Pensar joven
Llevamos años parlando sobre la importancia de crear públicos para el teatro y haciendo muy poco para lograrlo. Por eso ha sido gratificante asistir al Seminario de Poéticas Jóvenes que ocurrió en la ciudad de Pachuca del 22 de febrero al 5 de marzo, convocado por Neurodrama A.C., y el Centro Estatal de las Artes del Estado de Hidalgo.
Catorce aspirantes a escritores y directores de teatro para púberes, adolescentes y jóvenes, de diversos estados de la República, fueron seleccionados para compartir el saber de algunos de los más destacados maestros de la dramática y la escena que han trabajado para esos públicos específicos, como Antonio Zúñiga, Maribel Carrasco, Boris Schoemann, Alberto Lownitz, Ray Garduño, Otto Minera, Susana Romo, Enrique Olmos, más un experto en producción de espectáculos, Eloy Hernández, y un pensador de las nuevas teatralidades y su vinculación social: Rubén Ortíz. La lección inaugural fue dada por Claudio Valdéz Kuri.
En paralelo a esta modesta iniciativa, ocurrió en la capital de Hidalgo un hecho espectacular que me permite dimensionar el valor de éste Seminario teórico-práctico. El 4 de marzo se inauguró el FESTIVAL DEL VIENTO, Festival del arte, el oficio y la locura, organizado por un destacado grupo de la Iniciativa Privada del estado, en el que se presentarán figuras de la música y el teatro, digamos alternativo, para ahorrar explicaciones, como Fito Páez, Natalia Lafourcade, La Polca Madre, Regina Orozco, Astrid Hadad y el mismo Valdéz Kuri con su Teatro de Ciertos habitantes. Entradas gratis en los espacios más pomadosos de la ciudad, con su coda cristiana, piadosa, para algunas colonias marginales. Podríamos celebrar que la IP de Hidalgo se involucre, por fin, en la divulgación de la cultura, de no ser por los 10 millones de pesos que la señora esposa del señor gobernador les dio para su lucimiento. 10 millones que jamás le han dado a la institución de su propio gobierno dedicada al quehacer cultural. 10 millones del erario público tirados al viento, cuando esa gente nada en dinero mientras el CECA del Estado tiene la mitad de esa “donación” para su programa anual de animación cultural, para toda la entidad, no para 96 horas de divertimento.
El Seminario de Poéticas Jóvenes costó 200 mil pesos y esta paupérrima inversión será más productiva que los millones que gastarán en 4 días los ricos de la ciudad con el dinero del pueblo del que se sienten beneficiarios. Como la cultura les es realmente ajena, se atreven a publicar que su Festival será: “un evento cultural internacional sin precedentes en México, en cuanto a calidad e impacto social”. Sólo un imbécil sin sentido alguno de la historia de la cultura en México se atrevería a decir tal cosa, cuando en el país hay docenas de festivales que superan con creces esta ventosa ocurrencia. Basta nombrar al Festival Internacional Cervantino para teñir de vergüenza a los apellidos ilustres que están descubriendo en Pachuca el hilo negro de la difusión cultural.
Ante estos actos virreinales, la iniciativa de un colectivo de teatro, apoyada por un centro oficial de educación artística que está cumpliendo con su función, cobra un sentido mayor.
Como el cerebro de esta reunión es Enrique Olmos de Ita, me apresuró a comentar que la relación con mi sobrino es tan distante que supe del Seminario un par de semanas antes, gracias a la invitación que me hizo Gabriela Gómez para ser el anfitrión de Boris Schoemann en el conversatorio correspondiente. No es queja, creo que así, a la distancia, ambos nos sentimos más cómodos, mientras nuestros detractores nos acusan de fraguar conspiraciones a diestra y siniestra que sólo existen en su imaginación, porque en el 2015, la única vez que conviví con Enrique fue en el recalentado de Navidad, y no hablamos de teatro.
