La CNT a debate (2010-2016)
Porque es un tema que me interesa y me atañe, desde que volvió a desatarse la controversia en torno a la Compañía Nacional de Teatro (un deporte periódico como las Olimpiadas), pensé en fijar una posición personal, pero al revisar mis notas encontré que lo que había escrito hace casi seis años se aplicaba frase por frase a lo que pienso hoy en día, así que divido mi comentario en dos partes: lo que dije al principio (o casi) de la gestión actual de la CNT y lo que puedo aportar a la evaluación final. (LMM)
La CNT a debate 1 (2010)
Luis Mario Moncada
La Compañía Nacional de Teatro fue fundada en 1972 y desde entonces ha tenido cinco refundaciones: la primera de ellas cuando propiamente se emitió el decreto que la oficializaba, en 1977; la segunda cuando disolvió su elenco estable y asumió el rol de compañía productora (1985); una tercera ocurrió a fines de los Noventa cuando la CNT se convirtió en un membrete o sello de garantía para coproducir con otras agrupaciones e instituciones; citemos una más cuando, después de otro debate que cuestionaba su existencia –aquella vez la crisis fue desatada desde la propia Coordinación Nacional de Teatro–, se intentó relanzarla ocupando nuevamente el Palacio de Bellas Artes como sede de sus estrenos, esto fue en 2003. Finalmente llegamos a la refundación de 2008 que tiene como principal característica su autonomía respecto de la Coordinación Nacional de Teatro, así como la ocupación de una sede propia y la conformación (nuevamente) de un elenco estable. La CNT se la ha pasado renaciendo sin que realmente haya muerto en ninguna ocasión, lo que también habla de su necedad de existencia. En conclusión, no es la primera ni la última vez que la CNT recibirá cuestionamientos sobre su repertorio, sobre sus criterios de conformación, sobre sus presupuestos y sobre sus logros… Tal vez tampoco sea su última refundación.
¿Qué es, entonces, lo que en esta ocasión ha encendido el debate sobre su pertinencia? ¿Se debe a la ambición faraónica del proyecto?, ¿a su inconveniente holgura en tiempos de crisis?, ¿a los privilegios impositivos que le cuelgan?, ¿a su anacrónico concepto? ¿A sus oscuros manejos? ¿Al permanente recelo que provoca? Cada quien tendrá sus argumentos y yo quiero sumar los míos.
Mi primera reacción en contra de la actual constitución del la CNT no tuvo que ver con la CNT, sino con el vacío institucional a su alrededor, con la falta de contrapesos estratégicos que es, a mi entender, como se establece una política; de ello, por supuesto, no tienen responsabilidad quienes redactaron el proyecto de la CNT, sino las autoridades culturales. Desde el inicio del sexenio de Calderón fue elocuente la ausencia de pronunciamientos y de estrategias nuevas para encarar la coyuntura del teatro. Si los hechos son amores, queda claro que después de tardarse un año en hacer su diagnóstico, Sergio Vela consideró que la CNT era su propuesta de solución al problema del teatro nacional. Esto es lo que vería un hermeneuta: en sus dos años de administración no hubo otra iniciativa en materia teatral, además de la remodelación de los teatros centenarios; es decir que para el primer responsable de la cultura nacional el teatro era un problema de fachadas.
A este hecho hay que sumarle el silencio que privó en la Coordinación Nacional mientras se anunciaba la nueva etapa de la CNT. ¿Qué decía entonces y qué dice ahora la instancia encargada de diseñar e instrumentar las políticas teatrales del Estado? Volvemos al asunto hermenéutico para corroborar que el proyecto teatral del sexenio ha sido la CNT, porque el resto es silencio.
Se podrá responder que allí están los otros programas del INBA: el teatro escolar, las coproducciones, la Muestra Nacional, etcétera; también allí siguen las becas del Fonca y allí sigue el teatro helénico dando salida a decenas de proyectos, pero hay algo que no checa: durante 20 años hubo una orientación política que –guste o no–, tuvo como premisa el fortalecimiento del teatro independiente, y durante la primera década del siglo se hizo evidente que el siguiente paso era abrir más espacios de vinculación entre las agrupaciones artísticas y la sociedad; la siembra de pequeños centros culturales autónomos, salas concertadas (o desconcertadas, como les dicen en Colombia). Pero la propuesta que lanzó Conaculta fue exactamente la contraria: la de centralizar el discurso. Entonces no puede afirmarse simplemente que los demás programas siguen allí, funcionando como siempre; la acción de relanzar la CNT ameritaba una reacción compensatoria que equilibrara políticamente el tablero teatral, pero esta jamás llegó por parte de la institución.
