41 FIC: La socialización del arte
Fernando de Ita/ EL FINANCIERO
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- Al inicio de los años 80, cuando el Festival Internacional Cervantino vivía su edad dorada y en España, Colombia, Argentina y Venezuela se iniciaban diversos festivales artísticos a su imagen y semejanza, en las capitales de esos países se discutía fervorosamente sobre la socialización del arte, para asombro de los artistas y promotores europeos, para quienes la única obligación de la creación artística era alcanzar la máxima calidad posible. Por el contrario, en los festivales de Bogotá, Madrid, Caracas y Buenos Aires se le exigía a la invención del arte su “retribución social”. El discurso de Jorge Volpi al inaugurar la edición 41 del FIC, donde anunció que el Cervantino irá a las comunidades rurales, los orfanatos y los centros penitenciarios, me recordó aquel romanticismo radical.
El arte de la libertad
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- , la expresión que será la bandera del nuevo espíritu del Cervantino, es una tautología que cuadra muy bien con la intención de reconocer a los perseguidos del país y de la tierra, a las víctimas de la violencia, la discriminación, la injusticia y la barbarie, es decir, al 90 por ciento de la humanidad. Un festival que esté cerca de la gente y que llegue a nuevos públicos ha sido la aspiración de la mayoría de los directores del FIC. Héctor Vasconcelos, quien con el apoyo de doña Carmen Romano de López Portillo le dio al Cervantino su dimensión universal, cansado de las exigencias de retribución social de los periodistas, se retiró comentando que había hecho todo lo que estaba a su alcance para elevar la calidad de la programación y hacerla llegar al mayor número de ciudadanos, así que si alguien tenía una mejor iniciativa, que la diera a conocer. Ramiro Osorio, quien se formó en la guerrilla cultural de su natal Colombia, llevó la Muestra Nacional de Teatro de México hasta los mingitorios públicos, pasando, naturalmente, por las prisiones, los asilos y los ranchos, y como director del FIC ideó una programación específica para el público joven que había convertido la ciudad de Guanajuato en la cantina y el fornicadero al aire libre más grande México, llevó parte de la programación a diversas comunidades de Guanajuato y a varias entidades, y se inventó lo del país y el estado invitado que aún perdura. Lidia Camacho utilizó las nuevas tecnologías digitales para llevar el Cervantino a millones de usuarios. Pero se entiende que el imaginativo escritor que es Jorge Volpi intente imaginar un nuevo festival para los nuevos tiempos. Aunque la primera contradicción al respecto se dio precisamente en el Teatro Juárez, a donde volvieron los preconcebidos discursos del gobernador anfitrión y el gobernador del estado invitado, que ya habían desaparecido del escenario.
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- Ahí se anunció que Puebla llevará al FIC a 950 artistas de diversas disciplinas. Se publicitó que habrá mil 100 creadores y ejecutantes de Guanajuato. Si la cantidad fuera el mérito del Cervantino ambos contingentes merecerían un premio. Pero quien conoce como masca la iguana, artísticamente hablando, en ambos estados, sabe que aquello será una feria de rancho, salvo sus honrosas excepciones.
- En rigor, un festival artístico vale por la calidad, la variedad y la intención artística de su programación. Un festival como el Cervantino, abierto no sólo a las artes escénicas sino a la pintura, la literatura, las artes visuales y la reunión académica, en donde igual se atiende al arte tradicional que al de vanguardia, el arte cosmopolita que el folclor local, corre el riesgo de ser un mercado del espectáculo en lugar de la ventana para que México vea el mejor arte del mundo y el mundo el mejor arte de México, como fue su inspiración aurea. Por lo pronto, el justísimo homenaje que se le rinde al fundador de los Entremeses Cervantinos, Enrique Ruelas, subraya que éste año la oferta teatral, origen del Cervantino, es la más pobre de los últimos años. Tampoco veo en la programación el supremo reconocimiento que le debe su tierra natal a Jorge Ibargüengoitia en sus 30 años de muerto. Entre escritores te veas, querido Sancho.