Carta del autor de Ñeyivi Meeni
Hola, Micaela.
Te escribo como respuesta a tu invitación a platicar, de entrada porque tú te tomaste el tiempo para escribir sobre tu reacción a mi trabajo y porque he aprendido que en este medio asumir la postura de “no pienso dedicar ni dos minutos de mi tiempo a resoverle sus demonios personales a los otros”, darse la vuelta y quedarse callado resulta peor. Y aunque parece que hay polémica en redes, no me interesa ese ámbito (mi FB, por ejemplo, siempre termina ofendiendo a alguien. Alguien que no tiene idea de cómo soy y de para qué ocupo ese espacio y asume que soy de determinada forma porque él/lla lo asumió así por un meme o comentario tonto que vio en mi muro), así que lo hago por este medio y sin afán de seguir echando leña a esta hoguera.
Entiendo que la presentación de mi texto Ñeyivi Meeni en la MNT te ha generado diversas emociones y reacciones que te llevan a querer platicar conmigo y con Pedro Lemus. De entrada, te agradezco que te hayas tomado el tiempo para manifestar lo que sientes y exponernos tu mirada sobre el hecho. En lo personal, estoy abierto al diálogo y te acepto el café con pan, sin embargo, previo a eso (si es que ocurre), quiero aclarar algo básico. Como dramaturgo –teatrero– artista asumo al 100% la responsabilidad de mi texto, mis personajes, mi historia y los discursos que manejo. Sin embargo, no puedo asumir la responsabilidad de la interpretación o mirada que alguien pueda tener a partir de sus propios referentes. Los elementos que mencionas en la sinopsis que haces y comentarios posteriores, están en la obra, no con los acentos que les pones pero están, porque forman parte de esa realidad, sin embargo, no son mi foco. Lo que mencionas es sólo una parte de un mapa que te aseguro es mucho más amplio y no porque yo lo diga. Repito, me hago completamente responsable de mi obra y de lo que busco con ella pero no me puedo responsabilizar de las interpretaciones que tenga cada espectador según su propia realidad, intereses o momentos de vida.
En este sentido, para aceptarte la invitación a platicar, me gustaría tener en claro el para qué. Nos veremos para que me regañes por escribir de ciertos temas y presentarlos, nos veremos para que me digas que conozco o desconozco de procedimientos técnicos, nos veremos porque soy un misógino que sacraliza la violencia hacia las mujeres y escribe desde su ser hombre, nos veremos para que busquemos convencerte de que nuestro trabajo no es lo que piensas y estamos comprometidos socialmente de muchas formas y somos buenas personas: perdón, no tenemos de qué hablar.
Nos veremos para intentar entender por qué de las muchas miradas que puede tener esa obra tú te fuiste por ahí, compartirte qué otras miradas han tenido personas distintas que la han leído o visto las pongamos en la mesa y eso tal vez me permita a mí entender un poco más ese mundo que en muchos momentos sigo sin entender; o para hablar de la realidad del país, o del teatro como casa del significado o simplemente tomar café con pan, conocernos y charlar de por qué nuestros mundos son como son, eso sí me interesa y habrá mucho para hablar.
Perdón si me hace ver mamón el negarme a las primeras opciones pero estoy en un momento de mi vida en que sé qué batallas quiero luchar y qué batallas no.
Lo que sí te puedo decir es que agradezco mucho tus palabras. Ñeyivi Meeni fue el primer texto que escribí hace ya 15 años. Trata del origen de mi familia, es la historia de la abuela de mi abuela paterna y pasó exactamente eso: la hermana menor fue dada como pago de una deuda al esposo de la hermana mayor. Hoy en día en mi familia tenemos el chiste de que unos tienen acta de nacimiento y otros tienen pagaré, así vivimos nuestro dolor personal del tema. Yo como pseudo progresista, en mi obra quise que Rosa se fuera de esa realidad como una Nora de la mixteca oaxaqueña. Mis tatarabuelas no tuvieron esa oportunidad, se quedaron ahí porque es lo que les tocaba. Por eso el final es el que es, porque Nora no tiene cabida en la Mixteca de Oaxaca ni en muchísimas partes, incluso hoy. Y reconocerlo no significa aceptarlo o exaltarlo. Al escribir de eso no busco propagarlo, o criticarlo o dar alternativas de solución. De entada quise diseccionarlo para tratar de entenderlo yo, porque a mí, triste millennial, no me cabe en la cabeza. Y al ir haciendo este intento de disección fui encontrando que hay voces que piden ser escuchadas, no desde la demanda o la consigna, no desde el juicio o la reflexión teórica, simplemente desde que escuches lo que te dicen porque necesitan decirlo. Que lo único que quieren es un poco de tu tiempo o tu vida para que las escuches, no tu consejo, no tu explicación teórica, no la solución que le propongas, sólo quieren que las escuches. Por eso traje esta historia al teatro, porque para mí el teatro es más que un espacio de crítica social, propagación ideológica o planteamientos de alternativas de solución.
Este texto fue finalista del Mancebo en el 2004 y en aquella ocasión uno de los sinodales me decía que el texto era un texto viejo, arcaico, que parecía película del cine de oro mexicano, que pedía ser actuado por los hermanos Soler y Marga López, que este texto ya no podía dialogar con la realidad actual, que a lo mucho para actualizarlo lo que podría hacer sería sacar al caballo y meter una moto porque otra posibilidad de actualidad no tenía. Y pues por lo visto puede seguir golpeando hoy y de muchas formas. Repito, no me puedo hacer cargo de las lecturas de otros a partir de sus referentes.
Sé que esta obra pone el dedo en una llaga, de entrada, mi llaga, porque debo aclarar algo, además. Yo no hablo de generalidades, no hablo de la violencia, no hablo de la ideología de género, no hablo de feminicidios, no hablo de los hombres y las mujeres: hablo de Rosa y María, dos personajes concretos a los que les pasó esto. Esto que además, forma parte de mi historia. Si alguien decide desde este universo irse hacia la generalidad y decir que en el mundo, que los hombres, que las mujeres, que los feminicidios, que yo… pues ha de tener tiempo.
Lamento que nuestro trabajo te haya hecho pasar un mal rato pero no te puedo ofrecer una disculpa por ello. Y aunque sé que este texto mismo va a levantar polémica donde habrá quien lo lea y diga es cierto lo que digo, o le dé lo mismo, o que qué mamón y creído soy, o que en esta misma carta alimento la violencia, o tal vez hasta saque una carta descriptiva de mi personalidad, pues lo saco a la luz porque lo considero necesario.
Si la invitación a la plática sigue en pie, adelante mientras no sea un espacio para defenderme, a mi trabajo o a mis compañeros porque no me dedico a eso. Si es un espacio para realmente charlar tomando café con pan, yo pongo el pan.
¡Saludos!
Francisco Reyes