Cuando todavía dirigía el teatro Helénico y me preguntaron qué opinaba del rumor de la nueva CNT (tan hermética era su preparación que ni siquiera entre funcionarios teatrales se sabía cómo venía), lo que afirmé fue que estaría muy bien si al mismo tiempo se abrían cinco Helénicos, es decir, espacios de circulación de proyectos independientes. Esa era, desde mi punto de vista, la contraparte a un proyecto de esta naturaleza.
Lo que yo veo entonces es un problema de política teatral en donde la CNT debía ser parte de la configuración, no la configuración. Pero eso, nuevamente, no es problema de la CNT, sino de las autoridades correspondientes.
Hablemos, para terminar, del proyecto específico que planteó Luis de Tavira para la CNT. Yo no veo –más allá de la constitución del elenco estable que tiene como finalidad la creación de un lenguaje y de un discurso (algo que muchas agrupaciones independientes también tienen como premisa)– no veo, decía, ninguna novedad. Todos los directores anteriores han hablado de excelencia, de creación de públicos, de representar al teatro nacional, etcétera. Sus tres líneas de repertorio son las mismas que planteó Otto Minera unos años atrás:obras clásicas, autores nacionales y teatro contemporáneo. Esto no es una crítica, claro está, porque no es obligación de nadie ser novedosos, mucho menos de una compañía nacional que antes que renovar, suele tener como misión la preservación y divulgación del repertorio. No obstante, la forma en que se ha presentado la actual CNT se presta a muchas interpretaciones. Hay afirmaciones en su documento fundacional que resultan por lo menos inquietantes, como la siguiente: en México “hacemos obras, muchas, algunas maravillosas, otras menos, de todo tipo y tendencia, pero en rigor, no hacemos teatro. No construimos el edificio de un discurso, de un universo teatral mexicano”. No es la primera vez que Tavira lo afirma, y de seguirlo replicando se volverá una mentira verdadera, pero los discursos y las visiones del mundo pertenecen a cada uno, y nadie, con poder o sin él, con sabiduría o sin ella, puede predicar sobre una supuesta denominación de origen; si lo hace, debe asumir con el mismo rigor y contrición la crítica que se le formule.
Más adelante en su estatuto nos advierte de otra disyuntiva inminente: “ha llegado un momento decisivo y único en la genealogía de esa sobrevivencia espiritual que conservó vigente al teatro hasta nuestros días. El teatro de hoy enfrenta el desafío de sustraerse de la categoría indeterminada del público para recuperar a su espectador. Porque lo que hoy llamamos público se halla sumido en la masa despersonalizada del mercado globalizador”. El diagnóstico, aunque retórico, es verosímil, pero al no establecer la forma en que rescatará a ese espectador de la “masa despersonalizada” para convertirlo en individuo, se torna demagógico. No se aprecia en ninguna de las acciones de esta CNT una estrategia que sugiera mínimamente la forma en que arrancarán a nuestros conciudadanos del “mercado globalizador”.
Por todo lo anterior, considero que si alguna explicación tiene la virulencia de ciertas críticas y denuncias se debe, por un lado, al vacío institucional que ha acompañado su refundación y, por otro, a que Tavira intentó generar una expectativa tan grande con la misión que la CNT estaba llamada a cumplir, que las exigencias y hasta los reclamos se corresponden con el tamaño de sus promesas.
Cito como contrapunto final las orientaciones de la estética contemporánea, que Jorge Dubatti ubica en la esfera de la multiplicidad, es decir, en la proliferación de poéticas, tantas como artistas hay sobre los escenarios. Puestas en la balanza, la formulación de un discurso centralizado y la de una multiplicidad de enfoques, no tengo dudas de con cual me quedo.
