Un nuevo techo de cristal
Geraldine Lamadrid Guerrero
deloinnombrable@gmail.com
Escribo esto a partir de mis reflexiones en torno a experiencias recientes en mi práctica profesional teatral. Lo hago para contrarrestar esa voz perniciosa que desde dentro nos dice que sería mejor quedarnos en silencio frente a hipotéticas represalias futuras en formas veladas. Frente a eso, me digo, no. No me conformo con que no se pongan a discusión las situaciones reales donde la poética y la política se cruzan. En un lapso aproximado de dos meses a la fecha se ha puesto sobre la mesa la necesidad de reflexionar y accionar con urgencia respecto a cómo operan las relaciones de género dentro del gremio teatral. Cuestión que me parece relevante y cuya pertinencia comprendo absolutamente. Los estudios de género son un área de la investigación social, artística y de la actividad profesional de la que participo activamente en las formas que durante mi trayectoria como estudiante, docente y creadora artística me han parecido pertinentes para incidir en mi entorno social. Así que aquí esta lo que quiero decir.
Este año participamos en dos concursos de teatro oficiales con la obra Desobediencia. En una reunión privada con uno de los equipos-jurado de los concursos mencionados anteriormente se nos señaló que la obra es misógina. Que la figura de la mujer está disminuida y que de acuerdo con las valoraciones que se han hecho públicas en alguna de las propuestas de la Liga mexicana de mujeres profesionales del teatro, esta obra no podría ser ganadora del concurso en que estábamos participando. Dos personas del jurado la consideraron ofensiva por ser “demasiado masculina”, en los créditos aparece más el nombre de mi compañero que el mío. Aclaro al respecto que somos dos personas (una mujer y un hombre) que representamos el núcleo asociativo de base que sostiene la obra Desobediencia y que entre nosotros tomamos la decisión de decir cuáles son las atribuciones formales del proyecto por fines de intereses que a nosotros nos convienen. Por lo que no estamos obligados a cumplir con una cuota de género en los créditos de nuestro trabajo para satisfacer una aparente equidad de género en el ámbito teatral, porque la equidad en nuestro trabajo existe y no tiene que expresarse en cuotas.
Entonces, en esa conversación llegó el nuevo fantasma, la nueva alerta de género para usarse de manera simplificada y con efectos de censura. Porque de entre los comentarios que recibimos, aunque bien intencionados, algunos de ellos tienen el subtexto de “eso está mal” o “eso es inconveniente” o “eso podrían expresarlo mejor porque no se ve”. Ahí escuchamos cosas como: “No, es que si esto lo vieran las de la Liga…”, “Es que ya solamente por los créditos esto no podría ganar”, “La figura de la mujer está disminuida”, “Mi ser femenino se vio ofendido”.
Uno, no creo que las personas que conforman la iniciativa de Liga quieran ver propagada su propuesta con algo que se cuela así en este tipo de decisiones de premiación.
Dos, las aportaciones de la Liga solamente deberían ser una decisión determinante si están formalizadas en los criterios de evaluación de los concursos y eso al día de hoy no es así.
Tres, si en una obra de teatro se quiere mostrar conscientemente el abuso de un hombre hacia una mujer, la figura femenina estará disminuida en lo que los creadores consideren debe mostrarse así, pero fijar esa presencia femenina como la totalidad de la obra por una apreciación personal, me parece que es excesivo.
Cuatro, si las personas no sienten malestar al ver un abuso, en este caso escenificado, estaremos confirmando la normalización absoluta del abuso, por lo que esa sensación reactiva nos parece lo consecuente.
Comprendo la voluntad de denunciar y visibilizar las limitaciones y las desigualdades injustas que las mujeres enfrentamos en una sociedad patriarcal. Pero este tipo de llamaradas, que quieren empezar la casa por el tejado, atacando a la cúpula del gremio antes de hacer el necesario trabajo de consolidación del tejido social que sostenga esas demandas, nos está pasando el costo de una manera muy poco reflexiva a mujeres y hombres. Actores somos dos, pero hay más personas, mujeres y hombres que son parte de este proyecto. En este caso le ha sucedido a una propuesta escénica que propone reconocer un discurso androcéntrico y sentir la herida.
