Mouwad, de la tragedia al melodrama
- Corazón de perro

Archivo FIC. ©Pascal GELY
Lo digo así: Wajdi Mouwad ha conquistado su teatro, quiero decir, su púbico, pulsando el botón de sus emociones. Dirán: tal es uno de los atajos del arte. Sí, pero Mouwad es un maestro en hallar el sendero más corto para lograrlo.
El actor, autor y director de teatro nacido en Líbano de nacionalidad canadiense y afincado en París, llega al Festival Internacional Cervantino con Inflamación del verbo vivir. Un viaje emocional por su propio drama motivado por la muerte del poeta Robert Davreu, quien estaba traduciendo las siete tragedias de Sófocles, cuyo montaje es uno de los ambiciosos proyectos de Mouwad.
Justo en el trabajo de mesa para producir Filoctetes se muere el traductor y el director busca terminar con el proyecto. Luego de una “emocional” declaración de principios respecto a la preminencia de la vocación artística sobre los intereses económicos, sus colaboradores lo convencen de que haga un viaje a los orígenes de la tragedia, un viaje a Grecia. El personaje Mouwad se embarca a la Hélade y Wajdi, el actor, se queda en el teatro para desplegar una didáctica muy amena sobre la tragedia del héroe homérico abandonado por Ulises en una isla, gracias al humor y la pantalla de cine en la que está sumergido el personaje y de la que entra y sale el actor como Pedro por su casa.
Sin los recursos económicos de su paisano, esto es, sin la perfección tecnológica de Robert Lepage, Mouwad hace de su solo una obra de grupo, filmando paisajes, ruinas, ciudades, camaradas, perros, basureros, gaviotas, olas estallando en la costas del mar Egeo, jóvenes dando testimonio, recuerdos, personas, edificios abandonados, en fin, la escenografía de su muerte simbólica y el correspondiente descenso al inframundo, filmado de tal modo que la imagen grabada y por lo tanto, fija, empate con el movimiento en tiempo real del actor. El recurso es válido y no importa que en ocasiones se vea el truco porque eso nos recuerda que estamos en el teatro, en el aquí y ahora, valor de tiempo y espacio que es uno de los descubrimientos del personaje al regresar de su viaje al otro mundo.
Este es el formato, el dispositivo escénico, el pulso emocional está en el texto, en el tejido dramático, en la concentración del personaje Mouwad y la extroversión del actor Wajdi que empata de inmediato con el público. Creo que el escritor canadiense-libanés es un poeta de su tiempo aunque su poética provenga de la tragedia antigua. Como autor dramático tiene la habilidad de enriquecer su prosa con los ecos de la lírica clásica en figuras de lenguaje actuales, iluminadas por el crepúsculo de la melancolía.
La crisis de un artista al que ha secado —artísticamente hablando— la muerte de un amigo, es también el trance por el que pasa el mundo en el que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. En busca de sí mismo, el fabulador encuentra que los dioses ya son parte de los jodidos de este mundo y que el hombre es una forma misteriosa de ser perro y el perro una manera igualmente intrincada de ser hombre. A los aciertos de ironía y desacralización del mundo pasado y presente, hay que añadir divagaciones no siempre afortunadas sobre diversos temas no siempre bien tratados. El suicido de los jóvenes, en aumento en todo el orbe, no pasa de un registro del lugar común del reventón adolescente y el testimonio previsible de los suicidas (en contraste con el magnífico ejemplo de Neoptólemo, el adolescente hijo de Aquiles que se niega a traicionar a Filoctetes), disminuyendo así la intensidad emocional de este canto a la muerte como una forma de retornar a la vida a recobrar el mejor estado del hombre: la infancia.
Sin el espacio sonoro de Michael Jon Fink y sin la inventiva del numeroso equipo técnico, este “teatro filmado” no tendría la potencia de una fábula contemporánea recibida por la mayoría del público cervantino de pie, con bravos y lagrimeos. Wajdi Mouwad ha hecho con la tragedia griega un Melo-Drama de este tiempo canalla. Antes yo ponía el grito en el cielo. Hoy solo me sonrío. Ya tengo corazón de perro.