La CNT a debate 2 (2016)
Al final quedan los números. Y nada resulta más engañoso porque estos se leen de la forma que uno quiera. Por ejemplo: 59 obras producidas en ocho años es una cifra enorme; sin embargo, ¿es una buena cifra? Depende de lo que busquemos. En mi opinión, que una compañía de repertorio estrene un promedio de 7.5 obras al año es un error porque eso significa que, aún desarrollando 20 temporadas anuales (como ocurre con la CNT según sus cifras), pasarán un promedio de cuatro a cinco años para que cada obra tenga oportunidad de reponerse, esto tomando en cuenta que cada año se agregan siete más a la rueda. La primera misión de una compañía de repertorio es mantener vivas sus obras para así propagar sus virtudes y, valga la expresión, rentabilizarlas. Visto maliciosamente uno pensaría que la CNT ha pretendido producir en ocho años el repertorio de los próximos veinte. Dicho con menos ironía, la CNT tiene la estructura de una compañía de repertorio pero funciona como compañía de producción, y como tal lo hace onerosamente. La Royal Shakespeare Company, que es una compañía productora, no tiene como objetivo mantener un repertorio de puestas en escena, sino revisar de manera permanente el drama isabelino. Es un objetivo claro y a él se ciñe. La CNT, en cambio, quiere serlo todo y todo lo termina siendo a medias. ¿Es eso lo que se propuso? Creo que no. ¿Esa es la suerte que puede y debe correr un repertorio? Me parece que tampoco. ¿Cuál es la política de programación de la CNT? ¿Qué objetivo ha procurado con la multiplicación de obras y la consecuente reducción de funciones para cada una? Yo no lo entiendo. Y menos lo entiendo al comprobar cuánto trabaja cada uno de sus miembros; de ensayos y funciones está hecha su vida, no me queda duda que allí hay algo más que un trabajo, hay una vocación desbordada. ¿Pero a dónde conduce ese ímpetu? ¿De qué sirve que un actor ensaye y ensaye para dar diez funciones, si no vuelve a la obra en dos o tres años? Resulta conmovedor imaginar a cada actor con quince personajes ocupando una carpeta en su cabeza; ¿es esa la mejor forma de explotar al máximo su talento? Y ojo, que al formularlo me miro en un espejo; yo dirijo una compañía de repertorio y todo el tiempo me hago estas preguntas a sabiendas de que alguien más me está evaluando.
Volviendo a los números, la CNT informó en un boletín que al final de la gestión de Luis de Tavira se contabilizaron 162 temporadas para un total de 2396 funciones a las que asistieron 390 mil espectadores. Por otro lado, aunque eso no se publica, se sabe que la nueva CNT inició su gestión con 18 millones anuales para producción (no incluye salarios del elenco ni de los responsables técnicos, que son becarios del Fonca), lo que haría un mínimo de 144 millones a lo largo de ocho años, casi 2.5 millones por obra que, en promedio, dio 40 funciones para un total de 6,600 espectadores. ¿Son buenas cifras? Que cada quien saque sus conclusiones. Para mí está claro que toda lectura estadística es tendenciosa (incluyendo la mía), por eso los invito a que cada quien saque su calculadora y haga las operaciones que mejor le acomoden.
Pero como resulta imposible sustraernos de los números para evaluar una gestión, pregunto algo que no viene en las estadísticas y que podría ser más revelador. ¿Cuántas de las 2396 funciones se dieron en la sala Héctor Mendoza? Supongo que casi todos los que lean esta nota conocen el lugar, una sala incómoda (aunque de inmejorables recursos) para 95 espectadores que entran gratuitamente, aunque regularmente se accede a ella por invitación o reservación telefónica. Asumamos que, tratándose de la única sede oficial de la CNT, allí se desarrollaron un número sustancial de sus funciones. ¿Qué podemos leer del hecho de que una Compañía Nacional haga de su pequeña sala en Coyoacán un búnker al que la gran mayoría de la población no tiene acceso? ¿Y qué sacamos en claro cuando un teatro portátil como la Corrala se instala preferentemente en los centros culturales más conocidos de la ciudad? ¿Vale la pena tanta inversión para reducir su campo de influencia a una zona y un sector de público tan sesgado? No niego que la CNT ha tenido un puñado de obras de gran éxito de público, pero incluso esas se han reducido a breves temporadas minando su potencial. ¿No sería más lógico producir menos obras e invertir los recursos liberados en alcanzar a más espectadores?
