Todos somos Adrián Vázquez
Estos eran dos hermanos.
Y amigos inseparables.
Bueno, bueno.
Realmente no eran hermanos.
Y no eran, precisamente muy amigos.
Pero la historia vale la pena aunque se ha contado muchas veces.
Perdón por lo plagiario.
No eran ni amigos ni hermanos.
Pero eran compañeros de taller.
De un taller de teatro.
Uno era un alumno querido por su maestro.
Dos no tanto.
Menos que “no tanto”.
A Dos no lo quería su maestro.
Dos le cagaba a su maestro.
Dos es un pobre pendejo, decía su maestro.
Tal vez sí lo quería pero terminó por no quererlo.
Es lo de menos.
Uno y Dos siguieron sus caminos.
Como en el cuento de los dos hermanos pero sin ser hermanos ni amigos.
Siguieron su camino.
Uno para un lado.
Dos para otro lado.
Con el tiempo volvieron a encontrarse.
Y con el tiempo quiero decir diez años.
O más.
Volvieron a encontrarse en otra ciudad pero en lo mismo.
Uno seguía siendo el mismo pelmazo de siempre.
Pero Dos…
Dos había bajado al fondo del pozo.
Había bajado al fondo del pozo y subido a la montaña.
Y regresó de la montaña bañado de oro.
Así dice el cuento.
Uno de los cuentos.
Porque esta historia se ha contado tantas veces que parece plagio.
Pero así dicen más o menos todas:
Bañado de oro.
O “bañado en oro”.
Y esto no podía ser.
Se decía Uno.
Que seguía siendo el mismo pobre pedazo de mierda que fue y que tanto quiso su maestro, quien, por cierto, no estaba completo.
Como que le faltaba algo.
Esto no puede ser.
Porque Dos es el pendejo.
Dos no puede andar por ahí presumiendo esa fina capa de oro por toda su epidermis.
Esto es injusto.
El universo es injusto.
El universo es injusto pero eso podemos remediarlo.
Eso se dijo Uno.
Y Uno se propuso a remediarlo como lo remedian los pelmazos.
Uno se propuso remediarlo como remedian al universo lo que fueron olvidados por el universo.
Uno se propuso a remediarlo con todas su herramientas.
Pero sus herramientas eran pocas.
Su herramienta era la infamia.
Porque los hombres pequeños tienen la infamia.
La infamia es lo contrario a la imaginación.
La infamia es lo contrario a la inteligencia.
La infamia es lo contrario al buen gusto.
La infamia es la herramienta de los que no tienen otra herramienta.
Y recordemos que Uno nunca fue, que digamos, muy brillante.
Por decirlo suavecito.
Uno nunca fue muy talentoso.
Aunque su maestro lo quería mucho.
Pero ya quedamos que a su maestro le faltaba un cacho.
Pero entre más infamaba Uno, Dos más brillaba.
Es verdad que algunos le siguieron el juego a Uno.
Porque hay mucha gente pequeña.
Hay mucha gente muy pequeña.
La mayoría de la gente es pequeñita.
La mayoría de la gente cabe en un puño y puede soplarla por el viento.
Así de pequeña es mucha gente.
Lingo lingo.
Pero aunque hay mucha gente pequeña no hay tanta como uno creería.
Algunos usan sombrero.
No sé por qué, así dicen los otros cuentos.
El caso es que el plan no le funcionó muy bien a Uno.
Uno se tuvo que comer sus propias popós.
Y tuvo que tragarse sus propias pipís.
Lo que dicen, por cierto, que es un beneficioso para el organismo.
Así pasó.
Ahora todos recordamos a Dos.
Aparece en muchos cuentos.
De Uno seguimos sin saber mucho.
Porque no hay mucho qué saber de él.
Los pequeños actúan desde las sombras y en las sombras se quedan.
Las sombran son para los pequeños.
Las sombras son para los tarados.
Uno era pequeño y seguirá siendo pequeño.
No sabemos si es muy tarado.
Eso no lo sabemos porque sabemos muy poquito de Uno porque no hay mucho que interese saber de Uno.
Ese es más o menos el cuento.
Que ya se ha contado mucho.
Más o menos así.
Perdón por el plagio.
Pero no puedo evitarlo.
Cada que quiero crear algo nuevo termino plagiando algo que ya conocía.
Supongo que esa es la esencia de la creación.
Parecernos a otros aunque nos odien.
Quien crea que crear es andar sumergido en una traslúcida piscina nunca se ha ahogado.
Solo Dios piensa que inventa universos de la nada.
Pero Dios, también en eso está equivocado.
Perdón por mi arrebato.
21 mayo, 2016 @ 10:16 am
Señor LEGOM,
con tan malos versos
se explica
por
que
tan ilustre dramaturgo
de mediana edad
vive del gobierno
y no de sus obras.
Al menos
tenga el consuelo
que sus cursis arrebatos
tuvieron un lector.
Uno. Dos. Uno. Dos.
Yo no soy Adrián Vázquez.
Yo soy LEGOM.
Uno. Dos. 1 2
22 mayo, 2016 @ 4:39 pm
se escribe «por que» no «por que». De todos modos, gracias por tu comentario. Saludos a Sol.
22 mayo, 2016 @ 4:40 pm
Por andar de mamón me la hizo el teclado: «por qué».
30 mayo, 2016 @ 6:43 am
Gracias por compartir.
Entiendo, en el plano de lo humano, los ataques de las personas hacia usted… Nadie sale libre de eso. Pero donde si no lo entiendo, es en el plano de lo artístico.
Y por cierto, en medio de toda la corrupción y robos que circulan en la economía del país, es un alivio (y hasta da un poco de esperanza) que aún se les retribuya económicamente a los artistas que se lo merecen. No entiendo tampoco el ataque a una dramaturgia sólida y que de verdad comprende la escena y sus posibilidades. Pero bueno, yo no entiendo muchas cosas, así que no es novedad.
Y aclaró: Yo no hago «la barba». Yo no aplico a becas ni a muestras nacionales (que no tiene nada malo, solo me da flojera… Después del trabajal que implica un proceso artístico , eso ya se vuelve prescindible para mí) No busco nada. Bueno si…
Lo que pasa es que es muy malo esto del insomnio, ya que en el fondo, es por eso que me encuentro aquí. Pero está no fue precisamente el arrullo más ideal, así que mejor voy a buscar unipersonales en YouTube para ver si me quedo dormida.
Saludos