La decadencia en el salón de clases
Christian Manuel Lobato García
El enemigo de la clase fue representada el día de ayer por por el grupo de teatro La Voz de las Cosas originario de la Ciudad de México. Es de mi conocimiento que los actores(Eder Bonilla, Anaid Bohor, Erandi Martínez, Nareni Gamboa, Daniel H. Gómez, Michelle Menéndez, Pablo Iván Viveros, Patricia Martinez Pedreguera y Daniel Lemus) son estudiantes de teatro y la dirección estuvo a cargo de Patricia Martínez Pedreguera . Se puede ver el buen trabajo que realizaron con esta obra, pues asumieron en su actuación tocar fibras sensibles que forman parte de la decadencia humana en que se ve sumergido nuestro país. Toda la acción se lleva a cabo en un denigrante salón de clases. Antes de que todo el público esté en su lugar, se puede escuchar un música de fondo que manifiesta el tono callejero de la puesta en escena y la escenografía, aunque austera, transmite fuertemente la situación a la que se enfrentan los personajes. El discurso visual incluso antes de que se dé la tercera llamada ya le dice al público que el acontecimiento a la puerta será transgresor para sus ojos y oídos.
Este texto de Nigel Williams escrito en 1976 tuvo que ser adaptado para conseguir el impacto del mensaje esencial dentro de nuestro contexto social y cultural en el momento presente de la historia. La adaptación fue realizada por Patricia Martínez Pedreguera y Tania Jessica Vaher. Por la pequeña investigación que hice en algunas páginas de internet que anexo al final de texto puedo concluir que fue necesaria una adaptación desde los términos (lenguaje) y situaciones hasta la cantidad de personajes. En la obra se encuentran personajes tipos y que fácilmente pueden ser llevados a la farsa total en el trabajo actoral, pero los personajes iban más lejos de un estereotipo. Me agradó mucho el desempeño de los actores y considero que llevaron el texto a lugares nuevos.
El texto en sí no me agradó, pues no dice nada que llame la atención, perecen lecciones de vida para niños de secundaria, pero a la vez pienso que esta obra tiene una repercusión social muy fuerte. Me hizo recordar realmente las situaciones escolares decadentes de nuestro país. Cada personaje era una metáfora viva sobre los problemas a lo que se enfrenta la juventud en muchas zonas marginadas. Dentro de la estructura de la escena y del texto existió una situación muy complicada para los actores, algunos de ellos debían permanecer en silencio y espectando durante una considerable cantidad de tiempo, y a pesar de ello no importa qué personaje observaras, todos eran un discurso constante; en otras palabras no soltaban al personaje. Hubo un personaje que no dijo ni una sola palabra en toda la obra (Erandi Martínez) y fue el primero en aparecer, quiero hacer mención de la gran dificultad actoral que conlleva hacer a un personaje como éste y su participación fue muy aplaudible.
Fuentes
http://teatro.es/++resource++portalcdt.theme.images/multimedia/doccom/2013/00001494.pdf_pdf.pdf
http://www.teatrogayarre.com/portal/ae.aspx?id=144
El enemigo de la clase – Anaid Bohor
7 noviembre, 2016 @ 6:03 pm
[…] http://teatromexicano.com.mx/5343/la-decadencia-en-el-salon-de-clases/ […]
8 noviembre, 2016 @ 1:30 am
Usar menos primera persona. Evitar obviedades y lugares comunes.
12 noviembre, 2016 @ 7:31 am
Es una lástima que no hayas comprendido la profundidad del texto (hablo del original) de la obra, que refleja la violencia, apatía y anarquía que prevalecía en las escuelas de 1980 en Londres (la obra fue escrita en 1970 si mal no recuerdo).
Por principio Nigel Williams con su «Class enemy» -titulo original- ha ganado varios premios. «Class enemy» hace una mordaz denuncia, no de un sistema educativo decadente, tema obvio -atendiendo al llamado de LEGOM-, sino el resultado de la violencia de la pos guerra en sus juventudes de los barrios bajos londinenses. Solo para que entiendas lo grave de la situación, los estudiantes llegaban portando cuchillos a la escuela para agredir a docentes y directivos, a tal grado que algunos salones contaban con botones de pánico para que la policía actuara de inmediato. Ahora bien, hacer un»traslate» del cosmos londinense a las circunstancias mexicanas, es atrevido. Si bien los grupos teatrales de Servia, Bosnia y Sarajevo lo lograron, es en gran medida porque ellos están padeciendo la guerra y proyectando todo ese desahucio humano en sus aulas. México dista mucho de estar en esa tónica; a pesar del gran auge de la violencia que impera, pero como delincuencia organizada por grupos o el estado, no vivimos bombazos, el ejército en las calles invadiendo hogares buscando a presuntos terroristas, francotiradores apostados en azoteas o calles minadas, cadáveres olvidados en casa destruidas por bombarderos, hogares y familias destruídas, ni familias separadas por cuestiones políticas de la guerra, nada de eso sabemos en la piel.
Conozco «Class Enemy» gracias al grupo Schaubühne Theater de Berlin, que trajeron a México su montaje, allá por los 90s. Más de cerca, en una breve temporada en el Museo del Chopo que luego se trasladó a La Gruta, luego de que la UNAM entrara en huelga, este montaje estuvo a cargo de Luis Francisco Escobedo. Posterior a este montaje hubo uno más en aquellos años, en el teatro La Conchita, bajo la dirección de Benjamín Cann, donde actuaban Eduardo Palomo, Roberto Sosa, Dario T. Pie, Simón Guevara, Esteban Soberanes y de los más recientes, el montaje de Sergio Cuellar, con alumnos de la Universidad de Londres que ganaron el premio del Festival Internacional de Teatro universitario. Más este que nombras, montaje que presencié en Casa Lam.
Si demeritar el trabajo de estos chicos y chicas, y creo que se debe más a su falta de experiencia actoral y un ajuste forzado del contexto a otro contexto; las frases que tocan zonas dolorosas, el desamparo que padece cada personaje por la falta de un vínculo familiar que potencie su estima, el desconsuelo amoroso de sentirse querido o aceptado, porque se es producto de la violencia de la pos guerra, allí se ve severamente relegado a un malestar de clase, una rebeldía sin sentido de resistencia, anulando el ente represor que representa la ley, es decir, la presencia de una autoridad -la maestra- se ve minimizada por la pedantería de un líder, cuando el trasfondo es la ironía en su desahucio espiritual. Los símbolos en ese montaje, se trastocaron, por la intensión de «mexicanizar» la puesta, olvidando los postulados de cada personaje. Un tamiz fue creado en el carácter de cada uno. Estereotipos vinculados por un texto, un trazo, pero carentes de la profundidad del desahucio, la violencia, apatía y anarquía que a pesar de la adaptación de ese montaje, el texto por su poder de escrito, aún permea entre sus líneas; más no se solventa con la puesta.
15 noviembre, 2016 @ 8:19 am
Lamentable el nivel del comentario, muy a tono con el nivel que parece tendrá la crítica en estos tiempos post-tavirianos. ‘Esta obra sí es buen teatro, esta otra es la «pior».