La discusión sobre la estética de la Compañía me parece interminable e irresoluble; fue la que propuso su director artístico. Punto. En lo personal, fui espectador de 15 de ellas (.250 de bateo) y participante muy activo en una más, pero no me considero apto para hacer una evaluación a fondo. Puedo, preguntar, eso sí, si cumplió o no con los ambiciosos objetivos cualitativos que Tavira propuso al inicio de su gestión, entre los que se encontraban formular un “universo teatral mexicano” y arrancar al espectador de la “masa despersonificada del mercado globalizador”… Esa, para mí, debería ser la auténtica evaluación: verificar cuál ha sido la aportación real de la Compañía en el fortalecimiento de una cultura nacional, y verificar si eso corresponde con los recursos que se le han asignado, Y allí me planto.
No estoy de acuerdo con aquellos que niegan la crítica bajo el argumento de que ahí viene el lobo a terminar con la Compañía; tampoco coincido con el argumento de que su existencia se justifica para que “los actores tengan un trabajo digno” como dice el amigo Zapata, esa es una condición sinequanon que, esgrimida como defensa, resulta contraria a su intención: todos los actores deben tener un trabajo digno, no sólo los de la CNT.
De la misma manera, no estoy de acuerdo con la pérdida de objetividad que lleva a la descalificación de la CNT. Es natural que un proyecto tan ambicioso y controvertido, en tanto refleja una política teatral, se someta a evaluación al final de un periodo, y más aún, que se le evalúe con todo el rigor a que nos obliga el contexto social y económico del país, pero poco se abona a la reflexión cuando mezclamos peras con manzanas. Coincido plenamente con Zapata en que el queso Oaxaca en que se ha convertido el conglomerado de argumentos termina por impedir que se vea el origen y final de la cosa. Pero tampoco hay que ser ingenuos: si los argumentos se mezclan es porque una denuncia muy concreta de hace algunos años dejó sembrada la percepción de que las autoridades fueron omisas ante actos que pudieron haber sido materia de sanción administrativa. Con esto sólo quiero decir que las autoridades culturales (¿INBA?, ¿Secretaría de Cultura? ¿Contraloría?) son co-responsables de que una discusión contamine a la otra, incluso son más responsables que nadie. Y sin embargo siguen guardando silencio, dejando a la CNT sola frente a sus críticos. ¿No forma la CNT parte de una institución mayor? ¿De verdad no tienen nada que explicar?
A pesar de lo anterior, creo que hay que hacer un esfuerzo mayúsculo para separar la discusión y concentrarnos exclusivamente en lo que significa la CNT no como un proyecto aislado, sino como parte de una política cultural del Estado. Por eso no me parece descabellada la idea de que, antes de nombrar a un director, se recaben todos los estudios y las opiniones fundadas que contribuyan a que una nueva gestión reestructure y oriente sus objetivos. Es verdad que el propio estatuto de refundación de 2008 (del que casi nadie tiene conocimiento) contempla las reglas mediante las cuales se elegirá al director y determina al Consejo artístico encargado de nombrarlo. Algunos compañeros del gremio ya han dado su respaldo irrestricto a ese organismo para que “no deje lugar a costos sediciosos”. Yo quiero ser más cauto y, sin dudar de su honorable actuación (aunque subrayando que se trata de un estatuto o reglamento aprobado por un presidente de Conaculta que tuvo que renunciar por los fuertes cuestionamientos a su gestión), pedir que escuchen las distintas voces que se han pronunciado, que se reúnan si es necesario con los distintos sectores del gremio, para que a la hora de elegir a un candidato de la terna, piensen muy bien cual es el proyecto que la CNT debe desarrollar en su siguiente periodo. Y si no lo hacen, que la Nación se los demande.
Una última reflexión sobre la figura de Luis de Tavira, quien, como a Bob Dylan, estos debates deben tenerlo sin cuidado. Si me pidieran escribir una biografía de un artista fundamental del último medio siglo a quien haya conocido, no dudaría en escogerlo a él porque soy admirador de su legado como director y gestor, e incluso de los claroscuros de su personalidad. Pero más allá de esa consideración, comparto que hace algunos años, cuando fui a poner sobre su mesa la co-producción de mi Códice Ténoch, comenté con él que eso no significaba que me desdecía de las críticas públicas que en el pasado había hecho a su proyecto de Compañía, y que si me presentaba ante él era porque la CNT era la única instancia capaz de sacar adelante un proyecto así. Tavira conocía mis críticas y, sin alterar su expresión, dijo que no tenía problema con eso, así que desde ese momento se involucró como un co-productor cabal.
