Hay arte o no lo hay
Eso que fanfarronamente y estúpidamente se llama por ahí teatro modernista o teatro nuevo, como si el arte fuese capaz de envejecer. Sencillamente hay arte o no lo hay. Eso del «modernismo» no es otra cosa que la máscara con que ocultan su impotencia creadora los bien conocidos piratas del arte. Evidente es, en apoyo a esta afirmación, que en poesía resulta más cómodo el verso libre que el soneto, por ejemplo. Y en pintura, es más fácil el cubismo que seguir las huellas de un Rubens, de un Rafael o un Velázquez. Y ya en plan de piratas, la audacia se desborda y se juega con descarada ventaja, deslumbrando a los incautos con el espejuelo del modernismo a sabiendas de que nadie quiere ser tildado de retrógrado, de fósil o de «pasado de moda». A todos gusta ser llamado modernista, aunque no sepamos si el menjunje hay que engullírselo con cuchara o con tenedor.
En el teatro ocurre exactamente igual. El modernismo es el comodín que sirve para todo, muy especial cuando se carece de sensibilidad. Así, uno de esos directores que han leído mucho a Stanislavsky y que, sin enrojecerse, permiten que les llamen poco menos que geniales en letras de molde, no tolerara jamás que el actor vibre en escena, que transmita su emoción al público, pues se conforma siempre con el medio tono de voz, sin matices, en monotonía de rezo hasta que el espectador acaba fijándose en la mosca. El secreto ya queda al descubierto: carencia de sensibilidad y el ventajoso comodín porque en escena es más fácil no llorar que llorar, no reír que reír, no exaltarse que estallar en un derrumbe de nervios.
Si se siente confundido al leer este texto es porque fue escrito en 1956, pero cambie el término modernista por posdrama o escena expandida y Stanislavsky por Lehmann y verá que es un comentario que pudo haber escuchado en la mañana.
21 abril, 2016 @ 6:40 pm
Y es un comentario igual de imbécil que el escuchado esta mañana. ¿Podríamos saber al menos de quién es? ¿El papá de Avelina Lésper?
22 abril, 2016 @ 2:48 am
Pues sí, Rodolfo tiene razón, la estulticia no tiene calendarios.
26 abril, 2016 @ 8:17 pm
El autor es Manuel Pomares Monleón, que vivía en los cincuenta en Xalapa, Ver.