La llegada del hermano menor
Para Alejandro Ricaño era un compromiso personal dar a conocer Bye bye bird, la obra de José Manuel Hidalgo que ganó el Premio Mancebo del Castillo estando él como jurado, porque le pareció una perrada que algunos de los pares de Hidalgo le quitaran la distinción de mala manera. El rockstar de la joven dramaturgia se empeñó en mostrar que la ópera prima del benjamín de los autores nacionales merece ser vista y montó un texto ajeno, algo extraño en su ya considerable carrera como director de escena.
Cuando dos jóvenes polemistas del teatro actual declaraban en una conversación abierta al público que la narraturgia legomeana se había agotado, surge éste chamaco cara de niño como una consecuencia de la dramaturgia de Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio. Hay una deuda conceptual y estilística en la narraturgia de José Manuel, pero no se trata de una imitación del Maestro sino de un discipulado que pasa también por la influencia escritural de Ricaño, más como una puerta para hallar su propio paisaje dramático que como un saqueo de la casa.
Donde hallo a Legom en la obra de Hidalgo es en la temática. Si algo logró Luis Enrique fue legitimar, dramáticamente hablando, el lado ojete de la condición humana. Por primera vez en el teatro mexicano los protagonistas de la historia son los perdedores, los parias, los inescrupulosos, los amorales, los cínicos. Adjetivación aplicable al trío de gandayas que cuentan la saga de su barrio y de la gente que malvive en esos infiernos urbanos llamados unidades habitacionales. Si el texto del novel dramaturgo fuera original sería un hallazgo. Después de Legom sólo es una buena secuela. Aunque debo agregar que Hidalgo ya avanzó en su propio registro dramático, como atestiguamos en Querétaro con su obra ganadora del Premio Manuel Herrera.
La dificultad que tuvo Ricaño para llevar a escena la obra fue que no era suya. La ventaja fue que estaba en un terreno bien conocido.
La ventaja fue que estaba en un terreno bien conocido. Al inicio de éste milenio, cuando los guioncitos y la narraturgia de Legom se impusieron en el teatro del momento, lo que costó trabajo encontrar fue a directores capaces de hacerle justicia escénica a estas novedades, y con sus propios textos Ricaño fue de los primeros y de los mejores. Aunque en el montaje que me ocupa se quedó corto. Mejor dicho: aplicó la fórmula.
Con Jesús Hernández en la organización del espacio y Matías Gorlero en las luces, armaron un tapanco giratorio que en su reducción conceptual y simbólica carece de aliento poético y queda como un espacio útil para cumplir la tarea. No abundo en la mecánica del montaje, pleno de giros redundantes, de cambios de luces de otro tipo de teatro y hasta de humito en el escenario, porque ya me anda por decir lo siguiente:
¡Qué delicia, qué encanto de actores! Esta historia, éste montaje hay que verlo para admirar la capacidad de Luis Eduardo Yee, Sara Pinet y Ricardo Rodríguez para darle vida al retrato hablado y al paisaje humano que dibuja el texto de Hidalgo. Gracias al sortilegio que despliegan los tres comediantes con su apropiación del personaje podemos ver con simpatía la abominación del crimen. El logro inicial es del autor dramático que narra con acidez cómica la transformación de una pandilla de amigos en una banda delictuosa; la mutación de un barrio en una zona de peligro y la metamorfosis de una unidad habitacional en el lugar del crimen, logrando encarnar esa abstracción social en tres personajes estupendos.
Bye bye bird es un músico negro que recaló en la antigua demarcación indígena de Azcapotzalco para marcar la vida de los tres narradores de la miseria urbana con su armónica. La música, por lo tanto, es un elemento central de la trama y un recurso legítimo del montaje. Con la pista sonora de David Ortiz, qué rico, bonito y sabroso baila Sara Pinet y qué buen ritmo tiene Luis Eduardo. Bien caracterizados con el vestuario de Gabriela Fernández y Jorge Trujillo, los tres comediantes tienen la energía, la gestualidad, la complicidad, la gracia, el matiz, la verosimilitud de hacer real lo ficticio. Aquí sí hay que abrazar a Ricaño, ya sea porque él los llevó a la impecable traducción corporal del texto, o simplemente por escoger a los actores capaces de lograrlo.
Termino comentando que no es poca cosa atestiguar la solidaridad de un dramaturgo consagrado con un autor que tal vez lo destrone. Todo indica que José Manuel Hidalgo abrirá su propio nicho en la pajarera del teatro del siglo XXI mexicano. Sin duda cambiará de preceptos, de formatos, de artefactos narrativos. Si no es ingrato, en lugar de matar a su padre y a su hermano, les hará el honor de ser mejor que ellos.
Iván Estrada
12 marzo, 2018 @ 3:43 am
Ah. Ok.
¿No está padre que de una falta esté saliendo el heredero de una poética por demás explorada?
Ah que ya no nos acordamos de eso, ¿verdad?
Alicia Martínez
12 marzo, 2018 @ 3:47 am
Nadie le quitó el premio de mala manera, Fernando, las reglas se incumplieron. Tú estabas ahí para ver lo qué pasó en realidad, ¿por qué manipular así la información convirtiendo al muchacho en mártir? Por qué seguimos solapando la falta a dos años de haber pasado?
Fernando de Ita
28 marzo, 2018 @ 8:55 pm
De mala manera porque todos los inconformes habían cometido el mismo «delito», mandar la misma obra a diferentes convocatorias. De mala manera porque ni siquiera era un montaje, era una lectura
dramatizada que aún no se hacía. Y sí, estuve ahí porque la directora del Helénico me consultó el
tema. El enojo de Ricaño y mío fue porque en nombre de una legalidad que todos los reclamantes
habían roto, le quitaron un premio al más joven de ellos.
Brenda
31 marzo, 2018 @ 7:48 pm
Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja, cuántas maneras de elogiar un texto tan simple y con poca complejidad, además de misógino y racistas, donde es evidente que NO se conoce lo que es «el barrio», solo son estereotipos, nada de complejidad.
Alejandro Rossi
22 abril, 2018 @ 8:08 pm
No se lo quitaron, el renunció a el premio. ¿Presión social? Tal vez. Pero pudo haberse amarrado bien los pantalones y salir a recibir el premio que tú, él y otros tantos piensan que se merecía. En cuanto a que si TODOS han mandado una obra a concursos distintos, es una aseveración general un poco infundada, ¿no crees? El problema con la crítica en este país es que se está anquilosando, tú, Fernando, eres una prueba de ello, que no puedas ser verdadermente objetivo, crítico e imparcial en tus juicios delata que la experiencia y los años en las tablas sólo te han servido para hacerte de un poder que ahora mal utilizas. Recuerdo como hace no mucho te defendía LEGOM en este mismo sitio, no me sorprende que ahora tú protejas a su ahijadito. En fin. Allá tú. Conicido con Brenda en que el texto es lamentable, ¿los jurados que leen cuando leen?
Jesus HIDALGO
17 agosto, 2018 @ 4:16 pm
Los jóvenes filisteos justificándose, la vida sigue y la creatividad continua desarrollándose en José Manuel a quien conozco desde que nació,su primer texto publicado por la SEP a los 7 años y a quien le cultivé el gusto por el teatro desde muy jovén.