Teatro vivo y teatro muerto
Un día antes de llegar a la MNT platique con mi querida amiga María Cristina García Cepeda, directora del INBA, sobre nuestras diferentes posturas sobre la Compañía Nacional de Teatro, y me recomendó que viera la producción que presentaría en San Luis dicho conglomerado: El Diccionario, del autor español, Manuel Calzada, dirigida por Enrique Singer, recién nombrado director artístico de la CNT.
El tema es la vida y la obra de María Juana Moliner Ruiz, bibliotecaria, filóloga y lexicóloga española (1900-1981), y su formato es la de una well done play, como le dicen los ingleses a las piezas bien estructuradas, según el canon.
La Guerra civil (1936-1939), marcó la historia de España y sus ecos siguen repercutiendo en la ficción narrativa y dramática del siglo XXI, y en la política si consideramos al Partido Popular como los herederos del franquismo. Como la vida y la obra del personaje de Calzada suceden entre la fundación de la República y el triunfo del fascismo, dicho conflicto fratricida es el telón de fondo de la epifanía y la tragedia de María Moliner: La hechura de su Diccionario de uso del español y la arterioesclerosis cerebral.
Es gratificante el discurso sobre las palabras con el que comienza el montaje, sobre todo porque es Luisa Huertas quien lo enuncia, con una dicción, entonación, sonoridad e intencionalidad irreprochables. Es ella quien lleva el peso de la representación, apoyada profesionalmente por Oscar Narváez, Roberto Soto e Israel Islas, dentro de una escenografía plana, hecha ex profeso, supongo, para la Sala Villaurrutia de la ciudad de México, que no tiene profundidad, de Auda Caraza y Atenea Chávez, que organiza muy bien la división del limitado espacio en tres áreas, pero consigue sólo a medias expresar el caos material y mental de la bibliotecaria, porque esa pared tapizada de fichas debió, para cumplir su misión, ser de fichas escritas a máquina, no blancas. Digo, se trata del “referente nacional” del teatro en México, ¿qué no?
La iluminación es de Víctor Zapatero y está al servicio de la sobriedad del montaje en el que el director se ajusta al texto de tal modo que lo fija en el pasado, coqueteando con la pieza de museo porque en España basta pasear al fantasma de la Guerra Civil por el escenario para actualizar el drama, pero en México sólo es un referente histórico para la parte ilustrada del púbico. Como un hombre que se encamina a la vejez agradezco la ponderación con la que el director y los actores tratan el deterioro mental del personaje y aplaudo la compostura con la que Luisa transita de la lucidez a la senilidad del personaje, de la pasión por su trabajo a la nulidad de su mente, pero estando todo tan formalmente bien resuelto me faltó la emoción del instante. El filósofo y director de teatro Roberto Ciulli afirma que sólo hay dos tipos de teatro: el teatro vivo y el teatro muerto. Hay un teatro mal hecho que está vivo. Hay un teatro bien hecho que está muerto. Usted escoja.