Así las cosas, diré, con Rubén Ortíz, que son los actos comunitarios los que nos permiten llenar de sentido político y social al hecho artístico. Esta mínima tribu de hacedores de teatro llevó su Seminario a los pocos espacios independientes que hay en Pachuca para la difusión cultural, e incluso hizo sus alimentos y sus farras también en lugares idóneos a este anhelo de colectividad. Por ello, los invitados a este convivio regresan a sus hogares con la certeza de que en dos semanas aprendieron más cosas sobre su oficio que en un semestre de sus universidades.
¿Teatro para jóvenes?
En rigor, sólo hay dos tipos de teatro; el bueno y el malo. O como dice el filósofo italogermano, Roberto Culli: el teatro vivo y el teatro muerto. Lo que ciertamente es distinto es el público. En un país con 30 millones de seres entre los 15 y los 29 años, ahí está el futuro de este arte de minorías. Para que el teatro no se esconda en las catacumbas del mundo digital, hay que conquistar nuevos espectadores y una buena manera de hacerlo es llevando al escenario el imaginario y la conflictiva existencia de esa tercera parte de la población mexicana, que será la que llene o deje vacíos los espacios de esa antigua manera de revisar la vida que fue, y acaso seguirá siendo, el teatro.
Hacer teatro para un determinado conglomerado de la población puede ser tremendamente reduccionista si pensamos en el teatro clásico de todos los tiempos. Los autores inmortales escribían, primero, para la gente ilustrada y la consecuencia de su potencia dramática llegaba al populacho por añadidura. Teatro clasista, en el sentido cultural de la palabra. Como los cristianos del siglo primero después de Cristo, la gente de teatro debe cautivar adeptos para su sobrevivencia, más evitando a toda costa el dogma, el adoctrinamiento, la conformación de una iglesia, de un partido, de cualquier jerarquía. En estos tiempos corruptos, asesinos, abusivos, sólo podemos ser gente de teatro para el presente mexicano si somos honestos, esto es; pobres, marginados, inventivos, inconformes y muy cachondos con la vida.
Una de las barreras del teatro para adolescente es que los jóvenes no son entes económicamente activos. Es el público imposible para el Broadway mexicano en donde el boleto más barato cuesta 600 pesos. Incluso en la vieja Europa, donde el teatro es una tradición cultural, verían con la ceja levantada un programa de teatro para los jóvenes, porque en esos países la educación artística comienza en el jardín de niños y culmina con un buen porcentaje de esos infantes sentados como adultos en las butacas de un teatro. Pero en una sociedad en la que el 85 por ciento de la población jamás ha visto una obra de teatro que merezca tal nombre, es una obligación del Estado y de la Sociedad propiciar la vida del teatro en la vida de sus chavales, siempre y cuando ése teatro sea, en verdad, un salto de la imaginación hacia sí mismos. Un descubrimiento. Ése tipo de impactos que, como el amor adolescente, abre una profunda rendija en la realidad del Mundo.
Antecedentes: Mónica Juárez
El teatro escolar en México lleva años. Lo inauguró Salvador Novo a la mitad del siglo XX y no tenemos constancia de su impacto, salvo por la cantidad de actores que hicieron ahí sus debutes dramáticos. De lo que tenemos memoria es del trabajo de Mónica Juárez al frente de la Dirección del Teatro Escolar del INBA. En 20 años, esta mujer ensimismada cambió el sentido del teatro para niños y jóvenes, propiciando el diálogo entre los maestros de la SEP que determinaban qué espectáculos podían ver los colegiales y los invitados del INBA como jurados. Al inicio de estas asambleas los maestros eran fieles representantes del conservadurismo cultural del magisterio priísta que velaba más por la inmovilidad social que encumbró al Sindicato más numeroso de Latinoamérica, que por su vocación educativa. Mónica fue modificando esa conducta con el diálogo entre los maestros de la SEP y la variedad de personajes del teatro que asistieron como expertos en la materia. El resultado fue tan esplendido que al final de su gestión eran los maestros quienes defendían las propuestas más audaces en forma y fondo para el programa de Teatro Escolar.
