Demagogia postelectoral: Secretaría de Cultura… y Turismo
El gozo al pozo
EL FINANCIERO/Fernando de Ita
Hace unos días el gobernador electo del estado de Hidalgo, Francisco Olvera, anunció la creación de la Secretaría de Cultura como un reconocimiento al desarrollo artístico de la entidad, pero político al fin dijo una verdad a medias porque la verdad completa es que será la Secretaría de Cultura y Turismo, fusión de dos campos de trabajo conceptualmente opuestos que revela la visión utilitaria que tiene de la cultura el nuevo gobierno del estado. El futuro gobernador de Hidalgo le comentó a los medios que la propuesta de dicha unión ya estaba en el Congreso, pero nadie le preguntó cómo es que el órgano legislativo ya la había incluso aprobado cuando la reunión para conocer el sentir de la comunidad cultural estaba terminando en ése momento.
Como parte de la demagogia postelectoral, el gobernador electo organizó consultas populares sobre los temas centrales del que será el Plan de Desarrollo Estatal 2011-2017, en las que no se incluyó a la cultura. Cuando alguien de su equipo de transición se dio cuenta, armó el foro de consulta al que asistimos ingenuamente más de 300 artistas, maestros y promotores del estado, para ser burlados miserablemente porque la torpe, errónea, impolítica e inoperante fusión de dos tareas que exigen diferentes políticas públicas, ya estaba tomada.
Gracias a este desprecio por la cultura el estado de Hidalgo será el primer territorio de la República que desconozca la recomendación de la UNESCO de darle autonomía legal y administrativa a las instituciones públicas dedicadas a la producción y distribución de bienes y servicios culturales.
Una cosa es que las zonas arqueológicas e históricas, los museos, los teatros y las producciones artísticas que se presentan en ellos sean motivos turísticos y una muy distinta que las políticas públicas para la cultura se emparejen a las del turismo. La cultura es un bien común que produce una riqueza intangible pero tan necesaria para la salud individual y colectiva como el pan. El turismo es una empresa que explota las bellezas naturales y artificiales del país en beneficio del sector privado, no de toda la población como en el caso de la cultura.
Como su nombre lo explica, la cultura es el cultivo del intelecto y el espíritu de un pueblo que gracias a esa tarea ha realizado las obras arquitectónicas y artísticas que después son un motivo turístico. Como los políticos de la futura administración del estado ignoran por completo el proceso que debe cumplir la formación de artistas, artesanos y los maestros de artes y oficios, como no tienen la menor idea de los pasos que se deben dar para la profesionalización de los estudiantes de arte y la producción de obras artísticas, como desconocen lo que hay que hacer para socializar la cultura, esto es, para que llegue al mayor número de ciudadanos, piensan que los atlantes de Tula, la poesía de Efrén Rebolledo, las novelas de Ricardo Garibay, los murales de Bayron Gálvez se hicieron para hacer turismo cultural.
Formar cuadros artísticos de proyección nacional e internacional, como el Ballet de Amalia Hernández o la Sinfónica del Estado de México que dirige el maestro Bátiz, implica muchos años de formación y exige una política pública específica para tal motivo. En Hidalgo estamos dando los primeros pasos en esa dirección y en el momento en el que se logra elevar la Escuela de Artes de Pachuca a Centro Regional de las Artes, por dar un ejemplo del avance que se ha logrado en diseñar un programa específico para la cultura en el estado, se casa administrativamente a la cultura con el turismo, en un matrimonio perverso en el que ambos contrayentes salen perdiendo.
Falta saber el nombre del señor o la señora superdotada, capaz de dirigir con excelencia dos campos de trabajo con estructuras, procesos, exigencias distintas. Si esa persona existe es el secreto mejor guardado de nuestro estado. De nueva cuenta, el futuro gobernador de Hidalgo ha demostrado que la cultura le pasó de noche en su formación personal y profesional. Muy su gusto. Lo que nos queda a la gente de cultura es pasarnos a la oposición no sólo política sino cultural, para que los ágrafas políticos que están a punto de saltar sobre el presupuesto público descubran que la cultura también es una trinchera en contra de la imbecilidad.