Las autodefensas en el derecho de autor
Algo que he podido observar a lo largo de 15 años de andar por el teatro, ha sido el cambio gradual en el respeto de los derechos de autor. A través de la recopilación anual de información que realizo desde el 2007 lentamente aparecieron más autores mexicanos en escena, hasta dominar la cartelera. También fueron disminuyendo las obras llevadas a escena sin el permiso de los autores. Quizá sean las redes sociales, ahora es más fácil enterarse. También creo que fue una nueva generación de autores decididos a hacer valer sus derechos, comunicados como nunca antes y en vinculación. Antes de Facebook (como ahora se dividirán los tiempos: AFB/DFB), me tocó un par de veces detener alguna presentación en Xalapa que no contaba con los derechos, no ha vuelto a pasar.
Aunque pasa cada vez menos, la única protección de los autores fuera de la Ciudad de México ha sido la misma comunidad. La Sogem y el Indautor han brillado por su ausencia en los estados. Quizá sea nuestra culpa, no estamos suficientemente informados, no nos hemos acercado a preguntar a los lugares correctos, pero el fenómeno es claro: No hay la mínima confianza en las instituciones, el gobierno es un absoluto extraño para el ciudadano de clase media. ¿Qué nos ha quedado? Las autodefensas, el colectivo. Así es como los autores han podido ejercer presión a las instituciones, de modo que por lo menos en las Muestras Estatales ya se exige carta de derecho de autor como requisito, aunque todavía no lo sea así en todos los espacios teatrales institucionales.
Aún así, el entendimiento que existe en general sobre los derechos de autor es muy reducido. A través de Teatromexicano recibo todo tipo de preguntas que revelan esta desinformación, desde «si el autor no me contesta los mensajes ¿puedo montar su obra?».
Recientemente se hizo público un caso vía Facebook que trae a cuento esta reflexión, pero la diferencia de esta historia es que quien denuncia el plagio no cuenta con nadie en la ciudad de Aguascalientes (donde está la obra presentándose) que abogue por él, ni tampoco tiene la trayectoria suficiente como para que el Instituto Cultural de Aguascalientes se sienta presionado a interceder como ha pasado en otras ocasiones, de modo que el autor está completamente solo.
La obra se llama Lo que nos trajo hasta aquí. Navío, barco de papel para la locura. La cual realizó Nancy Trujillo con un apoyo del PECDA, quien contrató a Ángel Rubio para escribir y dirigir la obra. No voy a comentar los pormenores del caso, porque como siempre son muy subjetivos y nos distraen del punto central que son los derechos de autor y la forma de defenderlos. Si quiere conocer el chisme completo El diario hizo un buen resumen. (Aprovecho para aclarar que no soy, ni dije ser, especialista en derechos de autor aunque por la redacción de la nota eso se entienda).
El caso es interesante porque contrario a la informalidad habitual de nuestro medio teatral, en este caso hay contratos firmados y ninguna de las partes afectadas está negando su responsabilidad. Lo que está en disputa es la propiedad es la obra, ya que de acuerdo con el abogado de Nancy, Luis Dena, la propiedad es de ella, en tanto que ella hizo el encargo de obra. La obra está programada dentro de la Muestra Estatal de Teatro de Aguascalientes y en los créditos aparece la dirección de Eduardo Gómez con la colaboración de Ángel Rubio y como dramaturgia colectiva Ángel Rubio, Nancy Trujillo, con la colaboración de Eduardo Gómez.
Nancy nunca ha negado la participación de Ángel Rubio y Ángel no se ha opuesto a la modificación y adaptación de su texto y dirección. Sin embargo, Nancy Trujillo bajo la asesoría de su abogado Luis Dena, registró la obra ante el INDAUTOR como suya. Desconozco los términos en que registró la obra porque Nancy se ha negado a ser entrevistada y solo refiere a su abogado, quien poco puede decirme del tema. Entonces no podemos saber si la registró como adaptación u obra dependiente de otra original, lo cual sería correcto y sin embargo no la eximiría de pagar derechos de autor y solicitar autorización del mismo, a diferencia de lo que ella y su abogado piensan. Tampoco podemos saber qué tanta intervención tienen el texto y la dirección, pero a todas luces no se trata de una colaboración, si la persona está excluida de ese proceso.
Luis Dena es abogado corporativo y desde su perspectiva tiene todos los probatorios para demostrar que Nancy tiene los derechos patrimoniales de la obra y que eso le da derecho de registrarla como propia, pero desconocía que debe pagarse el 10% del ingreso de taquilla neto de cada función al autor. Cuando hablamos por teléfono me preguntó que en dónde se estipulaba eso, no le supe responder en el momento, así que aprovecho para pasarle la información: Acuerdo que establece la tarifa para el pago de derechos de representaciones teatrales por el uso de obras protegidas por la Ley Federal de Derechos de Autor; publicación en el D.O.F. 9 de octubre de 1964. Ahí mismo se detalla el caso cuando es una autoría colectiva, como ellos mismos afirman que es, claramente por desconocimiento del tema cuando en realidad se trata de una adaptación.
No soy una periodista imparcial, soy parte de una comunidad, así me asumo y desde ahí escribo. Nunca he dicho lo contrario, veo en el periodismo una forma de ayudar a mi comunidad a organizarse mejor y no predico la falsa ilusión de la objetividad que tanto le gustaba al siglo XX. Me interesa visibilizar el problema de los derechos de autor, de la desinformación que existe al respecto. Por lo tanto, he querido ser muy cuidadosa y tratar de no exponer a una persona joven, que está empezando su carrera y que, por lo que alcanzo a ver, no tiene ninguna intención de plagio, por el contrario acepta la participación de Ángel Rubio. Simplemente Nancy Trujillo está convencida de que su manera de proceder es la correcta, de que ella tiene razón y que Ángel Rubio está cometiendo una injusticia contra ella al exponerla de tal modo.