En este caso, confío en que las críticas se tomen como eso, críticas a partir de lo que uno ve y piensa. Y que todos actuemos en consecuencia.
24 octubre, 2016 @ 12:11 am
A partir de estos razonamientos, que tienen que ver mas con la carta donde piden Transparencia y Rendición de cuentas para reformar la CNT en un proyecto vigoroso, de trascendencia cultural y acorde con un diseño de producción; se debe participar. Y de lo que allí resulte, se proyecte hacia las demás instancias culturales. Con esa base, incluso, podemos avanzar hacia la dignificación de nuestro oficio, eliminar viejas prácticas que menosprecian el hacer de aquellos que no están dentro de lo institucional y construir las vías legales para que se reconozca nuestro estatus de «artista», » creativo» u otro denonativo que nos identifique y salvaguarde dentro de la Constitución, leyes, normas, estatutos y demas
#TrabajoDignoParaTodos
24 octubre, 2016 @ 12:54 am
Dos detalles Luis Mario:
Si toda lectura estadística es tendenciosa, ¿por qué no poner simplemente los resultados frente a los objetivos? ¿Hay criterio de evaluación más elemental (calificativo que ya le dieron todos los defensores del modelo actual en las redes, a mucha honra)? Lo repito: 0.32% que ya habían visto teatro contra «el 90% de los que nunca han visto teatro». 6 meses de giras…. etcétera!
¿O por qué no compararlo con otras instancias productoras? (El no ser, como subrayas, un auténtico teatro de Repertorio, es otro de los objetivos no cumplidos). Insisto en que compararlo con la UNAM puede ser muy revelador.
Y como la anécdota con que cierras me recordó la mía, la platico: En 1994, Fernando de Ita y yo convocamos a teatreros de 10 estados al Centro Regional de Formación Teatral en Querétaro. Yo organicé y De Ita consiguió el dinero. Llamamos a Luis de Tavira y a algunas gentes cercanas antes o después a él como maestros. El resultado fue un éxito desde luego en gran parte al impulso que Luis le dio. Cuando aquello terminó, justo con el cambio de sexenio, Luis me mandó llamar con su eterno emisario, el Chamaco Cárdenas y me dijo que iban a proponer ese proyecto a Tovar de Teresa para todo el país y querían que yo me incorporara como maestro. «¡Qué bonito -me dijo Margules cuando le conté-, te invitan a participar en tu propio proyecto». Pero no quedó ahí. El Chamaco me advirtió: «Pero con De Ita nada, ¿eh? Porque ése cabrón no es más que un coyote?» Yo le contesté: «¿Me das el cuchillo para que se lo clave en la espalda a mi amigo? Vayan y chinguen a su madre». Ése también es Luis de Tavira.
24 octubre, 2016 @ 1:18 am
Y una menos visceral y otra vez de orden de gestión pública: tampoco se puede omitir en esta discusión el excesivo poder de decisión que Luis de Tavira tiene en el teatro mexicano. Además de la CNT, controla la Casa del Teatro y el CEDRAM de Michoacán (ambas con dineros públicos), palomea las listas del Sistema Nacional de Creadores y nombra jurados en el FONCA y otras instancias. Es miembro, con cuatro allegados muy cercanos, del Consejo Asesor del CUT, en una Universidad que le produce, como siempre, en mejores condiciones que al resto de los hacedores del teatro en México. Y eso hasta donde se sabe… Independientemente de cualquier calificativo, tal acumulación de poder no es sana para la vida pública.
24 octubre, 2016 @ 2:08 am
Análisis sensato desde donde se debería seguir discutiendo.
25 octubre, 2016 @ 3:00 am
Rodolfo Obregón:
Creo que antes de dictar sentencias, y hablo de tu segundo comentario a este análisis de Luis Mario, hay que estar mejor informados, sobretodo para no crear desinformación y crear ideas falsas.
Luis, hace años dejo de trabajar en Casa del Teatro, vaya ni siquiera es miembro ya de ella. También, desde que se le llamó a la CNT, cortó con el CEDRAM y dejó de trabajar en él. El ser jurado del Sistema Nacional de Creadores es obligación suya por ser Emérito de dicho sistema. El Consejo del CUT lo elija cada administración, y hasta donde tengo entendido, casa administración es libre de elegir al consejo que mejor le parezca.
