Sirena, a un año de la muerte de Guadalupe Balderas
Freddy Palomec
Yo sabía quién era Lupita Balderas desde antes de entrar a la Compañía: el día que realicé mi audición ella estuvo presente. Y me dio un cálido recibimiento cuando me integré a la asistencia técnica de El tesoro perdido, de Ibargüengoitia, obra en la que ella actuaba dirigida por Saúl Meléndez.
Pero a partir del año 2001, empecé con Lupita un romance escénico y de vida, que guardaré por siempre en mi corazón y en mi memoria: Emilio Carballido –para no variar-, había escrito ex profeso para ella y Manuel Fierro un díptico que sería dirigido por el maestro Dagoberto Guillaumin, y que serviría para homenajear a estos tres fundadores del teatro xalapeño. La primera de las obras llevaba por título Club Verde, y Manuel Fierro era su protagonista. La segunda que componía el díptico se trataba de, Las manchas de la luna; la cual era protagonizada e interpretada entrañablemente por nuestra querida Guadalupe. Por razones que sólo el destino y el teatro conocen, a mitad del proceso de ensayos, debí –además de realizar la asistencia de dirección al maestro Guillaumin-, suplir al actor que acompañaba a Lupita en Las manchas de la luna.
Guadalupe interpretó con fuerza y disciplina admirables, la historia de una prostituta, que hacia el ocaso de su días, realiza un recuento de las aventuras de su vida y las narra, de manera divertida pero sobre todo, conmovedora; a Leobardo, un adolescente que en un la primera noche de juerga de su vida, amanece desvirgado por la octogenaria “dadora” de placer que representaba Lupita.
Ese ángel que siempre acompañó a Guadalupe, sirvió para que cumpliéramos una temporada en Sala Chica con una notable afluencia de público. Nos presentamos en el teatro Jaime Torres Bodet en el marco de la XXII Muestra Nacional de Teatro realizada en Guadalajara, y con gran satisfacción, escuché el atronador aplauso con el que los teatreros del país allí reunidos, rendían su reconocimiento a la labor y el coraje escénico de Lupita, que aparecía al inicio de la obra prácticamente desnuda, y con toda la belleza de sus –en ese momento- casi ochenta años. Ejemplo de profesionalismo auténtico, ética pura y un entusiasmo a prueba de todo: “La última guerrera de la edad heroica de nuestro teatro”, a decir de Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio.
Después de estrenar Las Manchas de la luna en 2001, Sirena –nombre de su personaje- siguió “desvirgando” a Leobardo eventualmente en diversos tiempos y escenarios. La última fue el mediodía del 24 de Mayo de 2008 en el mezzanine de la Sala Grande del Teatro del Estado, como parte del homenaje In memoriam que se les rendían a Emilio Carballido y Dagoberto Guillaumín. Guadalupe tenía una salud ya muy deteriorada y a pesar del esfuerzo que le implicó presentarnos, guardó todavía un poco de voluntad y coraje, para su participación en el estreno de la noche: Rosalba y los Llaveros.
Cumplió cabalmente con la primera y segunda temporada de Rosalba, alternando el papel con su querida amiga Luz María Ordiales. Estuvo encantadora, como siempre. De manera intempestiva, cayó gravemente enferma, y después de una dolorosa agonía de tres días, hizo mutis del escenario de la vida el 15 de mayo de 2009:
“Con su partida, el teatro xalapeño pierde una de sus actrices emblemáticas, y sus amigos y colegas perdemos a una amiga entrañable, un alma generosa, un espíritu entusiasta, una persona solidaria. Para ella un aplauso cálido y generoso en su mutis final”.
Así se expresó el maestro Francisco Beverido Duhalt ante el fallecimiento de una de las pioneras del teatro veracruzano; quien además era considerada –según el crítico de teatro Gonzalo Valdés Medellín-, una leyenda del teatro en México. No olvidemos que en el 2001 Lupita, fue galardonada con la medalla “Mi vida en el teatro”, otorgada por el International Theatre Institute, y que solo las actrices Marga López y Carmen Montejo, la han recibido en nuestro país.
Para mí, fue un placer trabajar contigo, y un honor el haberte conocido Guadalupe. No olvidaré nunca lo generosa que fuiste conmigo, y el sincero aprecio que otorgaste a mi persona. Tuviste y diste infinidad de cosas buenas y guardo en mi corazón cada una de ellas: entrega, profesionalismo, ética, esfuerzo, dedicación, disciplina, coraje, belleza, sacrificio, entusiasmo, bondad…
Guadalupe Balderas: ACTRIZ, sí, señor. Y activa a toda furia, hasta el último de sus días. Compañera, amiga…Sirena, Sirena, Sirena… Gracias por todo, donde quiera que estés.