Carta abierta a la Secretaría de Turismo
Con relación a la reunión que sostuvimos con el Jefe de la oficina del Secretario, Salvador Leal; el día 15 de julio y la respuesta enviada el día 5 de agosto queremos responder lo siguiente: Agradecemos mucho que, como ciudadanos, se nos haya brindado un espacio de escucha y que, en ese sentido, nos haya citado para desarrollar las explicaciones que no están en la carta de respuesta. Manifestar que, sin embargo, sentimos que algo se ha «perdido en la traducción», es decir, que nuestra propuesta de circulación de espectáculos era menos una propuesta de servicio de particulares a una institución pública que la manera en que unos ciudadanos encontramos para hacer pasar un mensaje. El mensaje era más o menos el siguiente: nos encontramos inconformes con la contratación tan onerosa a un grupo artístico extranjero para cumplir las tareas de promoción turística de nuestro país.
Como dijimos, nos parecía que en esta decisión había una discriminación nacida del desconocimiento de lo que hacen muchas agrupaciones escénicas mexicanas. Pensamos, también, que el arte y la cultura son excelentes exponentes de la diversidad que vive en el país, la cual es casi irrepresentable en el ejercicio de una sola agrupación que, aún con su mejor intención, no la ha vivido de manera cotidiana.
Sin embargo, sobre este punto es que la charla aclaratoria nos ha sido de gran valor para comprender que existe, de fondo, una diferencia irreconciliable. En esa plática, se nos expuso con toda claridad la misión y la visión de esta administración en materia de turismo. La misión es, en sus palabras «Vender a México». Entendemos el poder metafórico de la expresión, pero el sentido se nos aclaró con la visión, cuando nos dijo que esta misión tenía una medida. La primera tenía que ver con la cantidad de turistas que entran anualmente a nuestro país; pero esta, en sus palabras, «no era la que le agradaba al Secretario», a él le importaba más «la cantidad de divisas» que entra anualmente. Así, pues, la visión es clara: hacer del turismo una entrada de dinero. No somos ingenuos. El país pasa por un pésimo momento con respecto a la entrada de divisas y, seamos claros, con respecto a su propia recaudación interna. Pero sabemos que una visión tal como la que se propone esta administración no responde a la emergencia. Responde a una política mayor que tiene al espectáculo como su medio privilegiado y a la ganancia indiscriminada como su dogma. Y nos preocupa demasiado que esto sea así.
En nuestro discurso acerca de este tema hemos repetido que la mala imagen en exterior del país no es casual. Tiene que ver con el desacierto de sus acciones, las cuales están sometidas a la meta de su diseño político. Ayotzinapa, Tlataya o Nochixtlán, son errores de una política de la desaparición. De la desaparición de los intereses de la gente, a favor de los intereses que venden a México. En este sentido, no tenemos ningún ajuste que hacer a la propuesta enviada. Por supuesto que sabemos hacer planes, cuentas y administración de recursos. Pero, nosotros, o al menos los artistas que hemos seguido este asunto, pensamos en un país muy distinto. Un país que puede ser representado más por el arte que por el espectáculo que sustrae el suelo mismo que pisa la gente: su diversidad, su desacuerdo, sus formas de vida a veces difíciles, a veces alegres, pero que en estos momentos se encuentran amenazadas por petroleras, mineras, madereras, criminales organizados. Formas de vida, pues, para las que este gobierno, desde Gobernación hasta Turismo, no ha tenido la sensibilidad de rendirle un servicio digno y decente.
Atentamente
Colectivo La Otra Orilla, Teatro de Quimeras, Teatromexicano punto com y Rubén Ortiz
17 agosto, 2016 @ 7:48 pm
Creo que tienen toda la razón los artistas que suscriben esta carta, es evidente que el interés tanto de SECTUR como de Gobernación a distintos niveles es el mismo: vender, y en este caso, generar un espectáculo lucrativo que mejore su imagen ante el turismo internacional. Me parece indignante el desinterés y el relego sistemático al que someten nuestras autoridades a las agrupaciones artísticas y culturales de probado talento y larga trayectoria. Sin embargo, y ante la cínica manera de gobernar que ha llevado a nuestro país de mal en peor este último sexenio, esperar concursos y licitaciones transparentes que consideren la pluralidad de artistas y disciplinas que hay para elegir desde Baja California hasta Yucatán, resulta ingenuo. La historia misma del Cirque habla de una transgresión a las formas tradicionales de producir arte, lo que a la larga evolucionó en una lucrativa empresa de talla mundial.
Sabemos que los interese$ particulares de los distintos niveles de organización gubernamental no van a permitir nada que no resulte en ganancia para sí mismos, por lo tanto ¿qué podemos esperar de ellos? ¿No tendríamos que haber empezado desde hace mucho a generar formas distintas de conocernos, de organizarnos y de producir a nivel nacional para hacernos notar como una unidad, para ser visibles y audibles por más gente que los mismos artistas?