Decir que «siempre» le produce la UNAM es otro error. De «Bajo la piel del castor» a «Pequeños Zorros» hay cerca de nueve años de diferencia. Y para ser correctos, «Bajo la piel del castor» se coprodujo con la entonces administración de Teatro UNAM bajo la dirección de Monica Raya.
«EN MEJORES CONDICIONES», dices, bueno. No sé de dónde sacas eso o con base a qué lo dices. Me gustaría saber, con números y datos duros, como haces tus comentario, que lo compruebes, este y todos tus demás sentencias que has hecho en este segundo comentario.
Como tu dices, no hay que confundirnos y mezclar las cosas. Una cosa es el debate de CNT y otra muy distinta es levantar falsos y hablar sin saber.
Gracias.
PdT
26 octubre, 2016 @ 2:00 am
Estimado Pedro:
Como bien dice Luis Mario, este debate comenzó hace mucho tiempo. Hace ocho años estamos pidiendo información, “datos duros” y “cifras concretas”. Nada. Seguimos intentándolo, pero no es fácil acceder a ellas, créeme. Y ésa es justamente la demanda que dio origen a este nuevo debate: transparencia e información precisa. En cuanto a mis demás afirmaciones, algunos datos concretos y algunas reflexiones que se desprenden de ellos:
-A un año de refundada la CNT, cuando saltó el primer escándalo, Luis de Tavira seguía apareciendo como director del CEDRAM en la página de la Secretaría de Cultura de Michoacán. Y sólo después de eso desapareció. Y el hecho de que Casa del Teatro y CEDRAM sean dirigidos respectivamente por su esposa y su socio-amigo de toda la vida, que los alumnos de una institución pasen a la otra demostrando que sigue siendo el mismo proyecto, puede que sea legal, ¿pero es legítimo cuando ambos proyectos han vivido del subsidio público? En todo caso, insisto, no es sano. Este tipo de acumulación de espacios de empoderamiento simbólico es justamente el que se percibe por la comunidad como excluyente. Y lo es porque impone una única visión del teatro. Ésa es otra de nuestras demandas: apertura y equilibrios.
-En ese mismo sentido, el hecho de que alguien que tiene un puesto público, con un sueldo que es dinero público, como es el caso del director artístico de la CNT –sea quien sea-, siga recibiendo su beca del Sistema Nacional de Creadores puede que no esté reglamentado en el FONCA y por tanto es legal, ¿pero es legítimo tomando en cuenta las condiciones laborales del resto de los teatristas del país? Y aún más, ¿alguien que ya acumula el poder de dirigir la instancia de producción más fuerte del Estado en materia de teatro debe decidir directa o indirectamente a quién otorgar becas y a quién no en el SNC? En todo caso tampoco es sano. Y ésa es otra de las demandas: revisar los estatutos legales de la CNT, y en este caso el FONCA, para garantizar la inclusión de otras visiones, pluralidad.
-Dejo la relación con la UNAM al final porque es la más compleja y la más antigua. Por paradójico que parezca, la Universidad no es menos difícil en términos de opacidad y prácticas discrecionales. En ese sentido, sólo puedo decir que las quejas de que el costo de las producciones de Luis de Tavira son superiores al de cualquier otro creador escénico se remiten, al menos, al tiempo en que yo entré a estudiar al CUT, hace más de 30 años. Tendríamos que conocer al menos si existe un tabulador para las producciones de la UNAM y si éste se ha cumplido. Pero va otra vez la pregunta: ¿es legítimo que el director de la CNT invite a dirigir al director artístico de Teatro UNAM y luego éste le garantice la producción de su obra en la UNAM? ¿No debería cada uno dirigir en su instancia productora para evitar esa impresión de arreglo cupular y acaparamiento que se desprende de esas prácticas? O en todo caso, no dirigir en ambas, como Enrique Singer que no lo hizo con el presupuesto de la UNAM. A eso nos referimos con una reorganización del sector.
