(no) Todos los excesos son malos
Jorge Arturo Torres Vázquez/ Los criticables
Una actriz, paciente del Dr. Freud, se debate entre la locura y la cordura mientras resuelve un crimen con ayuda de unos espectadores que ella considera que son producto de su imaginación, eso es Perros del Monasterio de Mariana Hartasánchez y Boris Mikof.
La maestra Mariana Hartasánchez presenta una divertida cátedra de actuación con una obra que muestra el lado más virtuoso de una forma de teatro que ya parece en vías de extinción. No es exagerado afirmar que se trata de una actriz superdotada, y en esta ocasión se le aprovecha al máximo, con una dirección precisa que no permite se desborde o abuse de sus habilidades, (pues que todos los excesos son malos, decían los antiguos). Además, un divertido y en general, bien estructurado texto dramático, sustenta una ficción que juega con el público rompiendo la convención de la cuarta pared de una manera creativa y juguetona. Así, la representación, se vuelve un reflejo transgresor de la realidad, en que no se sabe si es la ficción la que se sale del escenario o es el espectador el que entra a la ficción. Por medio de una gran expresividad corporal y gestual a la par de una voz privilegiada, Mariana construye un personaje que retrata a la perfección, la anquilosada idea que todavía se tiene a estas alturas del siglo XXI, de lo que significa ser una actriz talentosa. Resulta destacable que, aun cuando se trata de un unipersonal, en ningún momento se cae en la trampa del soliloquio, al contrario, la ilusión de diálogo llega, por momentos, a niveles sobrenaturales. Las proyecciones y los recursos audiovisuales son lo de hoy, y en esta propuesta escénica tales elementos son utilizados de manera que forman parte indispensable en el juego que propone la obra. Incluso, le dan un leve descanso a la actriz al tomar el protagonismo por algunos minutos rompiendo así el trepidante ritmo en el que se ha encabalgado desde el primer instante.
Otra cosa por resaltar, son esas referencias oscuras a un tal dramaturgo. Quién sabe qué líos personales habrán suscitado la creación de esta obra, pero la verdad, no me interesan. Poco importantes se vuelven los chismes y rumores ante la belleza de lo que se logra en escena.