Y el posdrama salió a combatir contra los hombres
Juan Carlos Franco
Acaso ya hemos visto la mejor obra de la Muestra Nacional de Teatro de este año y nadie se haya dado cuenta.
Se llama Mare nostrum. La produjo Teatro UNAM en colaboración con la Universidad de Antioquia en el marco del último Festival Internacional de Teatro Universitario. La directora es mexicana y los actores colombianos. Está plagada de ideas sugerentes y de imágenes hermosas, en particular la última: un momento plástico que, en la suspensión, nos golpea con el peso de todo ese mar entre nosotros, con el dolor y la esperanza a tan sólo unos segundos del oscuro final.
A partir de la investigación proveniente de un laboratorio escénico, la obra muestra la realidad colombiana del desplazamiento forzado como una realidad viva, presente y dolorosa que nos resuena a los mexicanos como una premonición. Tomando como punto de partida Y los peces salieron a combatir contra los hombres de Angélica Liddell, la pieza aborda un sinfín de aproximaciones a dos fenómenos globales: la necesidad de buscar en otro lugar un futuro mejor a causa de las condiciones violentas o de pobreza y la resistencia de los lugares otros de abrir las puertas, de aceptar entre sus muros a las personas que buscan ese futuro más allá del dolor. En medio están las víctimas y los victimarios, los ricos y los pobres, los naufragados y los que miran desde la orilla sin poder ver más allá de ese horizonte.
“El arte no es político, el arte es la expresión del sufrimiento que la política causa en los hombres”, escribió Angélica Liddell en la introducción de la obra que sirve como base para esta pieza. Eso parece tenerlo muy claro Laura Uribe, la directora, aunque a ratos (o a escenas) se le olvide: entre los momentos tomados literalmente de la obra de Liddell, momentos de una poesía verbal enorme y un ejercicio de retórica y metáfora enormes (como la mayoría de la obra de la autora), Uribe inserta momentos cercanos al proselitismo, si no es que al panfleto: contra Uribe, contra Calderón, contra Peña Nieto, contra Estados Unidos, contra la burguesía, contra Europa. En un universo poético donde la analogía es la reina, la ilustración mata las buenas intenciones.
Pero ante todo, la obra propone una lista exhaustiva de clichés de la forma teatral posdramática y su expansión hacia otras poéticas teatrales. Es, en general, un compendio de lugares comunes a las obras contemporáneas mexicanas de los últimos años. Difícil saber si Laura Uribe lo hizo con conciencia, pero para el presente caso eso es lo de menos. La pieza es un ejercicio de crítica teatral, un comentario a la labor de la generación empezando a emerger de entre los emergentes, incluyendo la suya propia, sobre el estilo en común, el agotamiento de sus formas y la forma en que el posdrama (o lo que nosotros hemos entendido por posdrama) ha empezado a surgir como un lastre.
Ofrezco aquí una lista de la lista:
- Foro desnudo
- Prólogo textual
- Botargas (¡un pingüino!)
- Patines
- Canto a capella
- Música (amateur) en vivo
- Coreografía irónica
- Tensión entre la ficción y la realidad
- Escena irónica de representación teatral
- Uso del micrófono para el discurso
- Videoproyección
- Autoconfesión de los actores
- Instalación plástica
- Evidenciamiento del aparato escenotécnico
- Vestuario cuyos signos chocan con el personaje que interpreta el actor
- Rompimiento de la cuarta pared en cualquiera de sus modalidades: narración escénica, comentario irónico, interacción con el público, etc. y que a menudo incluyen dispositivos performáticos
- Frontalidad actoral
- Exploración de la corporalidad, la acrobacia y el transcansancio
- Énfasis en la relación entre lo personal y lo político
- Tratamiento de un texto (proto-)canónico del posdrama (cuyos autores más representativos son Brecht y Beckett en la retaguardia y H. Müller, D. Veronese, R. García y la propia A. Liddell como últimos exponentes).
- Origen de la puesta o del texto en un laboratorio escénico
- Notas de periódico, ya sean expuestas o recitadas
- Muestras documentales de la investigación, sean textuales, sonoras, en video o en vivo
- Fotografías de los actores como documento
- Rompimiento de la anécdota en favor de la temática
- Circuito cerrado
Al evidenciar estas obsesiones (o limitaciones) formales y sus decantaciones más generales (la dislocación del texto dramático en momentos o imágenes o escenas independientes, la dirección polifacética —o bien, esquizofrénica— los distintos niveles de actuación para responder a las diferentes directrices escénicas, el diseño robusto en pos de la idea de rompimiento radical de la teatralidad), Laura Uribe ha creado un repositorio escénico de formas, recursos y dispositivos teatrales en vías de extinción, un regodeo formal que nos permite, en una especie de reductio ad absurdum, mirar claramente con un ejercicio crítico lo que está perfilándose como el agotamiento de un estilo, la fecha de caducidad de una estrategia formalista de hacer teatro.
Una puesta honesta y disfrutable, el rasgo definitorio de Mare nostrum es la ausencia radical de elementos escénicos originales y por lo tanto el énfasis en la presentación de un naufragio estilístico por agotamiento. Así, la pieza es un ejercicio estilístico (en contrasentido) al mismo tiempo que una puesta en crítica, algo completamente anómalo en el paisaje teatral mexicano.
Mare nostrum es una obra sobre lo que dejamos atrás para encontrarnos con el futuro. Pero también es una obra sobre la resistencia a crear un futuro nuevo, supuestamente mejor. En medio muchas veces hay un naufragio.