Humo blanco: Habemus Mama
La digna metáfora
Querida María Cristina:
Cuando la vida debería de premiar tu larga y honesta carrera como funcionaria pública con tiempo libre para gozar de tus nietos, te meten a la jaula del tigre. Ciertamente conoces el edificio de la cultura desde sus cimientos porque estuviste en la subsecretaría de cultura de la SEP con Juan José Bremer, tu amigo y maestro. Rafael también fue ambas cosas y ahora te toca terminar su legado: la Secretaría de Cultura.
Menuda tarea porque enseguida de los honores de estado que le rindió el gobierno se hizo patente que su enfermedad le impidió tejer fino, como era su costumbre, para tener en tiempo y forma la Ley de Cultura, el reglamento de la Secretaría, los nombramientos correspondientes y los cambios que se requieren para poner la política pública del sector acorde con las complejidades del tiempo crispado que nos tocó vivir.
Claro que dirigir al INBA te prepara para cualquier batalla, con la salvedad que el INBA es el pasado cultural de México y al menos por definición la Secretaría debiera ser su futuro. En el INBA se acumulan los achaques naturales de un organismo de 70 años, más las incongruencias políticas y laborales de un régimen corporativista como el del PRI. En la oficina de Reforma y Campo Marte hay que lidiar con la esclerosis de un sistema que fue ejemplar en la fundación de instituciones, en la construcción de la infraestructura educativa y cultural más amplia del mundo de lengua española, y en la captación de artistas e intelectuales por la suave, como el Ogro Filantrópico al que ya no le alcanza ni su fortuna ni su autoridad para meter en su redil a las nuevas generaciones.
Llegaron los bárbaros, hartos de los partidos políticos, ahítos de este sistema de mierda en el que corrupción y la impunidad alcanzan niveles insoportables, y al principio de un año en el que tu jefe máximo afrontará el reclamo social al borde no sólo de la desobediencia sino de la revuelta civil, de manera que los dolores de cabeza que te daba el INBA pueden convertirse en migraña. A menos que tengas muy claras las exigencias el presente mexicano que ya no pasa, solamente, por la atención a las elites artísticas e intelectuales, que va más allá de las políticas tradicionales, que requieren la participación real de los sujetos que hacen posible la cultura artística y la actividad de pensamiento. No hay sindicatos para la protección de los derechos laborales de los auténticos trabajadores de la invención artística e intelectual. No hay protección social para ellos, que suelen enfermar y morir en el desamparo. No hay mecanismos para su interlocución, para su representatividad. Pero sin ellos, todo el aparato cultural del estado mexicano sería un cascaron vacío.
Es dura la obligación que te espera, María Cristina. Yo sé que eres una mujer sensible al arte, una mujer que escucha, una mujer tolerante, conciliadora, que ha vivido las diversas etapas de la cultura moderna en México. Pero eso no basta. Tienes que rodearte, más que de amigos, de la gente capaz de dar el salto a otra manera de hacer política cultural, de ser incluyente, crítica, participativa. En fin, esa es mi carta a los reyes magos.
Sinceramente, me alegro que seas tú la primera mujer que ocupa la Secretaría de Cultura de mi país. Al mismo tiempo, lo siento mucho. Creo que te merecías la felicidad, no el calvario.