Además se me dijo, “Sí, porque tú para nada te ves como una mujer oprimida”. Comprendo la buena intención en los comentarios pero es urgente que reflexionemos estas cosas. Exactamente, ni soy una mujer oprimida, ni reprimida, ni tengo que declararme ideológicamente para hacerlo valer, ni tengo que poner en tela de juicio mi trabajo enviando un texto para ser evaluado desde una mirada sancionadora de lo patriarcal como si quienes nos encargamos de desarrollarlo para la escena no fuésemos capaces de discernir lo que queremos mostrar y defender de una manera responsable. La obra lleva hasta ahora 25 presentaciones, solamente en cuatro hemos recibido dinero público, dos fueron parte de concursos de teatro, una de un encuentro de artes estatal y una en una escuela de educación superior. Todo el dinero de la producción y de la movilidad de esta puesta en escena es dinero personal invertido en la consolidación de nuestro trabajo, por lo que menos aún nos vemos conminados a cambiar fondo o forma.
Estoy de acuerdo que reflexionemos nuestras patriarcalidades asimiladas culturalmente. Pero sobretodo que reflexionemos si nuestros juicios de valor personales están afectando la política pública.
Para ampliar un poco continúo describiendo la sensación que a partir de esa reunión se desarrolló en mí: en cuanto salí de ahí y empecé a reflexionar sobre el encuentro que acabábamos de tener, me dije “¡Qué! ¿Pero qué están diciendo?” Mi persona en su totalidad, con su parte femenina y masculina, porque todos la tenemos, se vio ofendida por la subestimación que la experiencia con mi cuerpo, biológicamente sexuado femenino, me da para decidir las estrategias que establezco con mis compañeros cómplices y solidarios para sacar adelante nuestro trabajo y poder seguir haciendo valer nuestra profesión. El texto pertenece a una puesta en escena, quien quiera conocerlo, que la vea, y al término de los 60 minutos de duración, aseguro a todos, daremos paso al intercambio de comentarios, inquietudes o preguntas. Nosotros damos la cara por nuestro trabajo en una equidad absoluta, entre los dos, además de la cara damos argumentos. Asumimos la autoridad moral tácita que nos da frente al público el hecho de estar ocupando el centro de la escena. Esa es la jerarquía que nos da la disposición común que el espacio teatral asigna a los actores, lo sabemos. Lo que sí puedo identificar con mucha claridad es a partir de qué momento y de quiénes hemos recibido este tipo de comentarios que nos advierten de la nueva vigilancia de la “la Liga…”.
En correspondencia con las prácticas reales de una pequeña agrupación de teatro independiente, de un proyecto que no ha recibido un solo peso de subvenciones a la cultura y las artes para su producción (sólo para su exhibición en momentos puntuales por su participación en encuentros de instituciones públicas), fueron establecidas las atribuciones formales de actuación, dirección, dramaturgia y producción por un acuerdo interno para solidariamente fortalecer el perfil de los integrantes de cara a poder participar en otros procesos de convocatorias públicas a título individual. Porque esas son hoy por hoy nuestras condiciones reales, materiales, de producción artística y por si falta decirlo, de subsistencia, en un país donde el campo laboral que nos permita un ingreso estable en correspondencia a la profesión que hemos desarrollado, es un fiasco. Por cierto que en las responsabilidades técnicas de iluminación y multimedia tenemos un equipo de mujeres y hombres que también ven afectado su trabajo. Pero ya sabemos que en la jerarquía teatral no es solamente una cuestión de distinguirnos mujeres y hombres, pues ciegamente no se le da la misma valoración a todas la partes que contribuyen a la constitución del hecho escénico. Otra cosa a revisar.
Yo quiero pensar que quienes están diseminando sus ideas desde el proyecto de Liga, y que tal vez sin saberlo ejercen esta nueva autoridad tácita, no quieren este tipo de propagación de sus propuestas por boca de otros menos involucrados, pero en cuyas prácticas se ven reflejados nuevos códigos de censura implícita en los veredictos, premiaciones, asignaciones de becas y demás; que nos perjudican a todas y a todos muy equitativamente al aplicar valoraciones simplistas de lo que supone comprender la representación de relaciones de género en escena y el trabajo solidario en la vida.