Hasta finales del siglo XX el teatro escolar era ñoño o derivado de algún autor clásico, en forma y contenido. Mónica empujó a los comediantes a imaginar y hacer un teatro vital, comprometido, entretenido y virtuoso que cambió el concepto del teatro escolar. De ser una aburrida clase de teatro pasó a ser una imaginativa y crítica manera de pensar el mundo de los niños, de los adolescentes. Y uno de sus resultados es Enrique Olmos, gracias a Lomnitz, a Fausto Ramírez, Susana Romo, Mónica Jasso, Ray Garduño ( y los que se me olvidan), que de alguna extraña manera lo llevaron a dirigir sus propias obras, cuando con su ejemplo, debieron impedírselo.
La práctica: Puestas en escena
En la vida, como en el teatro, lo que rifa es la acción. En la segunda semana del Seminario se presentaron seis producciones no necesariamente pensadas para los jóvenes, pero que por su formato y sustancia pasaban por sus inquietudes existenciales. Algunas conscientemente didácticas: Sexus, de Neurodrama; otras más intrincadas para el imaginario adolescente por su lenguaje corporal: Tesitura de la carne, del Estado de México; drama futurista: Nunca se es demasiado valiente, de la Ciudad de México; un monólogo inquietante y conmovedor por su compromiso con el hombre común y corriente: DHL, de los Bocanegra; un ejercicio dramático y escénico de gran impacto para todo público como ADN, diente de león, de Puebla. Y la joya de la corona: Hazme un hijo, de Olmos de Ita, con la producción de, A la deriva teatro, de Jalisco, dirección de Fausto Ramírez y Susana Romo, dos de los masters del teatro para bebés, niños y jóvenes.
Luego de 150 representaciones, Hazme un hijo ya está puesta en la piel de los actores, de manera que, de principio a fin, el público está comiendo de su mano, asombrado por los aciertos del dramaturgo, que hacer hablar a un perro, a un condón, a un oso de peluche y a una prueba de embarazo; encantado por la atractiva sencillez del montaje y fascinado por la actuación de Alejandro Rodríguez como Patán, el perro parlanchín (que mereció un texto y un montaje aparte), de Maestzin Vásquez como la adolescente embarazada, y, muy particularmente, con el desparpajo corporal de Viridiana Gómez, que tenía a chicos y grandes pendientes de las posturas de sus piernas.
Lo que sigue
Comentaba Maribel Carrasco que lograr laboratorios para indagar los formatos y las temáticas es lo que puede llevar a los jóvenes al teatro. Hazme un hijo es un hito en el teatro para adolescentes y por lo mismo no puede convertirse en fórmula. El camino es sinuoso y está lleno de interrogaciones, pero acaso la madre de todas las preguntas sea: ¿Cómo trocar la didáctica en poética? Bautizar éste Seminario como Poéticas jóvenes es tan sólo el inicio de la discusión porque así como sólo hay teatro bueno y teatro malo sólo puede haber dos formas poéticas; la lograda y la fallida.
Como este texto ya es más largo que la Cuaresma, termino por subrayar que cuando inviertes 200 mil pesos en una acción formativa que hace comunidad, logras algo mucho más propiciatorio para la vida cultural de la colmena que cuando gastas 10 millones de pesos para divertir a las masas. Ciudadano Secretario de Cultura, si en verdad tiene el deseo de formar nuevos públicos, ya no le den millones de pesos a los millonarios. Repartan esos recursos públicos equitativamente entre los artistas que se están jugando la vida por el teatro, como el puñado de comediantes que, con el apoyo de una funcionaria ejemplar, organizaron, promovieron y sacaron adelante un programa cultural que de hacerse dentro de la oficialidad habría requerido mucho, pero mucho más dinero y mucho más personal.