una crítica. Y yo, la verdad, creo que tiene razón, pero ha de disculparme, puesto que desde mi silla sólo se miraba la cabeza del actor con su peluca con calva, y a veces, un cigarro que levantaba, como para que alcanzáramos a ver algo quienes estábamos en las últimas filas. De no ser por eso, a lo mejor me hubiera enfocado un poco más en el análisis. Pero debo aceptar que, por otro lado, me salvé de bailar y quién sabe si hasta de tener que audicionar para Pedro Almodóvar. Le mando un abrazo a este coordinador que por lo menos unas cinco veces al año me regaña por que no voy al FUT… me regaña en el FUT, claro está, que es el único lugar donde lo veo.