-Y de ahí al CUT. Como maestro de la institución, me topé hace unos meses con la campaña de desprestigio a Mónica Raya, un acto deleznable en el que se pretendió usar a los alumnos a la vieja usanza de la peor grilla, aquella que nunca da la cara. Yo les propuse revertir la situación: informarse antes que nada de la trayectoria de una profesional, pero sobre todo, investigar cuáles eran los mecanismos de selección de la Coordinación de Difusión Cultural, del director del CUT (estamos próximos a un cambio) y de integración de su Consejo Asesor. Y la respuesta es: nada. No existen tales mecanismos, no se presentan proyectos ni se discuten con la comunidad sino que, como bien dices, son prerrogativas de cada director, de cada rector. Pura discrecionalidad. ¿Te parece bien esto? ¿Te parece sano? A mí no.
En un país y unas instituciones culturales que han funcionado así por tantos años, los más hábiles o los más fuertes acumulan mucho poder y provocan grandes inequidades. Es obligación del Estado establecer límites y contrapesos y de la ciudadanía exigirlo. Eso es lo único que hacemos. Yo personalmente porque me rehuso a mantener ese estado de cosas, a transmitir esas viejas prácticas a nuevas generaciones.
26 octubre, 2016 @ 3:25 am
Rodolfo,
Sigues estando equivocado en cuanto a Casa del Teatro y el CEDRAM se refiere. Informate mejor antes de apuntar eso que dices como una afirmación. Sin duda hay un vínculo entre ambas instituciones, pero te repito, Luis ya no forma parte de ninguna de ellas y no infiere tampoco en ellas. Son proyectos que fundó, sí, junto con mucha gente más de la comunidad teatral de este país, y que a la larga estos proyecto han sabido evolucionar y seguir a flote, con o sin apoyo del Estado y, aun más sin la mano de Tavira. Las dos son escuelas y ambas con grandes proyectos de retribución social, el más claro ejemplo esta en el teatro trashumante Rocinante que va dando funciones por todo el estado de Michoacan, en pequeños pueblos lejanos y olvidados donde nunca ha habido teatro antes.
Y poner a colación a su esposa «socio-amigo de toda la vida» como dices, sería como pensar que tu sigues «controlando» el CITRU – que también vive de dinero publico- a través de tu «amigo de toda la vida» (por ahi hay algo escrito en Paso de Gato al respecto según recuerdo) el maestro Ortiz. Cosa que me parece ABSURDO siquiera pensarlo en AMBOS casos. Eso no es mas que una difamación, tienes que aceptarlo.
En cuanto a lo que mencionas de la UNAM, sobretodo refiriéndome a tu segundo comentario a este escrito, sigues sin poder responderme, sigues diciendo «lo que se dice, lo que se queja», argumentos que no tienen base alguna y que solo sirven para despotricar. El caso de Monica Raya, no sé a cuento de qué viene aquí.
Si entiendo bien lo que dices del SNC y el FONCA, dejémoslo claro, Sea quien sea la persona que reciba una beca del SNC categoría que sea- pues como bien dices es un dinero que viene del Estado- no debería de cobrar por ningún otro trabajo cuyo dinero provenga del Estado, sea un producción del INBA, del FONCA o de la UNAM misma, no? Siendo tu comentario como es, yo podría decirte de varios colegas que, teniendo beca del FONCA han estado trabajando en proyectos cuyo dinero también proviene del FONCA y que así vez cobran por otro trabajo del UNAM y/o del INBA, o del CITRU o del CUT o de la ENAT o de EFITEATRO… en donde al final en TODAS estas maneras de producir, gestionar, enseñar, difundir teatro el dinero viene del ESTADO y pues siguiendo tu argumento, recibir dinero por parte varias instituciones-programas del Estado, aun sea por distintos trabajos-funciones, sería un abuso dadas las condiciones del resto de los teatristas del país. Pero aun más fácil, ese debate no le compete a la figura de Luis de Tavira, le compete al Estado mismo y sus instituciones. No entiendo qué toca en este entierro el nombre de Luis o cómo usar esto en su contra, nada que ver. Y lo mismo con los jurados del SNC, eso le compete al FONCA no al director artístico de tal o cual compañía, o a tal o cual emérito activo del SNC… en fin, te repito tus reflexiones están siendo mal dirigidas y simplemente usas el nombre de Tavira, pues tienes de unos años para acá casada una campaña de desprestigio contra él, y sin mayor fundamento. Te pido a que lleves estas reflexiones- comentarios y propuestas con quien se debe y dejes a un lado los chismes y las difamaciones. Sin lugar a dudas Tavira no controla las actualizaciones de la página de internet de dicha secretaria de cultura. Ni tampoco los estatutos del FONCA ni su reglamento de jurados. Enfoquemos a lo que realmente importa y contra quien sí hay que exigirle, que son las instituciones culturales las que deben de aclarar esto que dices, y deja aun lado las difamaciones.
