Sor Juana. Paráfrasis de sí misma
Verónica López García
El Padre Calleja, uno de los primeros biógrafos de Sor Juana se preguntó ¿cómo se hará sin hipérboles verosímil … su habilidad tan nunca vista? El pasmo que provocaban las proezas intelectuales de la monja jerónima en la Corte Virreinal, continúa hasta hoy cuando ante el bajo nivel educativo de los mexicanos, la obra de Sor Juana Inés de la Cruz aparece a cuenta gotas en los programas de literatura y permanece prácticamente cerrada a la interpretación del lector promedio. ¿Cómo y para qué traerla a esta actualidad desde el teatro? Los Colectivos Teatro Estudio (TEES) y Teatro Nómada recientemente presentaron la primera temporada en Guadalajara de su espectáculo Juana Inés: paráfrasis de sí misma, luego de haber estrenado en Barcelona, ciudad en donde además obtuvieron el Premio Internacional de Creación Escénica DespertaLab. Juana Inés es un montaje que deja claro su interés por recuperar la figura histórica de un personaje fundamental para la literatura novohispana. Sin embargo el corazón de la obra no es la literatura de la autora, sino su condición de mujer y las implicaciones que esto tuvo para ella y para las mujeres de la actualidad.
La excesiva proliferación de estudios y abordajes a la Décima Musa ha hecho crecer el eco, pero muy poco la comprensión de su obra, particularmente la dramática que aparece muy poco en las carteleras. La primera declaración de este montaje es el deslinde de la representación de la dramaturgia de Sor Juana, sino la construcción de una Juana Inés que les dé pie para hablar de cosas que a ellos interesan, de tal suerte que Juana Inés es una “rara avis” de la cual deciden valerse para poner en diálogo escénico los asuntos de la condición femenina.
El punto de partida de este relato escénico es el universo mestizo de Juana Inés y ese sea quizá el primer acierto. La estética de la pintura virreinal es el principal surtidor de la ambientación que se consigue con una iluminación casi tenebrista y un negro que viaja hacia el blanco de forma rápida con apenas algunos matices de gris. El escenario, acotado por paneles negros que funcionarán como pizarras en las que Juana Inés habrá de escribir, abraza a una Sor Juana que porta un tocado pletórico de flores. Convertida en monja coronada, como hay tantas en los lienzos virreinales, Juana Inés zapatea un son jarocho. Así abre la primera de dos partes que componen el montaje y de la cual, destaco con claridad la inicial.
Si bien en la cartelera local abundan los temas políticamente correctos, no hay equivalencia entre el peso social de los asuntos que pretenden tratar en las obras, con el resultado en términos de comunicación y estética. Una de las razones de este desequilibrio es sin duda que no existen procesos reales de investigación, tanto escénica y física, como documental ni mucho menos teórica. “Juana Inés” salta en principio porque, -con aciertos y errores- el trabajo demuestra un proceso serio de indagación en distintos ámbitos. Karla Constantini tiene la compleja encomienda de representar a Juana Inés, y si bien el personaje se desdobla todo el tiempo entre ella y la actriz María Balam, Constantini mantiene el hilo de la tensión con un trabajo de mayor consistencia, aun con las evidentes debilidades de su canto. Juntas crean un diálogo de espejos; construyen imágenes que, al ponerlas a vista de su igual, enriquecen al personaje para dotarlo de mayor peso.
Darío Rocas y José Jaime Argote completan el elenco que en esta primera parte agregan sentido a la evocación de la Sor Juana histórica, la niña genio, la mente insaciable, la hija natural que siempre se tiene que ganar todo, cuyos privilegios aparentes siempre dependían del frágil equilibrio que conseguía al negociar y endulzar con loas de rima perfecta, a las jerarquías eclesial y virreinal. Esta primera parte de la obra es un acercamiento a su obra elegida con el criterio de quien se inicia como lector. La poesía amorosa y un pastiche de su trabajo dramático, concretamente de la comedia Los Empeños de una Casa son el punto de partida para girar en torno a una mujer que siempre tuvo que ser muchas cosas en busca de la ansiada libertad de su estudio.
La selección de poemas puede parecer simple en primera instancia, sin embargo la amorosa es, en la obra de Sor Juana, la de mayor transparencia, que además también revela la posición de desigualdad desde la que la mujer amante, seduce y es seducida. En toda esta primera parte la interacción actoral y el ritmo con el que progresa el relato escénico resultan efectivos, destacando la dualidad femenina construida por Constantini y Balam.
El segundo momento de Juana Inés, que es en el que se presenta la tesis de esta apuesta por lo femenino, no tiene la solidez de la primera parte. Si bien es clara la intención de extender al personaje evocado a la actualidad en la que la opresión patriarcal continúa vigente, cayeron en la tentación de lugares comunes cuya “revisitación” no consiguió crear algo distinto. La presencia de las máscaras de luchadores, trae de nueva cuenta una caricatura reduccionista de “lo nacional” sin que revele o subraye algo concreto en la escena, produce ruido en lugar de enriquecer el sentido. Lo mismo pasa con algunas de las proyecciones, como los videos de manos que penetran frutas, otro lugar común para genitalizar a la mujer y que ha sido utilizado hasta el desgaste.
¿Cómo traer la discusión feminista a través de Sor Juana? Fernando Sakanassi y el elenco completo arriesgan para crear una Juana Inés que viaja en la vigencia temporal de la condición femenina y las violencias que sobre ésta se han ejercido históricamente. Qué satisfactorio ver que el atrevimiento de hablar de Sor Juana, de impulsar una dramaturgia desde su figura resulta tan provocador para la audiencia. Con todos los pecados cometidos por una producción que insiste en hacer caber “la lista de básicos” del teatro actual como las proyecciones en vivo, la integración de video documental –con graves problemas técnicos, los recursos performáticos que dan voz al Santo y a Rey Misterio, o la inversión de los roles para vengar la violación del sexo abierto de la mujer, el montaje es un trabajo destacado que nos saca positivamente de los márgenes que tanto en la forma como en el asunto, han ido estableciendo los creadores de Guadalajara.
En un mundo en donde la creación artística está fuertemente cuestionada por la violenta realidad, las formas creativas desdibujan su sentido. La reconstrucción de estas formas trata de darse a través de técnicas documentales que buscan concentrarnos en un mundo de ruido, de disonantes ecos que llegan desde la Babel actual. Juana Inés toma una ruta cercana a este camino, integra, quizá demasiados elementos, pero hace funcionar a muchos de ellos refrescando sensiblemente el quehacer escénico de Guadalajara.