Es de celebrar que los grupos independientes comiencen la buena costumbre de firmar convenios, establecer fechas y objetivos de colaboración. Esto debería ser en mejora del medio, no en detrimento. Iniciar una querella legal por un pago de $2,800 mil pesos, el 20% de taquilla y su crédito (que es lo que reclama Ángel Rubio, 10% de autor, 10% de dirección) es imposible para cualquier persona. ¿Hay alguna manera en que los autores puedan defenderse? Tenemos que empezar a encontrar esos caminos, especialmente cuando se deja de hablar entre personas y entran los abogados quienes hablan en un lenguaje desconocido y aterrador. Por lo pronto encontré esto, por si les sirve: CONSULTAS SOBRE PROTECCIÓN CONTRA LA VIOLACIÓN AL DERECHO DE AUTOR DEL INDAUTOR, Teresa Suárez García Tel. (55) 36 01 82 13 ext. 69282, teresa.suarez@cultura.gob.mx
El Lic. Luis Dena y Nancy Trujillo piensan que estoy abogando por Ángel Rubio, creen que es mi amigo, sin entender lo que significa la solidaridad gremial. La solidaridad gremial también es con Nancy, pero no con su abogado. No es por Ángel, es por todos. Es porque me parece absurdo que entre nosotros nos hagamos daño. No creo que Nancy quiera intencionalmente hacer daño, sin embargo lo está haciendo, tanto a él como a ella misma, al tomar una posición abusiva a través de su abogado. Ojalá lo entienda y que entienda que no se trata de un asunto jurídico, sino de derechos humanos, de la defensa de un gremio del cual ella es parte.
Día Crítico
28 julio, 2018 @ 11:30 pm
Nancy Trujillo: los derechos de autor son irrenunciables.
Ángel Rubio tiene el acta que se muestra y ahí consta que tiene el soporte legal para demostrar la autoría de la obra.
Si hay un contrato previo en dónde su trabajo fue escribir la obra según el avance de los ensayos, ese es un trabajo también. Si no te gustó el resultado final de la obra, la retroalimentación como productora, directora o actriz pues no se realizó durante el montaje. No quieras tomarnos el pelo que no sabías cómo iba el proceso de escritura y montaje. Si no te gustaba el resultado final, liquidas el trabajo e inicias la escritura de un nuevo texto, ya sea contratando un nuevo dramaturgo o escribiéndolo tú misma. Lo que haces, lo han hecho varias personas de gremio mexicano y seguirá pasando hasta que no se expongan estos casos y los actores, directores, dramaturgos, productores y grupos de teatro conozcan la Ley Federal del Derecho de Autor (en el INDA y en SOGEM reparten folletos donde se puede conocer la ley en su totalidad).
Las creaciones colectivas no existen, quizá creas que vives en 1970 pero a partir de 1990 no existen creaciones colectivas literarias, ni dramáticas, no son una figura legal válida.
Si contrataste a Ángel como tu negro literario, debiste especificarlo en el contrato, eso sólo lo hacen los escritores reconocidos y las empresas generadoras de contenido en formato largo. Es una práctica recurrente PERO MUY BIEN PAGADA.
Ángel Rubio: acude a SOGEM para asesoría y representación legal. No cuesta. Si no cuentas con los recursos, te damos el dinero necesario para que viajes a la Ciudad de México y resuelvas este asunto por la vía legal. Así sean tres mil pesos lo que se te debe, los derechos intelectuales y morales sobre tu obra valen para toda tu vida de trabajo. No te dejes, no te quedes callado. Te apoyamos.
rubén ortiz
29 julio, 2018 @ 12:56 am
retomo las palabras de alejandra, y añado que también entra en juego la maldita precarización, económica y moral, de nuestro trabajo. si nancy no sabe que lo que está haciendo está muy jodido, es porque así ha aprendido a hacer las cosas y nadie la había confontado antes. somos omisos en poner limites a los compañeros y compañeras porque hemos naturalizado abusos en las escuelas y en el trabajo profesional y porque nos falta aprender que en este barco si jodemos a alguien, nos jodemos también a nosotros mismos a largo plazo.
Berenice
29 julio, 2018 @ 1:29 am
El uso de la expresión «negro literario» es racista y pertenece a otro momento histórico. Habrá que actualizarse.
Eugenia de Combi
4 agosto, 2018 @ 6:20 am
Hola Berenice: La expresión también se conoce como «escritor fantasma». La expresión «negro literario», por tanto, no refiere en forma racista a lo que podría ser en el imaginario colectivo «la explotación de una persona», sino más bien y, simplemente, a cuando una persona está trabajando como escritor sin que se dé crédito de su autoría públicamente (está oculto, en lo oscuro, escondido, en lo negro, no se lo ve, es como un fantasma). Es un trabajo. Se paga muy bien. Y las notas las firma un otro, célebre, o bien van sin firma en una publicación más extensa.
Saludos
Luis Ayhllón
29 julio, 2018 @ 9:54 am
Coincido con Rubén.
En mi experiencia con obras por encargo, los registros en INDAUTOR son indefectiblemente controvertidos. Sin embargo, siempre a favor del que tiene la lana; así sean 10 o 1000 pesos los que estén asentados en sus contratos onerosos.
Cualquier obra por encargo debe ser registrada única y exclusivamente por quien se haya sentado a escribir, a menos que este proceso sea compartido. El contar con los derechos patrimoniales significa poder explotar comercialmente la obra, no ser el autor, y no te exime como productor de dar las regalías correspondientes.
Saludos.