Respeto profundamente y colaboraré siempre con las personas, mujeres, hombres y diversxs que hacen el trabajo de base, yo lo hago como práctica asimilada desde hace tiempo. Pero una estructura jerárquica, por más que se quiera mostrar horizontal no asumiendo sus verticalidades, me parece problemática. Por lo menos no me parece que esta sea la etapa de institucionalización de un discurso que señala a buenos y malos antes de tener un trabajo de fondo, con las temporalidades y experiencias que eso requiere. Porque en un campo de trabajo con tanta precariedad en derechos laborales como lo es el de la creación escénica estaremos poniéndonos un nuevo obstáculo, la ideologización específica de la creación escénica y pervirtiendo la herencia de los logros del feminismo histórico que hoy me permiten expresarme así.
Que se difunda la información de las inequidades. Que se señalen los abusos de forma sustentada. Que se reconozcan las complicidades abusivas propias de las relaciones humanas y cómo se expresan en el teatro los intereses ocultos y los declarados, y entonces tal vez nos podamos mirar a la cara de una manera más justa y vernos menos enjuiciados.
Yo el sambenito ya me lo pongo solita y por gusto de jugar con esa imagen en escena para señalar cuantas veces sea necesario que en la historia nos lo han puesto a las mujeres injustamente. Lo que no me imaginaba es que tendré que construirle uno a cada persona que ha confiado y colaborado en este proyecto para señalar que si el feminismo es la salida: será diverso trabajando paralelamente con mujeres, hombres y diversxs o no será, será mixto o no será, será libre o no será porque de lo contrario terminará satanizado y los logros se irán por la borda. Por que no, no nos vienen a quitar la venda de los ojos y menos nos dirán cómo negociar nuestro trabajo y arriesgar en nuestras propuestas escénicas con responsabilidad y conocimientos de causa, efecto y contexto donde se desarrollan. Nos vemos en los escenarios, plateas, aulas y otros espacios de intercambio cara a cara.
Aquí expongo un caso particular que me ha permitido reflexionar todo esto, ponerlo en palabras para ser leído por otros, con el esfuerzo de hablar de mujeres y de hombres de manera excesivamente puntualizada, como una batalla de sexos que aquí quiere quedar en empate. Tomemos en cuenta las particularidades de una práctica laboral tan precaria que si se desatan generalidades como llamarada viviremos una caza de brujas muy perjudicial. Generalicemos, si acaso, los posibles abusos que identificamos con mucha claridad. Pero que el señalamiento y la apelación no sea únicamente a la subjetividad sensitiva de cada quien sin tener un mayor compromiso de análisis sobre el tema de las relaciones de género. Nosotros ya vimos claramente “un nuevo techo de cristal”.[1]
[1]El concepto de techo de cristal se refiere a la imposibilidad velada de las mujeres en el ascenso laboral. En este texto se amplia el sentido a la imposibilidad de una agrupación de mujeres y hombres para ascender a la siguiente etapa de un concurso de teatro público. Un ejemplo de uso de este concepto es el del siguiente artículo: El techo de cristal en México
NOTA: Debido a la extensión del texto, publicamos una versión editada. Puede leer el texto completo en PDF
2 octubre, 2018 @ 11:51 pm
La Liga Mexicana de Mujeres Profesionales del Teatro es una iniciativa colectiva en construcción, nacida para mejorar las condiciones laborales y humanas de las profesionales y para difundir la educación feminista entre nosotras y desde los escenarios hacia la sociedad en general.
La Liga Mexicana se encuentra aún en etapa de autodefinición: nos estamos escuchando, dialogamos y pensamos colectivamente qué queremos ser y hacer.
Por lo tanto, “La liga” no tiene facultades para decidir, imponer o censurar contenidos escénicos, ni es su objetivo; no está presente en las deliberaciones de concurso alguno y no estamos aportando decisiones determinantes en los criterios de evaluación.
Las personas que hayan utilizado el nombre de la Liga Mexicana de Mujeres Profesionales del Teatro para justificar o argumentar sobre sus decisiones, o que advierten sobre la “vigilancia” de una Liga sorora que está trabajando todavía hacia adentro, están adjudicándonos palabras, acciones y/o ideologías que nosotras no estamos ejerciendo.
No hemos realizado ningún posicionamiento con respecto a contenidos, temas o visiones artísticas; no nos consideramos una autoridad tácita, no tenemos representantes públicas, ni practicamos códigos de censura, o veredicto alguno.
Somos individuas en un diálogo permanente y hasta ahora, cerrado, organizándonos en comisiones.
Todas las colegas son bienvenidas y pueden participar: https://yeeko.org/liga-mujeres-teatro/