Del Manantial del corazón al ritual
Manuel Barragán
El día martes, se presentó la en la caja negra de la Universidad de la Artes de
Aguascalientes la obra DEL MANANTIAL DEL CORAZÓN procedente de Mérida
Yucatán, escrita y dirigida por CONCHI LEÓN.
Todo me parecía tan cercano, tan mío, tan de nosotros, y es que después Conchi
nos compartió en la clínica a la que asistimos de esa necesidad de hablar de mi
aldea, entendiendo que mi aldea, significa hablar de mí, hablar de mis historias, de
lo que me duele, de todo el amor que tengo, de mis emociones, y también de la
basura que cargo.
Antes de entrar a escena, nos dieron unos papelitos y un lapicero para escribirle
alguna petición a la imagen del Divino Niño que se encontraba ahí dentro en el
escenario. Rápidamente tomé mi papel para hacer varias peticiones al Santo niño
Jesús, la verdad es que me hubiera gustado que me dieran otros 10 postit, digo ya
encarrerados…
La obra reunía varios aspectos, un teatro testimonial, un teatro donde las actrices,
la directora y dramaturga no hablan de las cosas que sobresalen en el paisaje
todos los días. En Palabras de la propia Directora, nos habla de ese gusto por el
hacer un teatro lleno de vida, de colores, de elementos mágicos, que no sea ese
tipo de teatro que sucede de la misma manera en que pasa un camión y que a
final de cuentas no pasa nada.
Entonces pensé en el ritual, y en el chamán, ese ser mágico que se pone ropas
que no usa en su vida diaria, se rodea de elementos mágicos y conduce una
ceremonia que sucede dentro de lo extracotidiano. Este ser se transforma en otro
y finalmente hay una acción regeneradora y sanadora. El teatro de Conchi Léon
nos llevó hasta el ritual mismo al hacernos partícipes del bautizo maya del niño, un
Jeéts’ méek’, un momento mágico y lleno de vida, reconociendo una vez más un
teatro que sana.
Dentro de una muestra nacional llena de tantas otras teatralidades, muy valiosas y
muy importates, es reconfortable ver una puesta en escena que no se ha olvidado
que contar historias, que su dramaturgia regresa a la fábula, entendida ésta como
ese pequeño cuento dentro de esa premisa que no plantea el teatro mismo.
Conocimos historias de niños, desde las mujeres, desde las parteras y las madres,
y la escena cerró de una manera linda, cuando vemos a una niña que atraviesa el
escenario y sale corriendo felíz de la mano de su madre , sin importarle otra cosa,
solo estando en el aquí y ahora, que ahora se convirtió en un “ahí y entonces”.