Y como tu, yo me rehuso a mantener así el estado de cosas …y me refiero a las difamaciones usadas, ademas, en «nombre del teatro» y la inclusion y pluralidad teatral. Por ahi no va y por ahi no es el camino. Eso no forma comunidad que al fin de cuentas, de eso sí se trata el teatro.
26 octubre, 2016 @ 4:15 pm
O sea, parafraseando a Enrique Peña Nieto: «El que esté libre de dinero del estado…» Creo que el señor presidente parafrseaba a su vez a otro autor. En fin. El caso es que ya hay un chingo de gente esperando a ver a qué horas aventar la piedra y el cuchillo, y no precisamente a una puta. Pero claro, los romanos, muy limpios ellos, siempre se lavan las manos. No olviden, al final de toda discusión limpiar su alma con la máxima de la banalidad del mal: «Sí, yo trabajo para el gobierno, pero yo no soy el gobierno». El gobierno es, compañeros sin beca, una invención de Michel Fucault.
26 octubre, 2016 @ 8:51 pm
Lo que dices del CEDRAM es una absoluta falsedad (¡Me dicen allá que absorbe el dinero que venía para nosotros! ¿Quién te lo dice y cómo lo compruebas? Cómo el investigador se permite juicios a partir de “dichos”… En los 5 años que llevo aquí, a Tavira lo he visto una vez, de paso junto con la cnt, rumbo a Cheran) Cuando me invita Chamaco fue con acuerdos muy claros “Tu idea de teatro o danza no es nuestra línea, pero si hay repercusión con la gente, hay trabajo-, y aquí andamos sin parar, haciendo curso tras curso -con una idea muy diferente al teatro asistencial-, para jóvenes, para adultos, en colonias cercanas a Cedram, en municipios atestados de delincuencia, en Ceresos, casas de ancianos, de mujeres violentadas, orfanatos, hospitales, en la tierra caliente, nos ha interrogado el ejército, la mafia y aquí seguimos(semana a semana enviando tanto informe como programación a Secum y Cenart, te mando copia si quieres) A nadie que quiera presentarse aquí se le cierran las puertas, es decir, instalaciones o estancia(te mando la lista de los michoacanos que aquí tienen cabida, que se cruzan por aquí con algún proyecto, que se programan anualmente si lo requieres) Es una burda infamia eso de que aquí mande Tavira… Lo importante se olvida por la obsesión personal, enfermiza, a una persona(se les dota de superpoderes, se les mira en lo oscurito…)
27 octubre, 2016 @ 2:50 am
Sólo para aclararle a Pedro de Tavira que durante mi gestión no se coprodujo «La piel del castor» ni se produjo ninguna obra dirigida por Luis de Tavira.
Sobre los procesos del CUT espero sinceramente que el nuevo director@ renueve a su Consejo Asesor. Hace 15 años que el CUT necesita un cambio de fondo.
27 octubre, 2016 @ 3:24 am
Según recuerdo «La piel del castor» fue hacia mediados del 2008. Tenia entendido que tu gestión en la Teatro UNAM fue 2004-2008. Puede haberme equivocado, si fue así, una disculpa, Monica.
Hasta donde entiendo fue un montaje del CEDRAM que después de estrenarse en Pátzcuaro, tuvo temporada en el teatro Juan Ruiz de Alarcón del CCU, por lo cual tuvo que existir una colaboración entre CEDRAM- TEATRO UNAM.
en fin.. se trato de una simple mención.
Un saludo.
27 octubre, 2016 @ 3:01 am
En el intercambio de opiniones entre Rodolfo y Pedro se aprecia un tacto, un cuidado, una disposición de ambos a hablar sin tapujos, pero con respeto al otro. A mí eso me parece bien. E indispensable para vislumbrar y empezar a hacer posible un mañana mejor.
Incordia. Discordia. ¿Concordia?