Tonta
Tonta es el unipersonal más reciente de Adrián Vázquez. Escrito y dirigido por él, en esta ocasión es Arlet Gamino quien interpreta al personaje, sin embargo tiene todos los elementos y sabores de un unipersonal de Vázquez con un personaje entrañable que no se detiene a lamentarse por los embates de la vida. Con esta obra cerró el 2° Festival de Unipersonales en una extensión en Boca de Río, Ver.
El Festival realizado en el Foro Área 51 de Xalapa del 12 al 18 de diciembre presentando obras de Morelia, Mérida, Monterrey, Querétaro, Guadalajara y Xalapa, más la proyección de la película La virgen loca, lado B, en memoria de Hosmé Israel y un taller de dirección por Boris Schoemann, tuvo una extensión en Boca del Río con dos breves talleres impartidos por las directoras del festival, Ana Lucía Ramírez y Karina Meneses, y la presentación de Tonta.
Nos habían comentado que el público en Boca era más conservador que en Xalapa y, de hecho, la sede de la extensión había excluido la palabra «pornográfico» de la sinopsis, quedando simplemente: «Llegando por azares del destino a la industria del cine». Yo estaba un poco nerviosa sobre la reacción de ese público, sin embargo la obra está tan bien construida que no solo pasaron un rato agradable, sino que pudieron encontrar lo cruel y crudo del relato sin que fuera ofensivo o grotesco. A pesar del lenguaje altamente sexual y las descripciones muy gráficas, en escena no se acentúa de forma grotesca, simplemente se narra, como una charla en confianza.
Tonta nunca se victimiza, ni se lamenta por su suerte a pesar de que se sabe menospreciada. Es capaz de resignificar esa palabra usada en un inicio para lastimarla en algo suyo y lleno de luz. Tonta solo quiere agradar, principalmente a los hombres quienes abusan de esa necesidad suya de complacer, sin darle a cambio la amistad que tan desesperadamente busca, incluso más que el amor de pareja. Lo interesante de este personaje es que logra cambiar su entorno a partir de transformar sus debilidades —eso que hacía que los demás abusaran de ella— en fortalezas. Reconoce que su capacidad de complacer a los demás es algo que pude aprovechar para mejorar su situación y la de su hijo que, descubre en un momento de crisis, es lo más importante en su vida.
La narración fragmentada y ágil de Vázquez en esta ocasión tiene algunas debilidades, la más evidente es el momento donde decide iniciar la obra. Inicia la obra con ella cayendo al suelo, alguien la avienta, pero en el transcurso de la obra, aunque vuelve a ese punto en realidad es muy débil, muy breve y pasa desapercibido, cuando es un punto de cambio para el personaje. Ella dice mientras cae al piso que pensó que Alejandro era el hombre a quien más había amado y al decirlo se da cuenta de que no, que en realidad el hombre a quien más ama es su hijo. Es un momento crítico en la obra y para el personaje, pero que pasa totalmente desapercibido, quizá no sea solo por la construcción de la obra, sino también porque la actriz no le da esa importancia.
Arlet Gamino interpretó con el carisma y la agilidad requerida del personaje, pero todavía le falta madurarlo y hacerlo suyo, separarse de su maestro y director Adrián Vázquez, porque a pesar de que es el cuerpo de Arlet en escena a quien escuchamos —y en ocasiones también lo vemos— es a Adrián Vázquez, un logro nada sencillo por otro lado y que en sí mismo ya es un gran mérito para la joven actriz.