De la cultura como bien común
Fragmento de la ponencia leída en el Foro de Cultura del estado de Hidalgo
Fernando de Ita
La cultura es un bien común porque se forma con la aportación individual y colectiva de la agrupación humana. Hubo una cultura tribal porque al inicio de su paso por la tierra el hombre vivía en pequeñas comunidades. Esos ranchos, diríamos en los llanos de Apan, se convirtieron en villas, las villas en ciudades, las ciudades en urbes, las urbes en metrópolis y las metrópolis en Tokio, Río de Janeiro, Ciudad de México. La ciudad casi exterminó la cultura rural y pueblerina de nuestros abuelos y la ciudad de ciudades que es una megalópolis, multiplicó las expresiones culturales de tal modo que se habla de nueva cuenta de la cultura tribal porque son muchas las identidades grupales que conviven en las ciudades grandes y medianas de México y el mundo.
Con esto quiero decir que en el siglo XXI la producción y distribución de bienes y servicios culturales se ha vuelto tan compleja y tan simple como la vida diaria. Ya no es, como ha dicho el responsable de los programas culturales del municipio pachuqueño, una labor de gitanos sino de profesionales de las varias generaciones de productores de arte que habitan el estado de Hidalgo. Hay que reconocer a los pioneros de la cultura en nuestro estado porque comenzaron como los mineros sin suerte, picando piedra en la roca de la indeferencia política y social. Hasta hace muy pocos años los artistas no eran en este rancho productores de arte sino cantantes de boleros, pintores de bodegones y bohemios de tiempo completo. Una muestra palpable de esa indeferencia es que el estado de Hidalgo estaba en los últimos lugares en infraestructura, producción y difusión de la cultura a finales de los años 70, cuando reinaba entre nosotros el patriarca de Huichapan: Rojo Lugo Verduzco.
Al actual mandatario de la entidad, Miguel Ángel Osorio Chong hay que agradecerle su confianza en la funcionaria que desde su antecesor está a cargo del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo. Aunque mi siguiente párrafo, lo quiero dejar muy claro, no es para halagar gratuitamente a Lourdes Parga Mateos y su equipo de trabajo sino para señalar que en los últimos años la producción y distribución de los bienes y servicios culturales, ha crecido exponencialmente, como lo pueden comprobar los datos duros que arrojan las auditorias del ramo. Baste una información comprobable. En 1999 el presupuesto estatal y federal para la cultura en el estado de Hidalgo era de 4 millones de pesos. El gobierno de Paco Olvera podrá disponer de 30 millones más, es decir, de 34 millones de pesos para hacer su tarea.
En el país de la tranza, toda crítica y toda alabanza desacredita a quien la hace y a quien va dirigida, porque se sospecha que es en pago o en venganza de los favores recibidos o negados por la persona aludida.Yo he labrado mi buena o mala reputación como autor, director, critico de teatro, narrador y periodista de la cultura fuera de mi estado, en la capital del país, en otros estados de la República y en el extranjero, por eso regreso a mi tierra sin compromisos personales o de grupo, con el deseo de que no se pierda lo que se ha ganado con tanta joda, y con la obligación civil de impedirlo. Por eso no he hablado estrictamente del tema en el que me inscribí como orador, pues los organizadores de éste “Foro Estatal de Cultura” omitieron poner un apartado para la cultura como política pública y nada de lo que aquí se trate puede evadir ese concepto como punto de partida.
Por ley, es obligación del estado atender la producción, la distribución y la difusión de los bienes y servicios culturales, y para hacer tal cosa el gobierno en turno debe tener muy claro cómo hacerlo. Para producir cualquier cosa hay que tener la preparación y los medios para lograrlo. Para producir arte hay que tener escuelas que formen a los artistas de las bellas artes, programas que les permitan pasar de la enseñanza a la profesión, de la teoría a la práctica, así como la infraestructura indispensable para socializar su trabajo, es decir: primero debe haber escuelas, luego teatros, bibliotecas, museos, galerías, difusión, publicidad, etcétera, que cumplan honesta, eficazmente su tarea.
Por ello, la primera obligación de Paco Olvera es designar al frente del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes a un funcionario que pueda cumplir las funciones del gestor cultural de siglo XXI, que ya no es más un artista notable, ni un promotor cultural de la vieja guardia, ni un político en desgracia, sino un especialista en la administración, promoción, gestación de recursos. He dicho.